Rex explica que en las áreas donde el grosor de la capa de ozono es máxima, la pérdida es de alrededor del 90%, un área equivalente a tres veces Groenlandia. Si bien, en total se ve afectada un área de 20 millones de kilómetros cuadrados, o 10 veces el tamaño de Groenlandia, a pesar de que la pérdida de ozono a veces es menor.
Esto se debe, según Rex, a un vórtice polar especialmente fuerte este invierno y a las bajas temperaturas en la estratosfera, donde se encuentra la capa de ozono.
«En este momento, esas masas de aire todavía están encerradas sobre el Ártico central, por lo que la gente en Europa no necesita preocuparse por quemarse con el sol más rápido de lo habitual», afirma. Sin embargo, es una posibilidad que esas masas de aire se alejen del Ártico central y hacia Europa en abril.
La producción de clorofluorocarbonos que dañan el ozono fue prohibida hace mucho tiempo, pero tal y como advierte Rex, las sustancias son muy duraderas.
El agujero de ozono sobre la Antártida, cuyo descubrimiento en 1985 condujo a la aprobación del Protocolo de Montreal y, por lo tanto, a la prohibición gradual de los clorofluorocarbonos, parece cerrarse lentamente. En 2019, alcanzó su menor extensión en unos 30 años.
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