Por: Zeus Munive / @eljovenzeus
En Puebla uno de los nombres que más resuena es Ignacio Mier Velasco. Actualmente es el líder de los diputados morenistas en San Lázaro y es a quien le han encargado llevar a cabo las principales reformas constitucionales en los tiempos de la llamada Cuarta Transformación. Últimamente, los diarios han concedido entrevistas al legislador federal en el que lo han metido en la puja de si desea o no buscar la Coordinación de los Comités de Defensa de la 4T en Puebla, y le han cuestionado sobre su relación con Miguel Barbosa Huerta, quien rompió con él pese a que en un inicio eran aliados.
Es por eso por lo que en Revista 360º Instrucciones para vivir en Puebla lo buscamos para hacer un poco la biografía de uno de los personajes claves en la historia reciente de Puebla. Así que, sin más preámbulos, solo podemos decir que esta charla es sobre los pasos de Nacho desde
su niñez hasta lo que es hoy.
De Gabino Barreda a Mijaíl Bakunin
La historia de Moisés Ignacio Mier Velasco es un relato que emerge desde lo más profundo de Tecamachalco, un remoto enclave popoloca perdido en las entrañas de México. Allí, desde ese rincón de piedra y tradición, Nacho Mier emprendió su odisea personal, desafiando los confines de un mundo que parecía haber quedado tallado en la misma roca.
“Nací a principios de los sesenta en esa quijada de piedra llamada Tecamachalco, en un asentamiento que la historia había relegado y que antes nos despreciaba con el término ‘popolocas’. Hoy somos inguivas”, evoca Nacho Mier con orgullo.
El trayecto hacia la educación y la movilidad social se convirtió en una travesía épica que llevó a la familia Mier a abandonar las polvorientas calles de Tecamachalco y emigrar hacia la urbe que prometía oportunidades: Puebla. La búsqueda de un porvenir mejor y la promesa de educación de calidad motivaron a Nacho y a sus hermanos a adentrarse en la metrópolis en crecimiento.
“La movilidad social era lo que incentivaba a las familias, y por eso migramos a la ciudad de Puebla, para que mis hermanos y yo pudiéramos continuar con nuestros estudios”, narra Nacho con determinación. En aquel entonces, la ciudad de Puebla apenas contaba con 230 mil habitantes, y sus calles ofrecían una mezcla de progreso y tradición.
Sus primeros pasos en la educación formal los dio en la primaria Gabino Barreda, una modesta institución atrás de la iglesia de Santa Inés. La 3 Poniente, entre la 9 y la 11 Sur, se convirtió en su sendero hacia el conocimiento; la colonia El Carmen lo recibió con sus casas de techos altos y frontispicios barrocos.
La ciudad de Puebla, con su promisoria colonia San Manuel en ciernes, fue el escenario de una nueva mudanza en su vida. Pero para llegar a San Manuel era necesario atravesar la 14 Sur, una vialidad concebida por visionarios urbanistas que serpenteaba sobre la laguna de Anzures. Fue en San Manuel donde Nacho Mier encontraría una nueva comunidad, estableciéndose en la 18 Sur y asistiendo al Instituto Oriente, que por entonces había dejado de ser militarizado.
A medida que exploraba los horizontes de su nueva realidad urbana, sus lecturas se convertían en un espejo de su curiosidad intelectual en constante evolución. De las páginas de cómics como Memín Pinguín y La familia Burrón, se aventuró en las profundidades de las tragedias griegas de Sófocles, hallando una armonía única entre dos mundos aparentemente dispares. El anarquismo le atrajo como una forma alterna de organización que emulaba la de las faenas y asambleas de Tecamachalco, una Comuna de París a la mexicana, admiradas por un joven Proudhon de quijada de piedra. “También empiezan a atraerme nuevas lecturas, y empiezo a leer sobre el anarquismo: Bakunin, Dios y el Estado.
Y ahí transitaba yo entre Dostoievski y El idiota, Los hermanos Karamazov, leía a los surrealistas, a André Bretón, en aquella época leía mucho a Jean-Paul Sartre, El engranaje, que me impresionó mucho. Fue la primera vez que tuve contacto con la defensa de la soberanía a través de los energéticos. Y también Ibargüengoitia formaba parte de mis lecturas y luego el realismo mágico de García Márquez y Fuentes, y tuve el atrevimiento de leer a Vargas Llosa, y después a Alberto Moravia”.
