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Los deportistas mexicanos viven una paradoja: no reciben dinero de su Gobierno hasta que no acreditan su desempeño con una medalla. Sus inicios en las disciplinas deportivas, en las que deben ser arropados y potenciados, son duras pruebas de resistencia físicas y emocionales. Algunos compiten huérfanos de estímulos. Eso ha causado que un grupo de ellos se haya enlistado por las Fuerzas Armadas y que otros se aferren al respaldo de patrocinadores privados. Pero el secreto del promisorio crecimiento de México está en las universidades de Estados Unidos, potencia en los deportes que ha reclutado y forjado a los talentos tricolores del mañana.
El deporte de México sorprendió a América y a sí mismo. La delegación mexicana se encumbró con su mejor participación en los últimos Juegos Panamericanos con 136 medallas, 17 de ellas ganadas por 11 universitarios mexicanos que estudian en EE UU. El pronóstico del Gobierno era cauto con 19 oros, los deportistas regresaron con 37, casi el doble. Tres de esas preseas doradas fueron impulsadas en los colegios estadounidenses.
Juan Manuel Celaya es una garantía de gloria para México en los clavados. Con 20 años ganó dos oros y una plata en los Panamericanos. En el Mundial de Natación se llevó el bronce junto a su colega Yahel Castillo y estará en los Juegos Olímpicos del próximo año. “Un compañero de equipo se fue a la Universidad de Tennessee. Me recomendó ganar una beca completa para estudiar. Empecé a mandar correos y afortunadamente me contestaron en Luisiana”, cuenta a EL PAÍS. Celaya estudia ingeniería civil y entre de sus beneficios están librarse de pagar colegiatura, la renta, material escolar y comidas, además de poder viajar para competir por México. “Este año he competido de agosto a agosto”, agrega.
Los agentes de las universidades acuden a las competencias internacionales para valorar a posibles promesas. Roberto Vilches, ganador del bronce en salto de altura, recibió propuestas en sus últimos años de bachillerato. Tras ganar la medalla de oro en el Mundial de Atletismo para menores de 20 años, se convenció de estudiar en la Universidad de Misuri. “Hay un momento en toda carrera deportiva donde sientes que te estancas, no sabes por dónde ir. Salir de México hace que el deportista vea que no es el único con buenas cualidades. Esto nos ayuda a salir del estanque”, dice Vilches, quien también había intentado pertenecer a la Marina.
Estados Unidos nutre, principalmente, dos deportes para México: el atletismo y la natación, en la cual el país no ha ganado una presea en los Juegos Olímpicos desde 1968. En las piscinas estadounidenses, donde se han emergido Michael Phelps y Caeleb Dressel, los mexicanos buscan dar el ansiado estirón. La nadadora Mónika González Hermosillo acaba de terminar sus estudios de Economía en la Universidad de Texas A&M. Para ganarse un sitio tuvo que deslumbrar en competencias de bachillerato. A ella la ficharon tras una competencia en Hawái. “Compito en EE UU contra sus mejores nadadores que son, también, los mejores del mundo. Llegué a superarme y me he dado cuenta de que sí puedo llegar a su nivel y ganarles”, comenta la ganadora del bronce en los relevos mixtos en Lima.
“En EE UU no importa qué deporte hagas, te apoyan muchísimo. Las competencias entre las universidades son tan duras que nos preparan para competir a nivel internacional”, comenta a este diario José Carlos Villarreal, el carismático atleta que ganó oro en los 1.500 metros y también estudiante de Psicología y Comunicación, becado por la Universidad de Arizona.
El caso de Villarreal ha sido una gran sacudida para el atletismo en México. Nació en Puerto Peñasco (Sonora), pero sus padres se mudaron a Arizona cuando él tenía casi siete años. Su rendimiento en las distintas disciplinas le valieron para quedarse en la universidad como atleta-estudiante. Él quería competir por México en Lima, para eso debía cumplir un tiempo de tres minutos con 43 segundos y competir en el campeonato en México. Él tenía un tiempo de tres minutos con 37 segundos pero él debía competir por su escuela y no pudo viajar. Hasta ese momento estaba fuera.
Un mes antes de que iniciaran los Juegos Panamericanos recibió una llamada de las oficinas de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade). “Queremos que vayas a Lima”, le dijeron. Villarreal se había tomado una semana de descanso tras su temporada colegial y advirtió a las autoridades mexicanas de eso. No hubo problema. Entró a última hora en la lista final y concluyó primero en la prueba de los 1.500 metros. Es la única medalla que México ha ganado en esa prueba.
El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha otorgado premios a sus deportistas por participar en los Panamericanos (12.000 dólares por un año), 2.000 dólares para quien haya ganado una medalla de oro, 1.780 por plata y 1.270 por bronce. José Carlos Villarreal no podrá recibir esa beca. “En mi universidad hay reglas que dicen que no podemos recibir dinero por nuestros logros. Si recibo el dinero, me hago profesional y me podrían quitar la beca. Les diré a las autoridades de México que ese dinero mejor lo usen para los deportistas en Puerto Peñasco”, dice.
El presidente mexicano, quien ha convertido el béisbol en su deporte favorito para destinar recursos, felicitó a los deportistas mexicanos que participaron en Lima, Perú este jueves. Lanzó un par de agradecimientos a las Fuerzas Armadas y a la sociedad civil por apoyar a los atletas. No mencionó el semillero de mexicanos en su vecino del norte.
De los 543 deportistas mexicanos que compitieron en Panamericanos, 28 estudian o estudiaron en universidades de EE UU incluida la selección femenina de sóftbol, donde 12 de 15 jugadoras nacieron fuera de México. “Antes la Federación de Natación no tomaba en cuenta las temporadas colegiales en EE UU, ahora nos toman en cuenta”, dice González Hermosillo. Roberto Vilches lleva un año en Misouri “y eso me basta para ver que nos cambian la filosofía de ‘le voy a echar flojera en el entrenamiento’ a dar el 100% de ti en todo momento, hasta llegar a la cima”, se sincera. Los atletas han lanzado un llamado para que desde su país viren la mirada al norte. Una generación revolucionaria germina entre clase y clase cruzando la frontera.