Fue un podcast llamado ¿Por qué?, que produce Olallo Rubio en la plataforma Convoy Network para tabletas y celulares, que me hizo reflexionar sobre lo mal llamado “políticamente correcto”. De ahí surgió la idea para que el equipo de Revista 360º determinara que su portada se dedicara a hablar de lo incorrecto.
¿Qué es políticamente correcto? En otros tiempos, cualquiera hubiera pensado que es todo lo opuesto a cualquier actividad que dañe la libertad o directamente la integridad de otras personas. Es decir, lo políticamente correcto es estacionarse en los lugares permitidos y no en doble fila. Lo políticamente correcto es tratar bien a los demás y no golpearlas ni física ni verbalmente. Lo correcto es lo que nos hace convivir y lo incorrecto es lo que daña a otros.
Actualmente, lo correcto y lo incorrecto quién sabe qué diablos sea. Miren ustedes, a raíz de las redes sociales se busca estar peleados con todos. Que si el aborto, que si el feminismo, que si los chairos, que si los millennials, que si la generación X, que si Andrés Manuel López Obrador, que si está gorda, que si las gordas o muy flacas no deben usar leggins, que si los que tienen títulos universitarios, que si los que carecen de ellos, que si el lenguaje incluyente, que no usarlo es ser parte del sistema patriarcal opresor, que si hay que usar condón, que si no hay que usarlo.
Es hacer pleito por cualquier cosa. Se ha detectado, además, que las redes sociales son las causantes de depresiones, divorcios, estrés, baja autoestima, problemas laborales, conyugales (que no necesariamente es separación), pleitos entre amistades y familiares.
Las redes sociales son espacios donde opinar de cualquier tema ya puede estar vetado, y a veces genera miedo opinar o disentir, ya que puede salir una horda de diletantes a atacar con o sin sustento.
Es a través de Facebook y Twitter en donde vemos que cualquiera puede ser experto en todo. Son economistas, politólogos, escritores, curadores de arte, melómanos, cinéfilos, sexólogos, terapeutas, lobistas, y cualquier actividad. De pronto, sin sustento y sin criterio, cualquiera puede opinar como si fueran doctos en algún área o tópico, desde un triste meme hasta lo que sucede en el país.
Se trata de opinar sin leer, se trata solo de ver videos de gatitos en Facebook o de decir, porque así lo creen, que México será una nueva Venezuela, cuando no hay un argumento para sustentarlo, pero como lo escucharon decir por ahí, entonces, lo replican.
Las redes sociales, actualmente, son un espacio para pelearse o para mostrar superioridad. Incluso, esas publicaciones que pretenden mostrar los hábitos de la gente altamente productiva y sus opuestos, solo tienen el fin de vender algún producto o hacerse pasar por perfectos.
Las publicaciones de frases “célebres” solo tienen el ánimo de aparentar algo que no se es. Los yoguis de Facebook o de Instagram que presumen de sus supuestos estados de conciencia, a veces, resulta que son personas muy violentas en su intimidad.
Las redes sociales entonces establecen sus nuevas normas morales en las que no se vale disentir, porque se puede ser atacado a través de indirectas o a través de cuentas falsas o troles con el fin de humillar a quien piense de manera distinta.
No es persuadir a que cambien de punto de vista, es llevar a la persona a hacerlo sentir que está mal y que es una mala persona.
Esa es nuestra realidad, una que está ligada al odio, al rencor, a las envidias, a los ataques por debajo de la mesa. El exhibir la vida privada en redes sociales solo es muestra de un vacío, en esto que ahora es políticamente correcto o incorrecto.
¿Qué es políticamente correcto? Sabrá Dios en estos tiempos que, esperemos, no se compliquen cada vez más, ya que es un enredijo. Así que este número de septiembre se lo dedicamos a cuestionar a quienes nos cuestionan solo por no pensar igual que ellos.