[su_heading]Sofía Ruiz[/su_heading]
A pesar de que todavía les permiten abrir sus negocios, la suerte es incierta para los comerciantes del mercado del Parian. Esto se concreta con la pregunta que deja abierta Guadalupe Gutiérrez, talabartera de la calle 2 Oriente: ¿De dónde vamos a comer si no se puede trabajar?
La casa de enfrente de su negocio quedó inhabitable, la van a demoler, y a su negocio todavía faltan hacer revisiones, por lo que su preocupación tiene un sustento.
Fue desde hace 78 años cuando su padre empezó con el oficio. Ese lugar -que le guarda tantos recuerdos de la infancia- fue víctima del terremoto que sacudió el centro del país el pasado 19 de septiembre.
En medio del trabajo y detrás de su máquina para cocer piel todo se sacudió. Del local cayeron los retazos piel pintada que segundos antes colgaban en clavos. Afuera se escucharon gritos y las sirenas no se hicieron esperar. Al alcanzar la calle, observó cómo de los lados, nubes de polvo provocadas por el choque de los techos de las casas caer contra el suelo.
Preocupada porque alguno de sus compañeros y vecinos se hubiesen lastimado con los pedazos de algún antiguo edificio, corrió a la esquina de la calle. Todos estaban bien en esa parte, alcanzaron a salir, todavía, sin saber que muchos otros no tuvieron la misma suerte.
Presenció muchos ataques de pánico en las personas que se arremolinaban, y temblando, gritaban por sus ausentes familiares. Hubo algunos que rezaban en voz alta para que todo acabase.
Lo peor para ellos, confiesa Guadalupe Gutiérrez es que, si los obligan a desalojar, no podrán trabajar. Entonces vino la pregunta: “¿y de dónde vamos a comer?”