El deporte se convirtió en un vínculo con la calle y la libertad. Los niños y adolescentes de San Manuel organizaban partidos de futbol en las calles, donde los autos que pasaban de vez en cuando no eran obstáculo, sino parte de la danza urbana. Ciudad Universitaria estaba en ciernes, y solo dos rutas de autobuses, el Carmen San Antonio y el Verde Pistache, cruzaban por la avenida San Ignacio, llevando a Nacho y sus amigos a los campos de juego improvisados.
Pero Nacho comprendía que la educación trascendía las aulas y se expandía por las calles, los vecindarios y la comunidad. “La educación no solamente era el aula, no solamente era la escuela, también era la calle, los vecinos, la comunidad”, enfatiza, destacando que aprender de la vida
cotidiana era esencial.
Cuando llega el momento de la universidad, Nacho se adentra en los clásicos, en los ilustrados como Diderot, Voltaire y Rousseau, siendo El contrato social el faro que ilumina su camino. “Quizás El contrato social fue el que empezó a definirme un poco, cuando, rebasando los 18 años, me meto a las tareas de promoción de la organización social y del aprendizaje, de la lectura social, de aprender a leer la realidad para transformarla”, reflexiona Nacho Mier sobre su evolución intelectual.
“Pedagogía del oprimido, de Freire, fue mi principal lectura en ese entonces”, comparte, subrayando su compromiso con la educación como un acto político destinado a comprender y transformar la realidad.
Su encuentro con Freire marca un punto de inflexión en su vida, llevándolo al Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe (Crefal). Allí, su compromiso con la educación y su deseo de entender las realidades de los pueblos originarios lo llevan a recorrer comunidades en Cuetzalan, Huehuetla, Mazapiltepec, Ixtacamaxtitlán y San Juan de los Llanos.
Finalmente, a los 24 o 25 años, en 1986, Nacho regresa a Puebla, donde conoce a Matilde del Mar Hidalgo y García Barna. Este encuentro marca el inicio de una nueva etapa en su vida, donde su compromiso con la conciencia social se fusiona con su profundo amor por la educación y su pasión por la lectura.
“La educación es un instrumento, un acto político para interpretar la realidad y transformarla”, sostiene, dejando claro que su viaje desde Tecamachalco hacia la conciencia social ha sido un compromiso de por vida con la justicia y la transformación de la sociedad.
Cambiar la realidad
Ignacio Mier emergió como un protagonista inesperado en el escenario político de su natal Tecamachalco. Su periplo, desde las raíces modestas en esta tierra hasta las altas cúpulas del poder poblano, se teje como una narrativa moderna repleta de giros inesperados y momentos de profunda introspección.
“Mi andar en la política arranca en el Programa Nacional de Alfabetización, que más tarde florecería como el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA)”, rememora Nacho Mier. Este fue el primer peldaño de su ascenso en el mundo de la política. Fue en el seno del INEA donde su pasión por la organización social comunitaria y la planeación participativa se avivó. Aquí germinó la semilla de una
verdad fundamental que guiaría el resto de su vida: “Nadie puede entender una realidad que nunca ha sido suya”.
“Por más que se esfuercen desde la comodidad de un escritorio en el corazón de la urbe, no es posible comprender la realidad de la gente ni concebir su transformación si no se comparte su existencia, si no se está junto a ellos”, subraya, resaltando la vital importancia de la cercanía con las comunidades que siempre quiso promover.
La creación del Centro de Promoción de la Organización Social Comunitaria (Ceproc) marca un hito en su trayectoria. Al frente de un grupo de amigos que compartían su visión, como Bernardo Díaz, Clemente Marrot y Jorge Domínguez, Mier emprendió un camino hacia la transformación arraigada en la base. La influencia de su formación se entrelaza con la filosofía de la teología de la liberación, un compromiso con los desfavorecidos que se nutría de las enseñanzas de la pedagogía del oprimido y la educación permanente, un enfoque que Nacho Mier había robustecido en el Crefal.
“En esos años vivimos momentos inolvidables en círculos de estudio de autoformación en el INEA”, reflexiona. Estos episodios dejaron una huella profunda en su vida y en su compromiso con la transformación social.
