Por Zeus Munive (el editor huevón ese)
A dichos personajes se les ha acusado de no hacer nada más que estar tirados frente a la televisión, tener pedazos de pizza regados alrededor de ellos, sin observar que están en ese momento en un estado zen.
Son poco comprendidos.
Están en todas partes: habitan en los hogares, en las universidades, en las casas de estudiantes, en los parques, en el zócalo y hasta en las iglesias, algunos esconden esa adicción bajo una sotana negra.
También abundan en las oficinas burocráticas.
Algunos son líderes de partidos políticos.
Otros tantos son líderes obreros.
“Diputados güevones, por eso están panzones” gritan en las marchas contra esos que se duermen las cámaras y cobran como si de veras trabajaran todos los días de su vida.
Unas son secretarias que su máximo esfuerzo es vender perfumes, zapatos y colchas, pero en la realidad están pegadas frente a una pantalla para revisar su Facebook, juegan Small Ville, You Ville y regalan vidas del Candy Crush, all the time.
Hay otras que no salen de su afición por las páginas como De10.com, Pijama Surf, Sopitas ad infinitum, que no aportan nada, pero eso sí, ya saben diez nuevas formas para realizarle el sexo oral a su pareja.
Los huevones son sancionados públicamente y ahora son mal llamados “ninis” porque ni estudian ni trabajan.
La hueva o güeva deriva de la idea del cansancio, del desinterés, de la falta de ganas por hacer algo. “Me dio güeva ir a correr, mejor me dormí otra hora”.
El origen de la palabrita proviene de los testículos, gumaros o huevos.
Suponemos que se le llamó así a la fiaca porque, como los testículos, siempre cuelgan de manera muy cómoda y relajada, además de no hacer otra cosa más que estar ahí sin producir ningún movimiento. Sólo esperan ser rascados, acomodados o apapachados, en el mejor de los casos.
Sus movimientos son lentos.
Puede soportarse ser huevón porque su sonido representa a un machín. No es lo mismo que le digan a una mujer que es una güevona o una floja que una fodonga.
Fodongo es una forma peyorativa de llamar a un huevón. Fodongo viene de flojo, de fofo, de panzón. Una señora fodonga es la que no se pinta, que sale de tubos al mercado, que todos los días anda de pants rosas hasta en el Starbucks.
Según el libro Útil y muy ameno vocabulario para entender a los mexicanos, editorial Grijalbo, escrito por Héctor Manjarrez, hueva o güeva es el supuesto peso de los huevos o tompeates que produce el desgano. También es aburrimiento: “Me da hueva tu familia” y, por supuesto, es el reposo del cuerpo: “Me encanta la güeva”.
Existe una idea de que en México todos son unos huevones. Hace años representaban a los paisanos sentados a la sombra de una nopalera y envueltos en sus sarapes con grandes sombreros.
La imagen de Chano y Chon, para ser más específicos.
Siempre se ha satanizado a su majestad la güeva. Es un pecado capital, incluso, pero se le llama pereza de forma elegante.
Todos los humanos somos huevones por naturaleza, trabajamos para después echar la güeva. Peleamos por un coyotito reparador en la tarde. Sufrimos por el mal del puerco, que es ese sueño horrible que da después de zamparse unos taquitos de carnitas y hay que regresar a la oficina.
Los fines de semana, por lo menos el domingo, hay gente que ni se baña con tal de sentir que pueden ser güevones algún día de su vida.
Cuando nos despertamos siempre pensamos e imploramos al Señor: “Cinco minutos más”.
La güeva, hay que admitirlo, es de los placeres más censurados en la vida.
Y es que como dijera el director Alex de la Iglesia: lo que más me gusta de la vida si no me mata me engorda. Y la pereza es de esos placeres culposos con los cuales todos vivimos.
Si tienes un hermano menor lo pones a trabajar, si eres el jefe delegas, no por un asunto administrativo, sino para echar la güeva, si eres periodista, ah, qué rico echas la güeva, prefieres vivir del chayo. Si eres maestro, inventaste los puentes. Si eres mecánico, nunca encuentras las piezas del auto. Si eres consultor de imagen pública, asesoras a tu candidato y viajas por todo el mundo. Si eres escritor, pides tu beca del Fonca. Si eres líder sindical, bueno, te vuelves diputado.
Si eres editor de una revista… uff.
Y es que todos somos huevones hasta que se nos demuestre lo contrario, pues como decía Fontanarrosa: “La ociosidad es la madre de todos los vicios, y como buena madre, hay que respetarla, pues sólo hay una”.