Ricarnage Loranca y Campos
Visitar o asistir a una fiesta “rave” es una experiencia que sin duda alguna cualquier joven debe de vivir, y algún chavoruco o chavaruca que aún pueda cometer el atrevimiento. Drogas, 24 horas de música continua y baile fueron los comunes denominadores del Festival Ozora.
A mis casi 30 años de vida no había puesto un pie en una de estas fiestas, no tenía interés e incluso no soy una persona afín a la música electrónica, todo lo contrario. Este sábado decidí romper mis estereotipos, mis prejuicios y me lancé a una fiesta de dos días seguidos. Esto fue lo que sucedió.
Antes de continuar me gustaría hacer una advertencia previa, si eres un moralista, amante de la ética, purista o puritano te recomendamos altamente que dejes de leer en este momento, te vas a sacar de onda.
Un rave en pocas palabras es una pinche fiesta gigante de música electrónica, casi siempre de más de 24 horas. Es bien sabido que en estos eventos el consumo de drogas es alto, muy. LSD, éxtasis, MDMA, peyote, piedra, cristal, cocaína, 2CB y una lista interminable de drogas que vi y fueron nombradas.
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La marihuana en estos tiempos ya es como el cigarro, lo más habitual y normal en el comportamiento de los asistentes del Ozora.
Los raves pueden ser de diferentes géneros de la electrónica, en mi caso me tocó visitar uno de “Psychedelic trance”, una de las ramas más vertiginosas y agresivas de la electrónica.
Decidido a vivir una experiencia nueva, y bastante psicodélica, no me imaginaba cuanto, abordé un tour especial saliendo de Puebla con otras 30 personas determinadas a bailar sin parar.
Ozora se realizó en Tepaxco, Estado de México. En lo más alto de una pequeña montaña se instaló el festival, dos escenarios, espacio de arte, zona de sanación y zona de camping. El escenario fue idóneo, un claro en medio de árboles y una pequeña laguna.
La neta la zona de camping, algo que nunca había visto antes, parecía un conjunto habitacional, una tras otra, idénticas.
Del escenario, decoración y montaje, totalmente profesional, no diremos ni una palabra, véanlo ustedes mismos. De otro planeta.
Armado hasta los dientes de una cantidad inaudita de THC, cebada y algún otro exceso, me dispuse a bailar durante horas, a mimetizarme entre los más férreos y aguerridos ravers, pasé como un veterano de mil batallas sin que los asistentes supieran que detestaba este tipo de música (ahora la entiendo), totalmente desapercibido por el anonimato que me brindó el gentío.
Hicimos tierra en el Ozora a eso de las 23:00 horas del sábado. El acceso al evento, la venta de bebidas y comida fue un verdadero desastre. Talvez los organizadores no esperaban tantísima gente. Me parece fue el único detalle chafa del evento.
En cuanto hice contacto visual con el evento supe que era algo completamente nuevo para mi y que mi sentido “apolíneo” debía ser enterrado por 24 horas para darle paso a mi parte más “dionisíaca”.
La inmediatez del sentir: De Apolo y Dionisio
Sin duda alguna el Ozora fue un lugar perfecto para profundizar en los conceptos planteados por Friederich Nietzsche en su libro el “El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música (1872)”. En él habla sobre la dicotomía filosófica de las figuras de Apolo y Dionisio.
Basada en ciertas características de la mitología en la antigua Grecia, Nietzsche plantea y asegura que los seres humanos tenemos una dicotomía en nuestro pensamiento y actuar que puede ir, como se mencionó con anterioridad, de lo apolíneo a lo dionisíaco. Suena bastante al maniqueísmo de Manes.
Sin meternos en rollos, el sentido apolíneo habla sobre la cordura, el rédito obtenido por el trabajo constante, el esfuerzo, la paciencia y lo racional. Al otro lado, totalmente contradictorio tenemos el sentido dionisíaco, lo inmediato, la extravagancia de la embriaguez, la contemplación individual y la exaltación colectiva.
Tras lo observado y después de un análisis profundo, con trabajo de campo amplio (ir a bailar al Ozora), quien suscribe puede concluir que el festival se trata de algo completa y totalmente dionisíaco. La inmediatez en su más puro estado.
Ojo, no estamos diciendo que sea algo malo ni mucho menos, no comulgamos con el maniqueísmo pues sabemos que entre el negro y el blanco hay una escala de grises con más de 200 tonalidades diferentes.
La música electrónica, en específico el “Psychedelic trance” entra de INMEDIATO en tus sentidos. La vista totalmente estimulada por los “visuales” en el escenario, el oído colmado de sonidos y ritmos que literal te hacen entrar en “trance”.
Podría relaciona de manera indirecta esta música con los mantras utilizados por los budistas e hinduistas. Según dichas creencias espirituales, existen algunos sonidos que tienen poderes psicológicos o espirituales, de sanación poes.
Cae la noche y nos seguimos juntando a bailar en la cueva
El Ozora en algún momento podría tornarse en una ceremonia masiva de la famosa danza cósmica de la que nos habla el chileno Alejandro Jodorowsky . Un baile colectivo que enseña, sueña, duele, cura.
“Ya hacíamos música muchísimo antes de conocer la agricultura” Jorge Drexler
El festival, afortunadamente, se desenvolvió entre dicha y armonía, en ningún momento pude observar un conato de violencia. Los “orcos” atiborrados de alcohol, baile o drogas no hacían más que ser personajes de “The Walking Dead”, completamente derretidos caían el pasto perdiendo la batalla, naturalmente sólo por un rato pues en cualquier momento se levantaban, compraban cheves y seguían la danza.
The worst bathroom in Ozora
Si bien es cierto que durante todo el Ozora observé cosas bien hardcore, la neta, la neta, la nasty shit se encuentra en los baños. En este punto nos vendría bien recordar aquella escena de Trainspotting en donde “Renton” tiene que meterse a un excusado totalmente asqueroso para recuperar un supositorio de opio que había ingresado en su, bueno ya saben.
Pues el baño de Trainspotting era un juego de niños comparado con los del Ozora, insisto, deja de leer si eres un conservador. Caca, sangre, jeringas, bolsas de droga por todos lados y la peor condición humana.
Definitivamente regresaría a un RAVE
Visitar el Ozora abrió un panorama nuevo para mi, me dio más tolerancia ante lo que no conozco y naturalmente la cruda de mi vida.
https://www.youtube.com/watch?v=0rZ9eEwSTWg
Una experiencia totalmente agradable si es que suprimimos algunas imágenes medio gachas que no van más allá de un pasón, la pálida, los baños deplorables o un wey corriendo desnudo.
Sin duda alguna, después de un buen rato, podría regresar a un rave. Y a ti que estás leyendo, si es que tienes la audacia, te recomiendo altamente visitar un festival de música electrónica.