(No hay spoilers)
Por Carlos Peregrina
Allá por finales de la década de los setenta, mi mamá me regaló una novela gráfica de Superman. Todavía no sabía leer, porque tenía entre cuatro o cinco años (perdón por no recordar con precisión, pero fue en esa época) aún así solo con las puras imágenes del cómic entendía perfectamente qué era Kriptón, quién era Jor-El y Kal-El.
Se había estrenado en el cine la película de Superman con Christopher Reeve y Gene Hackman que nos llevaron a verla, mi mamá y una amiga suya, a mi hermano, a mí y a otros niños que eran sobrinos de la amiga de mi madre. Todos los niños salimos eufóricos: alguien con superpoderes volaba y le ponía en su madre a todo aquel que se portara mal.
Llegaron los años ochenta y coleccionamos Spider-man, Diabólico, y cuando se podía algunos ejemplares de Los Cuatro Fantásticos. El bien contra el mal.
Queríamos ser como los buenos, que siempre ganaban, pero la primaria siempre fue un espacio de terror en el que por más que lo intentabas no eras de los buenos, no llegabas a ser cualquier integrante de Los Vengadores. Eras todo lo opuesto. Y tus sueños con ser Superman, cada vez se esfumaban.
Si no sacabas buenas calificaciones eras un anormal, si eras más distraído eras un mal alumno, mal ejemplo, un pendejete, un niño problema. Al llegar a la secundaria, sabías que eras un poco anormal a diferencia de la mayor parte de tus compañeros de salón, por lo que la solución era caer en un valemadrismo, divertirte y al mismo tiempo caer en serias depresiones porque te sentías solo. No empatizabas con tus padres, te interesaba más ir a la escuela a divertirte, pero no eras un buen estudiante, así que no encontrabas el rumbo.
Superman y todos los héroes de los cómics ya no eran tus mejores aliados, ahora era el pequeño Alex de Naranja Mecánica, Vito y Michael Corleone, Darth Vader, Hanibal Lecter, el protagonista de Tarde de Perros interpretado por Al Pacino, preferías ver solo Rambo 1 -las demás son una porquería- porque veías a un cuate destrozando un pueblo norteamericano porque tenía demasiados traumas.
Los villanos no eran perfectos, venían de la frustración, de los errores, no creían en esos personajes que utilizan frases positivistas y detestan el “eres pobre porque quieres”. No es que te volvieras malo, es que al menos sabías que el villano era inteligente y, por lo menos, no era perfecto, era alguien con dolor en su pasado.
Los superhéroes de Marvel se volvieron, entonces, predecibles. Siempre triunfaría el bien contra el mal. Esos personajes son moralistas, su conducta se basa en una idea judeo-cristiana, combaten a los morenos, a los negros, a los árabes, rusos, nazis, y si, se pudiera, ayudan a la CIA a combatir a los enemigos del “American way of life”.
El sueño americano que nos dice todos los días qué comer, qué hacer, qué ver, qué consumir y nos pone como algoritmos que dirige nuestros gustos sin que nos demos cuenta de que hemos perdido nuestro libre albedrío. Esa forma de vida que nos pone enfrente una zanahoria que nunca vamos a alcanzar y que solo metemos dinero para perder la apuesta.
Llenan las salas de cine los superhéroes perfectos porque así se reafirma que siempre habrá un bien contra un mal. Porque ahí todos son perfectos.
De pronto, en la historia del cómic, comenzaron a romper esos paradigmas. El propio Batman que crece como un señor oscuro y que siempre querrá vengar la muerte de sus padres; Watchmen que los héroes no tienen superpoderes, excepto uno, el doctor Manhattan, los demás son personajes que incluso apoyan al gobierno de Nixon para exterminar vietnamitas a costa de lo que sea.
The Boys que es la crítica a la cultura del superhéroe, a las religiones cristianas, a la Cienciología como aliada de Hollywood, al militarismo norteamericano, y que los villanos resultan ser los héroes, porque ellos al menos tienen una razón para acabar con los que abusan de sus superpoderes.
Y finalmente llegamos a Doom Patrol. Confieso que nunca había leído el cómic y solamente tenía referencia por Titans y por algunas imágenes de Cliff, el cerebro incrustado en un robot. Descubrí, además, que antes de X-men, salió esta patrulla y que hay quien argumenta que la de Marvel fue un plagio a DC, pues antes de los mutantes estaban estos personajes locos, anormales, freaks, estrellas de circo, que tratan a como dé lugar salvar el mundo.
En 2019, la cadena de televisión HBO presentó por primera vez Doom Patrol, y al menos en México, no se le ha dado la importancia a esta obra de arte de los comics adaptados a la pantalla, así que en breve se convertirá, como Watchmen, en una serie de culto.
Doom Patrol cuenta la historia de cuatro personajes que están quebrados por su pasado, todos tienen frustraciones, miedos, culpas, errores, vergüenzas. Viven entre la humillación y el abandono, malos no son, pero no son buenos al cien por ciento, son simplemente humanos que van descubriéndose así mismos para armar sus propios rompecabezas y no perdonarse, sino más bien darse a ellos mismos un significado de vida.
Además de que hay un humor negro digno de aplaudirse, la producción es de primera, las actuaciones se llevan un diez de calificación, la música, la serie poco a poco se irá integrando a ti y conocerás a un personaje llamado Dany que es una calle, y que no tiene sexo, ahí verás que es ese espacio en el que siempre has deseado estar porque nadie te va a juzgar por lo que eres ni por cómo piensas, solo será alguien que te abrirá los brazos para que actúes como realmente eres tú.
No puedo seguir este texto, sin dejar de admirar la historia de Doom Patrol, una historia perfecta, bien contada, bien actuada que, en momentos, también te romperá el corazón, porque todos los que hemos vivido una vida sabemos que tenemos los mismos traumas, conflictos, miedos que esos superhéroes que apenas están descubriendo quienes son en el fondo y por qué son como son.