Fue más el desfile que las campanadas, pero se oyeron fuerte. Se trataba del primer informe de labores de la segunda administración de Alfonso Esparza Ortiz al frente de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y la sorpresa fue un mensaje tan corto como contundente y claro, precedido por una nutrida marcha de personalidades de los distintos ámbitos de la vida pública.
Antes de la pregunta va la respuesta: no, ni Alonso ni Barbosa hicieron acto de presencia en el evento, pero de que se les esperó con ansia, eso nadie lo duda. Los compañeros de la lente iban de allá para acá en una marejada de obturadores sonando a coro frente a los rostros más diversos: por aquí el exrector Enrique Agüera, saludando rápido y a la misma velocidad metiéndose al auditorio del CCU porque a lo mejor le ganaban el asiento.
Otro Enrique hizo su oportuna aparición, este de apellido Doger, y también antiguo rector de la máxima casa de estudios, quien dijo algo que nadie recuerda muy bien porque el tricolor de repente como que pasó de moda. Y entre los que sí están disfrutando de los beneficios del reflector, ahí estuvo la presidenta municipal electa, Claudia Rivera Vivanco, aún flotando en el limbo de los logos institucionales malogrados, pero con una sonrisa en el rostro y buena disposición en el saludo.
Aunque ya de salida, el actual presidente municipal Luis Banck todavía fue bien recibido por la prensa y los asistentes, quienes están casi seguros de que su lugar en la vida pública de Puebla todavía pinta para un largo rato. Estrenando curul estatal, José Juan Espinosa llegó repartiendo palmadas optimistas para todo el que se dejara y para el que no, también. Manuel Alonso García y Marcelo García Almaguer se hicieron presentes, además de los rectores de la UPAEP, IBERO y Anáhuac, quienes no podían dejar de mostrar su apoyo al colega de la institución hermana.
Así, tras el desfile llegó la hora del discurso. Breve, dinámico y conciso, Alfonso Esparza abundó en los logros y la proyección de la institución que dirige. La innovación fue la piedra angular de un mensaje que, con 25 minutos cronómetro en mano, dejó a los asistentes un buen sabor de boca y una ovación al rector, centro de la atención de un auditorio lleno al tope.
Antes de las 11 de la mañana y tras los obligatorios apretones de manos, los asistentes desalojaron el recinto, esta vez en un desfile más rápido que el de entrada, pues al día aún le quedaban bastantes horas y el tiempo es un bien que se sabe aprovechar. Si no lo creen, pregúntenle a la gente de la BUAP.