Y entonces el estómago gruñe y se convierte en la mejor brújula en una ciudad en la que puede faltar todo, menos un puesto de tacos al alcance de la mano.
Como la necesidad comienza a apurar muy cerca del Paseo Bravo, no puede uno sentirse sino en el paraíso de la saciedad. Aquí seguro habrá de todo y a buen precio, pero para no fallarle al gusto vamos haciendo un inventario.
En los cuatro costados de la alameda el olor de la carne cocida de distintas maneras llama hasta al más hereje. De carnitas, hay, sobre todo cerca de la 11 Sur. Aquí se trata de llegar al sacrosanto botonazo con el sabor del puerco picado y mezclado, si así se quiere, con los cueritos que completan la experiencia.
Sin embargo, hoy las tripas andan en un plan más tradicional y se enfocan a lo poblano por herencia. Sí, ese regalo que llegó en forma de trompo y de la mano de la comunidad libanesa parece seguir siendo el rey de la gastronomía popular angelopolitana. Los bolsillos agradecen por igual su existencia, pues en economía nadie les gana, y casi siempre los benévolos taqueros ofrecen sus “promos” salvadoras del hambre.
Aquí el ritual es tan simple como generoso: uno tiene que llegar y gritar fuerte la orden, pues el remolino de gente semeja al trompo de carne que gira y gira y mientras éste se acaba en cada vuelta, los entusiastas diletantes del manjar salen de los rincones más inesperados. Aguantar los empujones y el socorrido “pásame la salsa, carnal” son indispensables si se quiere triunfar en las lides del taqueo de banqueta de esta ciudad.
Si de democracia hablamos, este es uno de los mejores ejercicios que se pueden hacer para practicarla. Lo mismo ve uno saciando su hambre a las naranjitas que estacionan su carrito de basura que a elegantes oficinistas salidos de sus autos último modelo. Las edades parece que tampoco importan, pues los estudiantes que decidieron aguantarse el hambre en el receso no ven la hora de pegar el brinco entre tanta gente y pedir su primera orden de varias que augura la tarde.
¿Y qué tan saludables serán?, pregunta la razón tras abordar la faena del taco. Demasiado tarde llega la prudencia, pues para ese momento, el estómago ya ha saciado su necesidad y no caben las lamentaciones. Es hora de emprender la partida con la seguridad de que los antígenos gástricos tendrán una prueba que sabrán superar.