Los noventas es la década que aquellos nacidos entre 1970 y 1987 recordamos con especial nostalgia. Crecimos viendo las repeticiones de Los Thundercats y Los Halcones Galácticos, que si bien habían sido creadas en los 80’s siguieron vigentes varios años después. La música también tenía lo suyo: entre mediados y finales de los 80’s surgían bandas como Guns n’ Roses, Soundgarden, Nirvana, Pearl Jam y ya para inicios de los 90’s se habían convertido en dioses de la cultura popular. Los 90’s también representaron el surgimiento del “Girl Power” con Shirley Manson y Gwen Stefany liderando dos de las bandas más representativas de la década.
No teníamos ni idea que estábamos presenciando el nacimiento de bandas británicas que marcarían la historia como Radiohead, Oasis y Blur; nos enamoramos de algún vj de MTV y conocimos a esas mujeres que parecían salidas de nuestros más inverosímiles sueños: las supermodelos noventeras, que se ganaron su lugar gracias a su belleza y porte y no por mero nepotismo como sucede hoy en día. Entre los nombres que se nos grabaron bien en la cabeza y por las que revisábamos las revistas de moda para recortar sus fotografías estaban Claudia Schiffer, Kate Moss, Naomi Campbell, Christy Turlington, Cindy Crawford, Carla Bruni, Linda Evangelista, Helena Christensen y Karen Mulder. Ellas formaron parte de ese escuadrón de muñecas vivientes que desfilaban sobre las pasarelas y aparecían en prácticamente todos los anuncios de maquillaje, ropa, perfumes… ¡todo! Y la verdad es que nunca nos cansamos de ellas, pero el tiempo, como siempre, hizo que poco a poco cada una le fuera cediendo su lugar a las nuevas generaciones de modelos. Ellas compartían la belleza de sus predecesoras, pero había algo inefable en las supermodelos noventeras, quizá una combinación de todo, aunque a mí, aún ahora, me sigue pareciendo que nadie ha llenado sus zapatos, o quizá sea sólo la nostalgia.
De ese grupo de supermodelos noventeras algunas siguieron en la industria de forma más discreta conforme ganaban años y nos enterábamos de ellas de vez en vez en alguna publicación, otras, aparecían en las páginas de las revistas con sus familias, ahora eran madres y se habían retirado de las pasarelas para dedicarse a la familia. Sin embargo, Karen Mulder, “La rubia con clase” como le apodaban, decidió retirarse de las pasarelas abruptamente con tan sólo treinta años y siendo aún una de las modelos más solicitadas.
La historia de Karen Mulder es curiosa, quienes la conocieron la describían como una chica tímida. De hecho, su entrada al selecto mundo de la moda fue sin querer: un amigo cercano envió fotos de ella sin su consentimiento para participar en un concurso de belleza, los jueces quedaron sorprendidos y se llevó el primer lugar, pronto comenzaron a canalizarla con agencias de modelaje en Holanda, de donde es originaria. A partir de eso, grandes marcas ponen sus ojos sobre ella y participa en múltiples desfiles alrededor del mundo. Tenía apenas quince años
Su carrera iba en ascenso y cualquiera pensaría que la rubia con clase tenía el mundo a sus pies, pero nada estaba más alejado de la realidad.
En el 2001, después de haberse retirado de las pasarelas un par de años atrás, Karen fue la invitada para la grabación de un programa de televisión francés; nadie en el set se pudo imaginar lo que estaban a punto de escuchar. Karen comenzó a describir sus vivencias de sus años de supermodelo, pero no eran anécdotas glamorosas, al contrario, afloraron los demonios que venía cargando. El equipo del canal escuchó cómo Karen describía los incontables abusos: haber sido violada en tantas ocasiones que no podía ni recordar cuántas; sus agentes la “invitaban” (obligaban) a ir a fiestas exclusivas donde tenía que consumir drogas si no quería que la golpearan en el rostro porque, claro, una modelo con el rostro desfigurado no consigue trabajo; la obligaban a mantener relaciones sexuales con productores, fotógrafos, políticos y hasta altos mandos policiacos. Entre sus abusadores surgió el nombre del príncipe Alberto de Mónaco. Karen no pudo terminar la entrevista, sufrió un ataque de pánico y se retiró del set. La entrevista nunca salió al aire y los directores del canal ordenaron destruir las cintas.
Fue internada en una clínica psiquiátrica, y el presidente de su exagencia de modelaje fue quien “amablemente” (bastante sospechoso) pagó el tratamiento y dio a conocer el diagnóstico a la prensa: depresión, ansiedad y “delirio”.
Delirio: Perturbación mental que conlleva a ideas disparatadas y pérdida de la capacidad de razonar.
El diagnostico que se había filtrado a la prensa desacreditaba todo lo dicho por Karen, ¿cómo podía tomarse en serio a alguien que sufre de delirio?
A Karen Mulder la silenciaron, le rompieron la psique al desestimar sus declaraciones. En el 2002, Karen se tomó un frasco completo de pastillas para dormir, su exprometido la encontró aún con vida y la trasladó a un hospital donde cayó en coma. La prensa la hizo pedazos, los titulares hablaban del intento de suicidio de “La modelo Loca”. Al final, Karen logró salir del coma y regresar a su vida, ahora alejada de todo aquel ambiente tóxico de la fama y la moda.
Nadie le hizo justicia a Karen Mulder, incluso años después, algunas publicaciones se refieren a ella como “La belleza trastornada”. Tal vez si hubiera nacido unas décadas después, quizá Karen Mulder formaría parte de ese grupo de mujeres que están acusando a los altos mandos de Hollywood de violaciones y abusos y tal vez alguien la escucharía. Afortunadamente, las mujeres que hoy han levantado la voz en contra de sus abusadores son escuchadas y apoyadas, pero nadie apoyó a Karen en sus días: la hicieron pasar por loca, le destruyeron lo que podía quedar de su carrera y prácticamente la borraron de la memoria colectiva, porque su nombre es el que menos se recuerda de ese escuadrón dorado de las supermodelos noventeras.
En realidad sólo han pasado quince años del colapso de Karen Mulder al destape de los abusos cometidos contra actrices y modelos por parte de los altos mandos de la industria cinematográfica, pero esos quince años son un abismo de diferencia. Debemos aplaudir que las cosas hayan cambiado y celebrar que hoy se castigue a quienes hicieron tanto daño, pero no debemos de olvidar que antes de esto hubo un número infinito de victimas que fueron silenciadas y que merecen también ser escuchadas. Millones de mujeres y hombres que sufrieron de abusos, personas como tú y como yo, a pesar de todo lograron salir adelante, aunque se hayan guardado en lo más profundo de su ser el dolor de haber sido la consecuencia de una sociedad que minimiza la violación y tiende a culpar a la víctima, como lo hicieron con Karen. Por eso es justo hablar de Karen Mulder y recordarla, no por ser únicamente una víctima, sino por ser una guerrera, una sobreviviente, la mujer que vio al diablo a la cara en muchas ocasiones, aquella que intentaron destruir y, aunque por un momento se dio por vencida, terminó por aferrarse a la vida despertando de un coma para ser una madre amorosa que dedica su vida a su hija. Sí, es tiempo de hablar de Karen Mulder.