Esa ruta es uno de los intrigantes hallazgos de un nuevo estudio que analizó genomas antiguos de América, el último continente en ser habitado por humanos.
La investigación, realizada por científicos de Estados Unidos y Brasil, arroja luz sobre el complejo proceso de migraciones que pobló el continente americano.
El estudio confirmó la ya conocida ruta migratoria en dirección norte-sur, pero también descubrió una vía en el sentido contrario, algo desconocido hasta el momento.
Los científicos también revelaron la presencia en genomas latinoamericanos de un inesperado porcentaje genético de una especie humana extinta de Asia: los denisovanos.
Qué restos fueron estudiados
«Analizamos dientes de esqueletos para extraer ADN y a partir de eso hacer el análisis computacional de ese genoma», señaló el arqueólogo brasileño André Luiz Campelo dos Santos, autor principal del estudio y actualmente investigador de la Universidad Florida Atlantic en Estados Unidos.
Los científicos estudiaron dientes de unos 1.500 años hallados en el departamento de Rocha, en Uruguay, que fueron proporcionados a los autores del estudio por los arqueólogos uruguayos Mónica Sans y Gonzalo Figueiro, del Departamento de Antropología Biológica de la Universidad de la República en Montevideo.
También se analizaron dientes de aproximadamente 1.000 años de antigüedad encontrados en dos sitios arqueológicos de Brasil.
«Expandimos el trabajo hasta la región donde nací. Yo crecí en el noreste de Brasil, en el estado de Ceará. Y nosotros analizamos dientes hallados en dos sítios en el estado de Pernambuco: Pedra do Tubarão y Alcobaça«.
El ADN obtenido de los dientes permitió la secuenciación de genomas completos.
«Buscamos analizar dientes en lugar de huesos, porque el ADN dentro de los dientes tiene más protección. El hueso es más poroso y expuesto al ambiente», explicó el arqueólogo.
Los genomas de Uruguay y del noreste de Brasil también fueron comparados con otros provenientes de múltiples sitios del continente, incluyendo Estados Unidos, sureste de Brasil y Panamá, que ya habían sido publicados por otros grupos de estudio.
La ruta norte-sur
«Nuestro análisis confirmó la migración desde el noroeste del continente americano (a partir del estrecho de Bering y Alaska) hasta América del Sur, muy probablemente por la costa del Pacífico».
Campelo dos Santos explicó que los humanos que llegaron a América del Norte probablemente venían del centro de Asia (Mongolia a Siberia).
«Desde allí fueron subiendo al extremo noreste de Asia y cruzaron el estrecho de Bering, que en el pasado era un gran puente terrestre(llamado puente de Beringia) por el bajo nivel del mar. Tras cruzar el estrecho fueron a Alaska y de allí al norte de Canadá, y luego se dispersaron en el resto de América».
¿Cómo logran los científicos establecer el sentido de una migración, si fue de norte-sur o sur-norte, con base en análisis de material genético?
«Hacemos análisis comparando el material genético de los individuos, teniendo en cuenta también sus edades», explicó el arqueólogo.
«Por ejemplo, cuando haces un análisis genealógico ves quién era el abuelo, el padre y el hijo. Nuestro análisis filogenético busca ver quién sería el ancestro y quién el descendiente».
«Así vimos que los ancestros en general eran de América del Norte y los descendientes ya eran de América Central y de América del Sur, por lo que la migración debe haberse iniciado en América del Norte y luego descendido hasta Sudamérica».
La sorprendente migración de Uruguay a Panamá
Usando esa misma técnica de análisis filogenético los científicos constataron por primera vez la existencia de una ruta desde el sur hacia el norte.
«Hallamos rutas migratorias a través de sitios cercanos al Atlántico que eran independientes de las del Pacífico».
«Creemos que hace unos 1.500 años hubo una migración que conectó a Uruguay con Panamá, a lo largo de más de 5.200 km. Esta conexión está muy clara en los resultados que obtuvimos».
Campelo dos Santos y sus colegas hallaron una sorprendente afinidad genómica entre los restos de la ruta sur-norte.
«Todos ellos comparten material genético. Encontramos una similitud muy grande entre los genomas de Uruguay, el sureste de Brasil, el noreste de Brasil y Panamá.
«Creemos que el origen de esa similitud está en el sureste de Brasil. De allí hubo una expansión tanto al noreste de Brasil como a Uruguay, y desde Uruguay también otra expansión hacia el norte».