En sus primeros pasos, Mier participó tangencialmente en la política, apoyando la labor de su padre. Era un acto de solidaridad, un modo de acompañar a quien amaba. Sin embargo, su destino tomó un giro inesperado cuando conoció a Matilde del Mar Hidalgo y García Barna, una consumada política poblana. Bajo su guía, Nacho Mier asumió un papel más activo, siendo nombrado delegado y coordinador de Operación del INEA.
El contacto con la élite política nacional se forjó gracias a esta oportunidad, y allí cruzó caminos con figuras como Fernando Zertuche Muñoz, quien años después se convertiría en el primer secretario del Instituto Federal Electoral (IFE). La vida lo llevó a cruzar rumbos con personajes como Porfirio Muñoz Ledo y Fernando Pérez Correa, quienes influyeron decisivamente en su vida.
Sin embargo, fue su encuentro con Manuel Bartlet, en ese entonces secretario de Educación, lo que cambiaría su camino. Bartlet vislumbró
en Nacho Mier a un político de potencial excepcional. Nacho reproduce, desde el recuerdo, la conversación con Bartlet, cuando le dijo no querer participar como candidato a una diputación local:
“Por tres razones: primero, una campaña cuesta dinero y yo no tengo dinero. El dinero que tengo no es mío, es de mis hijos. Y lo mío, mío es mi trompo, mi yoyo y mi balero, y no creo que vendiendo mi yoyo y mi trompo me alcance para una campaña.
Segundo, déjeme decirle que yo vi cómo mi papá tenía la mayor ascendencia, recolectaba las firmas en cada proceso del último de los inspectores, jueces de paz, comités de vigilancia y demás de los pueblos, de presidentes auxiliares, de las estructuras comunitarias, digitales y de obras, y nunca le dieron la oportunidad hasta que murió. Yo lo viví con él, y hay muchos, hay miles que quieren ser, voltense a ver a esos miles porque yo creo que se lo merecen más que yo.
Y tercero, yo he venido construyendo este diagnóstico para determinar una política social con usted y quiero que me dé la oportunidad de ayudar”.
Manuel Bartlet respondió: “Mira, Nacho, lo que dijiste es demagogía pura. Primero, eso de que no tienes dinero y que tu trompo, tu yoyo y tu
balero no te alcanzan, no es cierto, porque si fuera cierto lo que tú dices entonces el PRI sería un partido de ricos y no una alianza popular y para eso son los partidos, para financiar a sus candidatos que no tienen recursos. Por eso no te preocupes. No te preocupes, el partido se va a hacer cargo de tus gastos de campaña.
Dices que hay muchos que quisieran ser, eso, Nacho, tampoco es cierto y déjame decirte por qué: sí es cierto que hay muchos que lo quieren y de que tú no tienes presencia es falso, porque precisamente, el único patrimonio que tienes que vale la pena es tu apellido. Y yo he recorrido esos pueblos contigo y veo cómo tu apellido, desde tu tatarabuelo, es reconocido y apreciado en Tecamachalco, así es que eso también es falso, es demagógico, porque ese es un patrimonio que se debe de aprovechar. Hay quienes aprovechan patrimonio económico y lo dilapidan, y hay quienes tienen patrimonio en su apellido y lo potencian. Entonces, ese tampoco es tu pretexto.
Y el tercero, dices que quieres ayudarme, pues yo te digo que me ayudes en el Congreso, porque vamos a hacer una gran reforma y el Congreso es de composición, están representados los maestros, obreros, campesinos, pero todos responden a sus organizaciones, y así está bien, que los maestros defiendan a los maestros, pero en la Cámara yo necesito a alguien que piense como nosotros, que tenga el interés de cambiar las cosas y tener un gobierno participativo y que tenga una política social para abatir desigualdades y los indicadores de marginación que tiene el estado, y tú me vas a ayudar ahí, porque tú lo conoces como nadie y quiero que vayas a hacer eso”. Nacho Mier decidió adentrarse en esta nueva etapa, y en 1992 asumió el cargo de diputado local.
El dinosaurio en la sala
La carrera política de Ignacio Mier se trama como una narrativa en constante mutación. Desde sus primeros pasos como presidente del PRI en 1994, hasta su inmersión en las aguas tumultuosas de la política poblana, Mier ha atravesado las mareas cambiantes de la arena política con determinación y, en ocasiones, asombro.
