Elena Reina | El País
Cuando el hijo mediano escuchó la pelea, su padre estaba a punto de degollar a su madre con una navaja en el cuarto de al lado. Era enero de este año. Abril Pérez Sagaón estuvo a punto de morir asesinada por su entonces marido, Juan Carlos García, exdirector de la filial mexicana de Amazon y director de comercio digital de la multinacional de electrodomésticos Elektra. Y aunque no eran los primeros golpes y amenazas que recibía, sí fue la primera vez que decidió gritar basta. Una decisión mucho más que valiente en México, donde al menos ocho de cada 10 casos permanece impune, según los datos de transparencia. Pérez Sagaón hizo lo que podía legalmente. Y este lunes 25 de noviembre fue asesinada de dos balazos en la cabeza y en el cuello mientras viajaba en un coche por la capital. Sus hijos adolescentes vieron todo desde los asientos de atrás.
Abril Pérez ya no vivía en la Ciudad de México desde que su exmarido había intentado asesinarla. Huyó a Monterrey con su familia y desde allí inició el proceso de divorcio y continuó el proceso penal por intento de homicidio. García fue detenido y poco después liberado. El testimonio de Pérez y del hijo mediano de ambos, que presenció todo, no fue suficiente para que el juez del Tribunal Superior de Justicia de la capital Federico Mosco González lo considerara como intento de feminicidio y reclasificó el delito a violencia intrafamiliar y lesiones. Una modificación que convirtió a un presunto asesino en un hombre que, mediante fianza, pudo librar la cárcel. El juez es conocido también en la capital por haber liberado a un médico acusado de violar a una paciente en 2018, lo exculpó de ese delito pero sí reconoció que hubo abuso sexual, para el que en ese caso no exigía pena de cárcel.
Después de 11 meses de batallas legales contra su agresor y exmarido, de divorciarse y lograr la custodia de sus tres hijos, todavía seguía peleando por demostrar que ese hombre había intentado asesinarla. Esta semana había acudido a la capital para realizarse una prueba psicológica que formaba parte del proceso de apelación contra García. La defensa de su exmarido había sido informada de esto, «y es muy posible que él también supiera que ella estaba en la ciudad», cuenta por teléfono un miembro de la familia, que prefiere no dar su nombre.
El que fuera el elegido de Amazon para inaugurar en México su filial en 2015, tenía una orden de alejamiento. Pero la familia de Pérez está convencida de que él mandó matarla. «Tiene suficiente dinero como para contratar a un sicario. A nosotros no nos cabe duda de que fue él. Por cómo sucedieron las cosas, porque ya lo había intentado antes y porque sabemos cómo es», cuenta el familiar. La fiscalía de la capital maneja estos días esta línea de investigación. Pero García se encuentra en paradero desconocido. «Probablemente esté desde hace tiempo fuera de México», apunta la familia.
García se convirtió en el director de Amazon en su división de México y ocupó el puesto durante dos años y medio, según su perfil de Linkedin. Unos años antes, había fundado las startups de ventas en Internet Decompras.com y PlazaVIP.com que después vendió a Terra Networks y Grupo Carso. También fue, durante dos años, vicepresidente de comercio electrónico para Walmart México. Y durante el presunto homicidio de su esposa ocupaba el puesto ejecutivo como director de ventas web de Elektra.
El día que la asesinaron iba con sus dos hijos menores y su abogado en un coche rumbo al aeropuerto de la capital. Había terminado los trámites que requería en ese momento el proceso judicial e iba a regresar a Monterrey. Estaba sentada en el lugar del copiloto. Y alrededor de las 17.30 horas, un hombre en una moto alcanzó su ventanilla y disparó directamente a su cabeza, otro balazo alcanzó su clavícula. Ni el conductor, que era su abogado, ni sus hijos recibieron un disparo. «El ataque fue totalmente dirigido hacia ella. Y el único enemigo que tenía en su vida era él», señala el familiar. Después de más de seis horas, los médicos no pudieron salvarla. Y falleció cerca de la media noche.
El caso de Abril ha indignado a un país donde mueren asesinadas 10 mujeres al día, unas cifras que no han dejado de crecer desde que se tienen registros y que no se pueden relacionar con la violencia del narco y la generalizada del país, que también ha alcanzado cifras históricas este año. Mientras en 2012 los homicidios descendían, los feminicidios se mantenían como un drama estructural que no le ha dado tregua a la mitad de la población. El día que la asesinaron, en la calle principal de la capital, unas 3.000 mujeres protestaban contra la violencia de género.
Con motivo del día mundial contra este tipo de violencia, miles de manifestantes enfurecidas pintaban estatuas y destrozaban a martillazos marquesinas y mobiliario urbano ante la estupefacción y críticas de muchos otros por sus «métodos violentos» de hacer justicia. Al mismo tiempo, en otra calle no muy lejos de ahí, a una madre le pegaron un tiro en la cabeza y otro en la clavícula mientras viajaba con sus hijos en un coche hacia el aeropuerto. Una mujer que había denunciado a su exmarido por intento de homicidio en enero y que continuaba con la batalla legal para demostrar que ese hombre podía intentar matarla de nuevo. «Temo por mi vida», le había dicho al juez. Ahora el exesposo de Abril Pérez Sagaón es el principal sospechoso del feminicidio de su exmujer. Y para que la justicia de este país lo busque, han hecho falta esos dos balazos.