El número de matrimonios infantiles y de venta de bebés aumentaron con la pandemia y la pobreza, según datos de la ONU
Con tan solo ocho años, Afasana se muestra pensativa, cabizbaja; esboza una sonrisa leve, forzada. Ayer llovió, se peina el pelo con el barro, imagina trenzas. Sabe que en 20 días se casará con un desconocido. Su padre le contó la historia como un cuento de princesas, hizo los arreglos y eligió al mejor postor, quien se llevará la mano de su hija por unos 2.300 euros.
Sus respuestas suelen ser escuetas. ¿Estás contenta con tu futuro marido, feliz de tu futura vida? “Al menos podré comer dos veces al día”, afirma. Su padre, Yasee, tampoco levanta la mirada; parece avergonzado. Se coloca el shemagh —pañuelo tradicional— a modo de turbante para paliar los efectos del sol, siempre abrasador. “Claro que no quería hacer esto, pero tras la llegada de los talibanes perdí mi trabajo como barrendero.
Tuvimos que venir de Kabul a esta aldea remota de la provincia de Kandahar, donde vivía un tío mío con su familia. En teoría, iba a obtener un empleo en las plantaciones de amapolas para procesar el opio, pero el régimen ha decretado que esta sea la última cosecha, y apenas necesitan jornaleros. Sin dinero, no teníamos otra opción”, justifica.
“Se presentaron varios pretendientes e intenté escoger al más joven. Tiene unos 25 años, parece de buena familia y dice que permitirá a la niña ir a la escuela. Estamos todos tristes; Afasana llora por las noches. Todo irá bien, inshallah (si Dios quiere)”, agrega.
En redes circulan varios casos como este:
Unicef alertó en noviembre de 2021 del aumento de matrimonios infantiles debido a la “situación desesperada” de Afganistán, agudizada por la pandemia de la covid y la crisis alimentaria. La economía del país ya estaba en crisis, pero, cuando la guerrilla talibán tomó el poder a mediados de agosto de 2021, durante el caótico retiro de las tropas de Estados Unidos, se originó la tormenta perfecta. La comunidad internacional decidió congelar los fondos de ayuda, que suponían más del 75% del presupuesto nacional.
Las niñas perdidas
Arreglar matrimonios con niñas menores de edad es una práctica común en varias regiones de Afganistán. La familia del novio paga el dinero para cerrar el trato, y la pequeña, generalmente, permanece con sus padres hasta que cumple al menos 15 años.
Según datos de Unicef, el 28% de las mujeres afganas en la franja de edad entre los 15 y los 49 años se casan antes de la mayoría de edad. Con el anterior Gobierno, la edad mínima legal permitida para el matrimonio era de 16 años; sin embargo, y como señalaba Save the Children en su informe del 2016, ya se obligaba a las niñas a casarse incluso a edades tan tempranas como los 10 años. Las transacciones se realizan en mano y los matrimonios, oficiados por algún clérigo, se cierran en cuestión de horas, sin papeles. De esta manera, la comunidad acepta la relación, sin considerarla pecaminosa.
Con información de El País