“En 1994, como presidente del PRI, tenía la base social y la idea de modificar y acercar el partido a un enfoque más horizontal, más ciudadano, menos corporativo, y menos reacio a los cambios que estaba experimentando”, recuerda. Curiosamente, estos cambios, que revolucionaron la política mexicana, fueron impulsados en gran parte por el propio PRI en la Cámara de Diputados, no por la oposición. Sin embargo, el PRI no logró abrazar ni honrar esos principios y valores, lo que generó un desafío interno.
“Recuerdo que en cierta ocasión, el doctor Toxqui, presidente municipal de San Pedro Cholula, con más de 80 años, me encontró y notó mi estrés”, relata Mier. “Me dijo: ‘Lo veo muy estresado’. Le compartí lo que estaba viviendo en ese momento, y él, con su sabiduría, me invitó a
dar un paseo. Me llevó a lugares emblemáticos y me hizo ver la belleza del barroco poblano y su historia. Luego, en la fuente de San Miguel, se detuvo y me dijo: ‘Si la política fuera cortar flores en un jardín, seríamos jardineros y no políticos. Así que quita esa cara y sigue adelante’. Esa charla, con un hombre que entendía los obstáculos que enfrentaba, dejó en mí una impresión indeleble”.
Fue durante este período que el senador Manuel Bartlet desencadenó una ruptura con varios caciques regionales, como parte de un proyecto político ambicioso para construir una nueva clase política en Puebla. Sin embargo, como señala Nacho Mier, “lo peor es que esa clase política
hoy ya se convirtió en la vieja clase política”.
Mier tuvo un papel fundamental en el nacimiento de esa generación en Puebla. “Muchos políticos, como Jorge Estefan, Juan Carlos Lastiri, Blanca Alcalá y América Soto, incluso Alejandro Armenta comenzaron su carrera mientras yo era presidente del PRI”, revela. Sin embargo, su enfoque comenzó a alejarse de los círculos políticos tradicionales.
Su encuentro con Enrique Doger marcó un punto de inflexión. El vicerrector de Investigación de la BUAP aspiraba a convertirse en rector y buscó la ayuda de Mier para concretar un proyecto político. A pesar de la generosa oferta, Mier declinó, dejando claro que no perseguía cargos por interés personal. Sin embargo, más tarde, a instancias de Enrique Doger, se incorporó al gobierno como parte de su equipo.
Sin embargo, un suceso trascendental cambiaría su camino. En 2003 rompió con el entonces gobernador Mario Marín, tomando una decisión basada en sus valores. “Decidí privilegiar mis principios y la amistad, en lugar de involucrarme en actos que pudieran dañar a un amigo”, explica Mier. Esta ruptura lo alejó de la órbita del PRI poblano y lo llevó por un nuevo camino.
“En 2005 me busca Ortiz Pinchetti y Porfirio Muñoz Ledo, para que pudieran instalarse las pantallas y bocinas para el mitín contra el desafuero, aquella histórica sesión de Congreso donde se le quita el fuero constitucional a Andrés Manuel y lo bloquean. Yo era el secretario del Ayuntamiento e hice valer la autonomía municipal y se instalaron en el zócalo, eso fue mi primer acercamiento con el entonces jefe de gobierno. Finalmente el desafuero no prospera, Germán Martínez y Gabriela Cuevas le pagan la fianza.
Entonces Andrés Manuel pudo ser candidato, yo salí a pedir el voto útil y fui la única voz en Puebla que denunció el fraude, y Enrique
siempre respetó mi decisión. Debo reconocer a Enrique Doger, por eso tengo amistad con él, le debo un respeto total.”
El punto de quiebre llegó con el movimiento “El cambio verdadero está en tus manos” en 2010, que dio origen a Morena, el Movimiento de Regeneración Nacional. Esta etapa marcó la consolidación de Mier en un nuevo frente político, caracterizado por su compromiso con la verdadera transformación y una mirada crítica hacia los partidos que se autodenominan de izquierda pero que, en la práctica, se asemejan más a la derecha.
