Contaba Elena Larrea (que en paz descanse), en una entrevista con la Revista 360 Grados, que “tuvieron que hacerle manita de puerco” al diputado Eduardo Castillo de Morena porque se negaba a tipificar la zoofilia como delito, porque quería mantener en la congeladora la iniciativa que presentó en su momento la diputada panista Guadalupe Leal.
“Esa iniciativa fue mandada a la congeladora por el todavía presidente del Congreso del estado Eduardo Castillo. (…) No sé si al señor (Eduardo Castillo) no le vienen los temas de bienestar animal. Yo sí me molesté mucho con el presidente de la Jugocopo por congelar la iniciativa. Empecé a hacer ruido en los medios, con la gente, con mi comunidad. La sociedad le hizo manita de puerco al diputado. No le quedó de otra más que tipificar.
“Todavía salió Lalo (Castillo) diciendo que no le faltáramos el respeto, pero pues ¿qué tal si se le pide de buena manera? No hace nada el señor y pues sí, no fui la más amable, pero al final se tipificó (…) qué triste que se tiene que poner uno como gremlin para que te hagan caso, ya sabes, porque si no se hubiera quedado congelada la iniciativa contra la zoofilia”.
Así era Elena Larrea, una mujer echada para adelante, valiente a quien no le daba miedo opinar libremente sobre lo que pensaba (la muy honorable R. dice entre dientes “qué envidia”) sobre todo en estos tiempos de simulación e hipocresía.
Larrea era por mucho una mujer admirable.
Desde muy chica se dedicó a cuidar animales, puso refugios para perros y gatos, viajó a África para defender a las fieras que son víctimas de la caza, en 2019 creó un santuario para caballos, yeguas y burros que eran maltratados.
Fue amenazada por algunos, no todos, grupos de charros. Ella se armó de valor cuando descubrió que una yegua de nombre Mila, no sólo era azotada, sino que fue violada por un sujeto, como no se pudo proceder contra el agresor, Elena Larrea buscó apoyo y lo encontró en la diputada Lupita Leal, quien presentó la iniciativa.
A sus redes sociales llegaron amenazas de muerte, de atentar sexualmente contra ella, y como tenía que pagar la manutención del rancho que rentaba donde alberga a los caballos rescatados, buscó mil y un formas de conseguir dinero, pues entre veterinarios, medicinas, tratamientos y alimento se gastaba mensualmente 1 millón de pesos. Fue así que decidió abrir su Only Fans que monetizó y le alcanzó para pagar todo.
Esa acción le provocó el rechazo de su familia, en una entrevista que concedió para SoyEmprendedor, reveló que su familia la desheredó: “Básicamente me dijeron que no contara con ellos para nada porque era muy triste que ‘acabara haciendo esas cosas’. Mi mamá me bloqueó por ‘falta de autoestima y dignidad’. Perdí contacto con mi familia, pero tampoco es que me ayudaran antes de abrir el Only Fans”.
Y es que fue el caso de la yegua Mila la que hizo que todos volteáramos a Atlixco, al santuario de caballos que ella desarrolló, pues mucho antes ni los gobiernos, ni los partidos políticos, ni empresarios ponían la atención al refugio de Larrea.
¿Qué hizo distinto Larrea a muchos “líderes” políticos de por aquí cerquita?
Que fue leal a su discurso, que no se rajó, que soportó que su familia la hiciera a un lado, que la amenazaran de muerte, de ser violada, que un líder camaral se enojara con ella por ser quien era.
Por la mañana, nos enteramos de su muerte.
Ojalá deje un legado de lo que sí se debe hacer y que todas las Elenas Larrea del mundo se unan y nos reeduquen, porque esa actitud disruptiva sí rindió frutos y no sólo fue una aplaudidora, aplaudidor, aplaudidore más que como abundan en partidos políticos, medios de comunicación, cámaras empresariales.
Sirva pues esta pequeña columna como un homenaje a su memoria.