Cuando nos damos cuenta de la realidad que vivimos como mexicanos, que sin importar la preparación académica que se tenga se vive una desigualdad de las horas trabajadas con respecto al salario correspondiente, resulta que nos han enseñado a que nos aguantemos con lo que ganamos, no importa si nos están pagando a 86 pesos –en el mejor de los casos- las horas laboradas y que estas pueden ir desde las 8 hasta 10 u 11 al dÃa, y con suerte se tiene un dÃa de descanso.
¿Cuál es el resultado de esta desigualdad?  Una terrible frustración laboral y económica que va a permear en varios aspectos de la persona, como son su entorno social y familiar.
El hecho de no recibir una correcta remuneración económica por el trabajo realizado y por las horas empleadas, no estimula a un correcto desenvolvimiento personal, familiar ni social.
El tiempo es lo que nunca va a regresar a nuestras vidas; las oportunidades van a pasar y eso puede pesarnos, porque si no generamos lo que necesitábamos en un periodo de nuestras vidas, eso va a originar mucho desaliento, desilusión y hasta depresión en nuestras vidas.
Por todo esto, cuando un joven decide cambiar de paÃs, dejar a su familia y todo lo que conoce, sus costumbres y tradiciones, lo hace por una razón: vivir mejor, vivir una vida con comodidades, donde sienta que su trabajo, tiempo y esfuerzo son realmente mejor remunerados, donde puede ayudar a sus familiares al mandarles dinero, y de este modo puedan mejorar su forma de vivir.
Todo tiene un costo, eso nadie lo duda. El punto es ver hacia dónde queremos ir, a qué le apuesta un joven y cuál es su futuro inmediato.
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