La regeneración nacional
La historia de Nacho Mier con Morena es un relato que se teje a través de los turbulentos años de la política mexicana contemporánea. Desde sus cimientos en los últimos compases de 2010 hasta su rol en la Cámara de Diputados, Mier ha sido testigo y actor de una evolución política que ha redefinido el panorama del país.
La génesis de Morena se remonta al último tercio de 2010 y se formaliza en 2011, con Nacho Mier como uno de sus fundadores. Su participación fue vital en la coordinación de la campaña del partido durante las elecciones de 2012, aunque Morena en ese entonces formaba parte de una coalición llamada El Día, dirigida por Manuel Camacho Solís e integrada por el PRD, Movimiento Ciudadano (antes Convergencia), el PT y el Movimiento de Regeneración Nacional.
Fue en este contexto donde se produjo un esperado reencuentro entre Nacho Mier y Manuel Bartlet. “Él no estaba presente inicialmente, aunque intenté convencerlo desde 2006”, confiesa Mier. Sin embargo, en diciembre de 2011, Bartlet finalmente tomó la decisión de unirse a Morena. “Nos reunimos el profesor Alberto Anaya, Ortiz Pinchetti, Porfirio, él [Manuel Bartlet] y yo, y formalizamos su llegada al movimiento”, relata Mier.
La candidatura de Manuel Bartlet al Senado en 2012 marcó un hito importante, con Nacho Mier asumiendo el papel de coordinador de la campaña. Fue durante este período que Mier pudo corroborar sus sospechas sobre los elementos internos que buscaban socavar la esperanza que representaba el movimiento de Andrés Manuel López Obrador para México. Incluso, “en el libro que se llama No decir adiós a la esperanza, de Andrés Manuel, yo participo en una parte y colaboro en otra que no se publicó, que algún día publicaré, de la verdadera historia, los personajes y el papel que jugaron de verdaderos socavadores y complotistas de una esperanza para México”.
Sin embargo, Morena no era simplemente un partido político convencional. Mier aclara que él no es un militante de Morena, a pesar de ser líder del partido en la Cámara de Diputados. Explica que Morena es un instrumento electoral del movimiento más amplio, Movimiento de Regeneración Nacional, el cual tiene tres componentes: el obradorismo, una facción comunista purista de la vieja izquierda mexicana, el movimiento más libertario en el que Mier se siente identificado, y finalmente, el partido Morena, que funciona como un instrumento jurídico-electoral para postular candidatos.
En un gesto de apertura política, Claudia Sheinbaum ha llamado a la participación tanto de miembros del PT como del Verde, buscando reunir a cuadros que ya no se identificaban plenamente con sus partidos originales. Esto ilustra el espíritu inclusivo y el compromiso de Morena con la regeneración de la vida política en México.
AMLO y El Barroco Poblano
Los pasillos de la política mexicana albergan historias de relaciones y complicidades, y en este intrigante tapiz, destaca la conexión entre Ignacio Mier y el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. Trascendiendo la maraña de reflectores y escenarios públicos, esta relación está tejida con hebras de afecto, amistad, lealtad y un fervoroso compromiso con las reformas que México anhela.
Desde su génesis, Mier y López Obrador compartieron más que una visión política; compartieron un vínculo genuino. Como Mier revela: “Es una relación que abarca muchas facetas. El afecto está presente, la amistad también, y se sustenta en la lealtad, pero, sobre todo, gravita en torno a principios y a un proyecto en común”. Con el tiempo, esta relación ha demostrado ser más que una simple alianza estratégica.
La honestidad ha sido uno de los pilares de esta relación. Mier siempre ha sostenido que su compromiso no gira en torno a la búsqueda de posiciones de poder, y este principio ha sido respetado cabalmente por López Obrador. Cuando se le ofreció formar parte del gabinete presidencial, Mier declinó la oferta con humildad y franqueza. Como él mismo afirma: “Me ofreció, con generosidad, formar parte de su gabinete, y yo, con todo el respeto, le dije que no y le expuse mis razones”. Esta sinceridad fue el cimiento sobre el cual construyeron su relación, y permitió que Mier asumiera el papel de coordinador en la Cámara de Diputados sin ninguna imposición.
No obstante, más allá de su amistad y afecto, la relación entre Mier y López Obrador ha dejado una huella indeleble en la política mexicana gracias a sus logros. Mier desempeñó un papel vital en la aprobación de una serie de reformas de gran relevancia. Desde reformas constitucionales hasta leyes cruciales, su labor como coordinador de la Cámara de Diputados ha sido fundamental en el proceso de transformación del país.
