Eran los primeros días de marzo cuando vivíamos la vida como si nada ocurriera, como si hubiera un mañana, como si nada. Fue hasta la segunda quincena de marzo cuando muchos comenzamos a preocuparnos mientras el presidente de la República decía que comiéramos en fondas y el subsecretario López-Gatell comentaba que el presidente no se contagiaba porque su contagio era moral, cuando la iniciativa privada decidió cerrar negocios, empresas y hasta las clases de los niños.
La vida cambió de pronto, se les olvidaron las marchas feministas y las de los estudiantes que clamaban por mayor seguridad. Las calles lucen vacías, sin autos, casi sin personas. Cada vez más, la gente sale porque de veras tiene que salir, si no prefiere quedarse encerrada en su casa con su sano juicio.
No faltan los que siguen pensando que el Covid-19 es un invento del gobierno y que no les hace nada. Vaya, no faltan los que dicen que si López Obrador salía a sus giras como si nada, pues ellos también. O los que de veras creen que es una enfermedad de “ricos” y que a los “pobres no nos da”. Ni modo, habrá gente que (esperemos que no) se dará cuenta de la realidad cuando esto sea demasiado tarde.
Viene una segunda crisis que no se ven medidas claras hasta ahorita: la crisis económica. Los gobiernos federal y estatales generan medidas paliativas que no llegan a nada. Medidas que dicen el qué, pero no dicen exactamente cómo.
La gente se encerró porque vio la urgencia de hacerlo, pero en los sectores turísticos y gastronómicos, los de ventas de publicidad y una larga lista se han quedado sin clientes o por lo menos sin pagos. No hay una estrategia para librar la contingencia económica que se avecina, y no es que lo festejemos —como aseguran los fieles seguidores de la cuarta transformación—, es que sin ventas no hay dinero y es muy difícil que existan ventas cuando no hay personas comprando.
México se sostiene por la micro y mediana empresa; son los salones de belleza, las fondas, los cafés, los talleres mecánicos, las talacherías, las farmacias que no son cadenas como Guadalajara y Del Ahorro, las recauderías, y una larga lista de tiendas que contribuyen a mantener a flote un país. Y aunque presuman de apoyos, la verdad es que no los hay. Pocos quieren adquirir créditos bancarios, pues saben que no los podrán pagar y no quieren comprometerse con los intereses.
El sector del transporte también se ha visto afectado y es una cadena que llegará a muchos que sin deberla ni temerla tendrán que sufrir. México, por sus características,
no tiene las condiciones para aguantar todo el tiempo encerrado en casa, y mucho menos sus autoridades han diseñado un plan para contrarrestar la crisis económica que ya está pegando en desempleo.
No se trata de culpar solo a López Obrador o a los enemigos del pasado, se trata de exigir que se saquen las mejores medidas económicas para salir adelante no solo en la contingencia sanitaria, sino en el problema económico que ya enfrentamos desde mediados de marzo y al que no se le ve fin.
En este número más reciente de Revista 360º -Instrucciones para vivir en Puebla nos solidarizamos con todos, pero también les exigimos a nuestros gobiernos abrir los ojos y dar mejores respuestas.