Amiguito, no te dejes engañar. Los panistas no defienden la democracia, no les interesan los derechos humanos. La mayoría de quienes se tiraron al piso —sí, la mayoría— desde la llamada “sociedad civil” (lo que eso signifique) que criticó la Ley de Ciberseguridad y sus recientes modificaciones en el Congreso del Estado de Puebla, lo hizo con fines políticos.
Querían reflectores, no justicia, sacar raja política.
Ya sé, parecemos disco rayado. Pero más de una vez nos hemos ido con la finta de pelear por “la causa”, y al final terminamos como carne de cañón. Ellos —los que mueven los hilos— ganan dinero, escaños, contratos, acuerdos y cargos. Y uno, aquí, con la bandera en una mano y el megáfono en la otra, viendo cómo se mueve el mundo.
¿Quién impulsó la reforma y quién se opuso?
Los que hoy critican la labor de Laura Artemisa García Chávez, líder de los diputados locales, son los mismos que en su momento aplaudieron que Rafael Moreno Valle aprobara una ley de daño moral diseñada para aplastar a periodistas con demandas millonarias. Sabían que los reporteros viven con lo justo. Sabían que era una forma de censura legalizada.
Esos mismos panistas —y sus seguidores ingenuos— que hoy actúan como moscas rabiosas en Twitter, fueron funcionarios del morenovallismo. Ninguno alzó la voz cuando desde el gobierno se armaban listas negras de periodistas “incómodos”, o cuando se usaba la ley para intimidar desde Comunicación Social.
Doble moral y memoria selectiva
Tampoco dijeron nada cuando Miguel Barbosa maltrataba funcionarios en sus mañaneras, acusaba a universidades, encarcelaba a adversarios o perseguía a la prensa con auditorías. Callaron. Siempre han aplicado la ley del avestruz: esconder la cabeza cuando les conviene.
Los mismos que festejaron la privatización del agua potable y el endeudamiento del estado, ahora se rasgan las vestiduras por una ley que, desde su origen, no tenía como objetivo censurar periodistas.
Jamás se indignaron cuando se enteraron que un periodista fuera amenazado.
Siempre miraron para otro lado.
¿Qué hizo diferente esta vez?
El gobernador Alejandro Armenta pidió revisar la propuesta. Laura Artemisa García Chávez se puso a trabajar. Escuchó, organizó foros abiertos, dialogó con periodistas, especialistas y modificó el texto original del artículo 480 del Código Penal.
¿Quién ganó? Ella. Porque en lugar de responder con el hígado, respondió con inteligencia política. Escuchó y actuó. Nunc salió de su boca una diatriba o un mal trato, se serenó. No fue fácil pues es muy sencillo caer en la provocación.
¿Quién perdió? Quienes se colgaron del tema buscando exposición. Algunos solo se acordaron de los derechos humanos cuando vieron la posibilidad de obtener seguidores o un micrófono. Como diría el tango clásico argentino: “el que no chilla, no mama”.
Postdata necesaria:
Los bots, troles y cuentas falsas ya no engañan a nadie. No hace falta una ley ni una bola mágica para identificar sus intenciones: sus propias redes sociales los delatan.
Que Ryszard Kapuściński los perdone.