Por Fernando Zuloaga
CEO & Founder en ZOLKING
Experto en Cine y Televisión
Twitter: @FZGTV
La nominación de esta novel actriz oaxaqueña de origen indígena ha dividido opiniones y causado incluso deplorables declaraciones misóginas y racistas de una estirpe de “actores” que lejos están de los contenidos de calidad que se han producido en México, exhibiéndose como realmente son, criticando incluso la falta de formación profesional de la “maestra de kínder”, como si eso fuera un impedimento oficial en nuestro país para llegar a las pantallas.
En septiembre de este año, cuando tuve la oportunidad de disfrutar por primera vez de ROMA en el cine Tonalá, luego de que ésta triunfara en Venecia, me aventuré a predecir en mi reseña para Grupo Fórmula que Yalitza estaría nominada al OSCAR por una sola razón: la escena del parto.
¿Por qué esa escena es de OSCAR?
Porque el arco emocional de esa escena es perfecto y complejo. Cleo está adolorida y con miedo ante la inminente llegada de su hija, emociones que Yalitza logra transmitir de una forma contenida pero constante, hasta que le dan la noticia de que la pequeña nació muerta, para luego sostenerla un momento en su lecho y volver extrañamente a la calma… calma que se entiende cuando Cleo confiesa a la familia en la memorable escena de la playa, que no quería a la niña.
La verdad y la autenticidad con la que Yalitza logra estas escenas no es cualquier cosa, mantener esa emoción en diferentes tomas es oficio de actores. Como creadores audiovisuales siempre buscamos esa verdad y autenticidad desde el guión y quizá fue lo que Cuarón encontró en ella, una mujer que logra transmitir emociones con una naturalidad única, que hace que el personaje se vuelva más entrañable pues no cae en los vicios que muchos actores “formados” tienen, pero sobre todo encontró a quien honrara y le diera vida a su memoria.
¿Por qué los actores mexicanos están en su mayoría viciados?
Porque en México fuimos mucho tiempo hijos del melodrama, herederos de una dirección escénica que exacerba las emociones para lograr transmitir y mantener la atención de la audiencia, sumado a una dinámica de producción que le exige a un protagonista grabar entre 20 y 40 escenas al día.
Además, desgraciadamente en nuestro país las escuelas de actuación no tienen un standard de calidad y hay una enorme disparidad entre sus egresados. Quizá el ENAT y el CUT tengan el mejor nivel, pero sus graduados son los menos, y en el medio dominan escuelas vinculadas a Televisa, TV Azteca y Argos que imponen un modelo que sólo funciona para sus producciones y por lo regular no priorizan el arte, luego vienen estudios más pequeños liderados por actores que han logrado capitalizar su fama a través de la docencia y algunos afortunados (los menos), que han podido educarse en el extranjero. Por ello es difícil encontrar actores que transmitan con verdad y autenticidad un texto, y para ciertos papeles es mejor buscar nuevos talentos que aún sonrían como Yalitza lo hace, que puedan ser espectadores y oyentes silenciosos y aún así se roben la escena, sin estar contaminados con métodos obsoletos que nos ponen como país en un nivel actoral muy por debajo de naciones como Argentina y España y ya ni hablar de Estados Unidos y Gran Bretaña.
La nominación de Yalitza es por demás bien merecida, si no lo estuvo en otras premiaciones como los Golden Globe, los SAG e inclusive los mismos BAFTA es por la reglamentación de cada una de estas preseas.
La nominación hay que celebrarla, no sólo como mexicanos, también como la industria hispana que representamos, pues debiera inspirar a muchos a lograr lo que pareciera imposible como lo parece ahora su triunfo por competir con actrices de la categoría de Glenn Close con su soberbia actuación en “The Wife” y Olivia Colman que se descompone en escena como nadie en “The Favorite”, ambas interpretaciones contundentes y entre las cuales seguramente estará la ganadora.
La polémica desatada debe hacernos reflexionar sobre los valores que realmente practicamos a diario en nuestra vida pública y privada, y entender que seremos mejores seres humanos cuando nos reconozcamos con un amor auténtico en el alma de nuestros semejantes sin importar su color de piel, origen, condición económica o preferencia sexual