Entre los logros sobresalientes se encuentra la reforma que amplió el umbral de los derechos humanos en México. También se aprobaron reformas en materia laboral, la Ley de Austeridad, la tipificación de la corrupción como delito grave, la desaparición del outsourcing, la reforma forestal, o la de la Guardia Nacional, todas ellas impulsadas por Mier. Además, la reforma en materia de programas sociales en el cuarto constitucional y la de derechos de los pueblos originarios representan avances significativos en la lucha por la igualdad y la justicia en México. La labor de Nacho Mier y su habilidad para mantener la cohesión en una Cámara de Diputados donde Morena no tiene mayoría absoluta han sido esenciales para el éxito de estas reformas.
“¿De qué hablan el presidente y tú cuando no hablan de política?”, le pregunto. “De varias cosas”, dice, “de algunos libros. Recientemente le regalé Un soldado del pueblo, de Donato Bravo Izquierdo, que es poblano, por cierto, y lo platicamos. Y hablamos en general de muchos temas, pero yo he mantenido así la relación por respeto a lo que él es, es presidente de México. No uso su nombre, nunca lo he hecho, no presumo todas las veces que me reúno con él, se me hace poco inteligente. Es él quien toma las fotografías, me las manda y me dice: ‘Úsalas como quieras’”.
En su estilo característico, López Obrador ha definido a Mier como “un barroco poblano”, una expresión de respeto por su estilo político sigiloso. Esta relación, cimentada en la amistad, la lealtad y la honestidad, ha sido un factor influyente en el panorama político de México. Como menciona Mier, “la Cámara de Diputados es el espacio para el libre tránsito de la representación popular expresada con el voto de los ciudadanos, nada como la Cámara de Diputados para darle legitimidad a la representación popular”.
El dilema de Nacho
La política, a menudo, es un territorio plagado de intrigas, donde la ética y la integridad pueden parecer sacrificios necesarios en pos del
poder. Ignacio Mier se ha distinguido por su profunda convicción ética y su compromiso inquebrantable con la justicia y la democracia. Como legislador, ha demostrado una valiente disposición a enfrentar las cuestiones más espinosas de la política mexicana.
Uno de los desafíos más importantes en el horizonte inmediato es el debate sobre el paquete económico, el presupuesto de egresos, la Ley de Ingresos y los criterios generales de política económica. “Va a haber una gran discusión”, afirma con determinación, consciente de los debates y tensiones que rodean este asunto, particularmente en tiempos de procesos electorales. Ignacio Mier no teme cuestionar argumentos falaces sobre el déficit y se apresta a presentar hechos y argumentos sólidos para respaldar sus posiciones.
La fecha crucial se acerca rápidamente, marcada por la comparecencia del secretario de Hacienda el 20 de septiembre. A esta le seguirá la presentación de la Ley de Ingresos para el 15 de octubre, y luego, el presupuesto de egresos.
Sin embargo, Mier se encuentra ante un dilema ético. Si la convocatoria para candidato a coordinador de los Comités de Defensa de la 4T en Puebla no requiere solicitar licencia, deberá tomar una decisión crucial. Su respeto por sus principios y su coherencia política lo llevan a considerar cuidadosamente su posición. “Creo que nadie es indispensable y sería una vanidad verdaderamente excesiva pensar que no hay nadie. Yo mejor les voy a preguntar si ellos consideran que yo soy un factor que es necesario para mantener la cohesión del grupo y de la coalición, porque también le voy a preguntar a la coalición, entonces tendré que hacerlo y ajustar mis días solo para los fines de semana, en caso de que la convocatoria así lo determine”.
El panorama político en Puebla no es menos complicado. Mier es consciente de la realidad y no oculta la falta de un “piso parejo”. Sin embargo, su firmeza moral no titubea, y no dudará en denunciar cualquier injusticia o práctica antidemocrática que observe:
“Sería romper el origen de la legitimidad y de los primeros éxodos por la democracia. Fue lo primero por lo que luchamos, por tener democracia. Entonces, a quien se le olvide, voy a tener que estarle recordando, con todo respeto”.