La polÃtica monetaria del aumento en las tasas que desde el año pasado ha aplicado el Banco de México, la cual, paradójicamente, se implementó para bajar los Ãndices inflacionarios, ha acabado por impactar la economÃa familiar como daño colateral, principalmente porque se ha encarecido el crédito y la inflación ha tardado en normalizarse más de lo esperado.
Esto ha producido un aumento de la morosidad en los pagos de tarjetas de crédito, créditos personales y de nómina. Según cifras de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNVB), al mes de noviembre del 2017 la morosidad en tarjetas de crédito llegó al 16.12%, frente al 14.86% del 2016.
En el caso de los créditos de nómina, la morosidad pasó del 11.64% en 2016, al 12.2% en noviembre del año pasado; mientras que en los créditos personales, pasaron de una morosidad del 12.82% en 2016 al 14.22% a finales del 2017.
Estos niveles de morosidad no eran vistos desde 2015 y se estima que ascienden a alrededor de 63 mil 510 millones de pesos. Recordemos que la morosidad es la suspensión o atraso del pago de un crédito, a los 3 meses de retraso una deuda es considerada cartera vencida y puede ser trasladada a una empresa de cobranza.
Según analistas de las calificadoras crediticias Standard & Poor’s y Moody’s, este incremento en la morosidad responde a los aumentos de la tasa de interés de referencia, la cual el año pasado aumentó del 5.75% al 7.25%, lo cual modifica las tasas establecidas por bancos y otras instituciones financieras. Lo que han observado es que cuando los clientes empiezan a observar las alzas, pagan solo los mÃnimos en sus tarjetas; en ese sentido, prevén que la suspensión del pago de créditos vaya en aumento en los próximos meses.
Este incremento en los intereses aunado al incremento de los preciso de los bienes y servicios han dificultado a las familias mexicanas el pago de sus deudas, ya que los salarios prácticamente se han mantenido iguales frente al aumento sostenido de estos indicadores, por tanto, el poder adquisitivo se ha visto mermado.
Además de todo esto, prevén una desaceleración del consumo y de inversión de las familias, las cuales podrÃan aplazar la adquisición de créditos de vivienda a raÃz de la percepción de volatilidad y del encarecimiento del crédito, asà como de los bienes y servicios. (VÃa: Periódico Reforma)