Todo mexicano ha sucumbido alguna vez ante un delicioso tamalito. Y es que sacan de apuros en cualquier ocasión, tanto se sirven para un buen desayuno como para celebrar algo importante.
Parece que durante la pandemia ayudaron a integrar familias, compartiendo todos en una mesa. Según un estudio, en el confinamiento subió la preferencia, actualmente el 32% de los mexicanos come tamales y 17% toma atole, de acuerdo con un reporte de Kantar México.
A la masa hay que persignarla para que todo salga bien, nadie debe de abrir la vaporera porque se encelan y quedan crudos, cántales mientras se amasan para que no tomen sabor agrio. Si hay un niño o mujer llorando hay que correrlos porque se salan.
Muchísimos mitos rondan la elaboración de los tamales, y estos han pasado de generación en generación, ¿Alguna vez escuchaste a tu mamá o abuela decir algo similar?
El tamal, Tamalli en Náhuatl, se prepara con manteca de cerdo, harina de maíz nixtamalizado, agua o caldo y sal. Generalmente van rellenos de alguna salsa, carne, pollo o pavo y se envuelve en hojas de totomoxtle (hoja seca de maíz), maíz tierno o plátano para su posterior cocción.
En el centro del país suelen tener una forma alargada y los rellenos más comunes son la salsa verde (a base de tomatillo verde) con carne o queso; el mole (salsa elaborada con chiles secos y chocolate principalmente) con carne; o las rajas de chile jalapeño y quesillo (queso fresco en hebras, parecido al queso mozzarella). Pero no podemos dejar de lado aquellos tamales con relleno dulce como los teñidos de rosa con pasas, piña o cacahuetes.
Los tamales sobreviven a pesar de las modas
Los tamales se han adaptado a las nuevas tendencias. Los hay rellenos de fresas, zarzamora, queso crema, chocolate de metate. También los hay con salsas de mezcal, tequila o pulque; también son inclusivos y se tiñeron con los colores del arcoíris.
Incluso es cada vez más común encontrar opciones que nos remiten a los orígenes veganos del tamal y se rellenan de setas, judías, quelites (hojas tiernas de diferentes hojas comestibles) o tofu.
Otras variaciones populares, son “la guajolota” (emparedado de tamal dentro de un bolillo, pan Felipe o pan francés) y el tamal frito. Este último se elabora, en muchas ocasiones, para evitar el desperdicio. Podemos freír aquellos que se han enfriado y adquieren una textura muy suave rodeados de una corteza crujiente.
Algo muy particular sucede con el consumo de tamales en México. A pesar de ser un alimento al que se tiene acceso de manera cotidiana, también es una comida íntimamente ligada a festejos debido al sincretismo religioso.
Como ejemplo tenemos la celebración del día de la Candelaria. El ritual comienza el 6 de enero al partir la rosca o roscón de reyes. Quien encuentre la figurilla del niño Jesús se convierte en su padrino y su deber es preparar o comprar tamales para los convidados a la celebración.
La presencia de los tamales se justifica debido a que el mes de febrero marcaba el nuevo año para los mexicas, también conocidos como aztecas. Tiempo de agradecimiento a los dioses Tlaloc (dios de la lluvia), Calchiuhtlicue (diosa de ríos, lagos, lagunas y mares) y Quetzalcoatl (dios del viento, la lluvia, creador del mundo y la humanidad).
Con información de: thegourmetjournal