Campelo dos Santos señaló que «esas personas de 1.500 años atrás eran muy parecidas a los indígenas latinoamericanos hoy en el presente».
Las etnias del presente fueron modificadas debido al contacto con los colonizadores europeos, pero las etnias del pasado tienen algunas características comunes entre sí, señaló el investigador.
«Tenían la cultura de hacer pinturas rupestres, como las que se ven en el noreste de Brasil. Tenían también rituales funerarios y enterraban a sus muertos, a veces en una tumba colectiva».
Rastros neandertales y denisovanos
Otra sorpresa del estudio tiene que ver con la presencia en los genomas antiguos de América Latina de rastros genéticos de especies extintas.
Actualmente el género humano es definido por nuestra especie, homo sapiens, también llamada «humanos modernos», explicó Campelo dos Santos.
Pero en el pasado hubo otras especies humanas. Una de ellas era la de los neandertales, que ocuparon Eurasia, desde España hasta Siberia.
«Los neandertales desaparecieron más o menos hace 40.000 años y llegaron a convivir con los seres humanos modernos».
Otra especie humana también desaparecida es la de los denisovanos, que vivieron en Asia y posiblemente se expandieron hasta Oceanía. «En Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Australia y Polinesia es posible encontrar trazas genómicas de denisovanos», agregó el investigador.
Aunque las tres especies convivieron, hoy en día solo persisten los humanos modernos.
«La relación en el pasado no necesariamente era de conflicto. Muy probablemente la desaparición de los neandertales y los denisovanos se dio por asimilación, ya que acabaron siendo asimilados en los grupos de humanos modernos.
«Por eso hoy en día, básicamente todas las poblaciones del mundo menos las africanas subsaharianas poseen un porcentaje de ADN neandertal y un porcentaje menor de ADN denisovano».
El estudio constató en los genomas antiguos esa presencia mayor de ADN neandertal y menor de ADN denisovano. Pero había una enigmática excepción.
«Las muestras antiguas de Uruguay y de Panamá, solamente ellas, tienen una señal genética mayor de denisovano que de neandertal«, señaló el arqueólogo brasileño.
«Es algo muy intrigante que aún no podemos explicar.
«Nos gustaría mucho poder encontrar otros genomas antiguos que muestren esa misma señal».
El misterioso rastro de Australasia
John Lindo, profesor de Antropología de la Universidad Emory en Estados Unidos y también autor del estudio, señaló que mientras cientos de genomas antiguos completos de Europa han sido secuenciados, solo se han secuenciado cerca de una decena de genomas antiguos completos de Sudamérica.
Hay muchos interrogantes que Campelo dos Santos y sus colegas aún intentan responder.
Además de la mayor proporción de ADN denisovano en los restos de Uruguay y Panamá, está el misterio planteado por otro rastro genético.
«Encontramos también una señal genética de Australasia. Esto significa una señal mayor de afinidad genética con individuos modernos de Oceanía, incluyendo Australia y Papúa Nueva Guinea, que con otras poblaciones no americanas», indicó el experto.
«En otras palabras, hay una señal de afinidad genómica mayor con individuos de Oceanía que con individuos de Europa o de Asia, por ejemplo».
Otros dos grupos de investigación ya habían constatado esa señal genética de Oceanía «en el sureste de Brasil en el pasado y en una tribu de Brasil, los suruí del Amazonas».
«Por eso se pensaba que esa señal de Australasia solo existía en América del Sur. Pero nosotros también la encontramos en los restos de Panamá«, explicó Campelo dos Santos.
Los científicos no saben cómo ese rastro genético de Australasia llegó al continente americano.
«Analizamos genomas de individuos de América del Norte y ninguno de ellos tenía esa señal.
«Por ello tenemos la impresión de que no llegó por el estrecho de Bering y desde el noroeste de América del Norte, sino por otros caminos que aún desconocemos».
El arqueólogo brasileño y sus colegas consideran «todas las hipótesis», incluyendo que la señal genética de Australasia haya llegado por rutas del Pacífico.
«Tal vez en el pasado el nivel del mar era más bajo y había más islas, por lo que era más fácil hacer esa migración de isla en isla», señaló Campelo dos Santos a BBC Mundo.
«Pero esto es solo una conjetura, una hipótesis, no tenemos por ahora ningún indicio de que esto sea correcto».
(Con información de BBC Mundo)