Gerardo Murillo, o Dr. Atl, fue una personalidad mexicana que se aprovechó al máximo del tiempo de revolución y renacimiento que le tocó vivir y que supo trasladarlo a toda su obra. Siempre inconformista, se convirtió en un polifacético en busca de su propia personalidad a través de multitud de artes expresivas y oficios: fue pintor y escritor, pero también filósofo, explorador, geólogo, vulcanólogo y practicó el ensayo, la crítica de arte, la política y hasta la caricatura y el periodismo….
Gerardo Murillo nació en Guadalajara (Jalisco) el 8 de octubre de 1875. En su ciudad, en el taller de Felipe Castro, aprendió a pintar a los 19 años atraído por el arte y más tarde ingresó en el Instituto Científico y Literario del Estado para continuar su formación. Sin embargo, insatisfecho con sus conocimientos, viajó a México para estudiar en la Academia de San Carlos y en la Escuela Nacional de Bellas Artes.
Gracias a una beca, Murillo viaja a Europa y puede estudiar en Inglaterra, Alemania, Francia, España e Italia. Cursa la carrera de Derecho y Filosofía en Roma y Derecho Penal en la Soborna de París. Su interés ya era tan claro por el arte que viajó a París para escuchar las cátedras de Henri Bergson sobre arte. Se especializa en periodismo y en pintura y hasta obtiene allí una medalla de plata por un autorretrato.
El joven Gerardo Murillo decidió ponerse en esa época el seudónimo ‘Atl’, que significa agua en náhuatl, a sugerencia del poeta Leopoldo Lugones. En una carta dirigida a los miembros del Colegio Nacional escrita en 1951 explicó que el cambio de nombre se debió a su interés “en tener una manera de referirse a él acorde a su personalidad independiente, que surgió de las circunstancias y no de la imposición de sus padres”, y por esa razón se autobautizó con el nombre ‘Atl’ que significa “el agua maravillosa de su alegría de vivir”.
Gerardo Murillo regresó a México cuando se le acabó el dinero y ahí inicia una protesta por una exposición de pintores españoles, recibiendo el encargo de organizar una con artistas de su tierra y defendiendo un gran entusiasmo por la pintura renacentista, el neoimpresionismo y el fauvismo. Comenzó a impartir clases en la Academia de San Carlos de la Ciudad de México, donde tuvo como alumnos a Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco. En esos años la carrera emprendedora de Gerardo Murillo ya es imparable, y regresa a Europa para realizar exposiciones, fundar el periódico Action d’Art y también la Liga Internacional de Escritores y Artistas.
Al enterarse del golpe de Estado de Victoriano Huerta en 1913, Gerardo Murillo regresa a México y se alía con las tropas de Zapata. Funda las revistas ‘Las artes de México’ y ‘Las iglesias de México’ y comienza a publicar libros y a ilustrarlos con numerosos retratos, desnudos de mujeres, montañas, mares y volcanes.
Gerardo Murillo, o más bien ya ‘Atl’, sostuvo a lo largo de su vida que la revolución artística se inició en otoño de 1910 con una exposición que celebraba el centenario de la Independencia. A lo largo de su vida participó también activamente en política dentro del bando carrancista y hasta fue a la cárcel por sus ideas políticas, teniendo que exiliarse a Los Ángeles (Estados Unidos).
Su obra alcanzó estabilidad a partir de la década de los años 30, cuando se dedicó a pintar retratos y paisajes. Entre sus obras más importantes destacan los retratos de la pintora, poetisa y modelo mexicana Carmen Mondragón, con quien sostuvo un sonado romance y a quien él mismo bautizó en 1921 como Nahui Ollin.
Gerardo Murillo también se interesó vivamente por la vulcanología a partir de 1920. Escaló con mucha frecuencia el Popocatépetl y el lxtaccíhuatl para estimular esta afición y gracias a su interés tuvo la oportunidad de ser testigo del nacimiento del Paricutín en 1943. A partir de esta experiencia elaboró apuntes y pinturas que expuso al año siguiente en el Palacio de Bellas Artes, para después reunirlos y editar el libro ‘Cómo nace y crece un volcán, el Paricutín’, en 1950. Esta obra es considerada como una joya de la vulcanología.
En sus pinturas los árboles y las montañas fueron siempre los modelos de sus obras siguiendo una línea fauvista-impresionista, con un manejo monumental del espacio, lleno de fuerza y con horizontes curvados en busca de amplitud y movimiento.
Su afición a los volcanes la unió a su pasión por la pintura y con este propósito desarrolló los atl-color, una aportación técnica que consistía en aplicar tintes secos o resina con los cuales se podía imprimir sobre papel, tela o roca; y así fue como pintó frisos de ninfas con guirnaldas floridas y cuadros de grandes dimensiones que representan volcanes y para decorar, por ejemplo, una cafetería de la calle 16 de Septiembre de la Ciudad de México.
El doctor Atl se vio impedido de seguir escalando volcanes y montañas, otra de las actividades que practicaba con pasión, cuando le amputaron la pierna derecha. Entonces decidió dedicarse a sobrevolar los cielos, lo que le permitió alcanzar una visión más amplia de los paisajes, creando así los aeropaisajes, que son conjuntos geográficos tomados desde las alturas.
En vida, Gerardo Murillo donó la mayoría de su obra plástica al Instituto Nacional de Bellas Artes y por toda su trayectoria y trabajo recibió la Medalla Belisario Domínguez en 1956 y el Premio Nacional de Artes en 1958.
El artista falleció el 15 de agosto de 1964 por complicaciones respiratorias, posiblemente agravadas por sus largas exposiciones a las fumarolas de los volcanes, y sus restos reposan en el Panteón de Dolores en México, en la Rotonda de los Hombres Ilustres.
(Con información de El País)