El país | Alejandro Fernández
La saga de James Bond sigue con Bond. No podía ser menos. Y con Daniel Craig como protagonista. Pero según ha contado una fuente de la productora a The Daily Mail, cuando M (Ralph Fiennes), el jefe del servicio secreto, llama a la acción a 007, quien aparece no es Bond sino un nuevo espía. En realidad, una nueva espía: la actriz británica Lashana Lynch. La última entrega de la saga, con el título de trabajo Bond 25, se rueda estos días en Londres, con la dirección de Cary Fukunaga.
Hasta ahora se sabía de la trama que Bond salía del retiro cuando su amigo de la CIA Felix Leiter —que en la época de Craig está siendo interpretado por Jeffrey Wright, y que ha conocido diversos rostros según han cambiado los actores que le encarnan— le pedía ayuda. En el resto del reparto repiten Fiennes, Ben Whishaw (como el eficiente ingeniero Q), Rory Kinnear (como Tunner), Naomie Harris (como Moneypenny, que en el siglo XXI ya no es una secretaria bobalicona), Léa Seydoux (como Madeleine Swann) y Christoph Waltz (como el gran villano de la saga Bond, Blofeld).
Lashana Lynch (Londres, 31 años) empezó en el cine con Fast Girls (2012). Su actuación más conocida es la de la piloto Maria Rambeau, la amiga de la protagonista en Capitana Marvel. El cambio de género en el personaje de 007 —que no deja de ser el número del espía, no que Bond sea mujer— llega después de que Disney anunciara que la próxima protagonista de La sirenita será una actriz negra, Halle Bailey.
Puede que esta nueva espía sea idea de la guionista Phoebe Waller-Bridge, que ha ordenado, según la fuente del equipo de producción, que se sustituya el término chica Bond por mujer Bond. Waller-Bridge, guionista y protagonista también de la serie Fleabag, declaró cuando entró a formar parte del proyecto que la saga tenía que crecer, «y lo más importante es que la película trate a las mujeres de una forma correcta». No es la primera vez que James Bond pierde o renuncia a su 007, a su licencia para matar (eso es lo que significan los dos ceros): la última aportación a la saga de Timothy Dalton, Licencia para matar (1989), giraba sobre esta idea.