Por Marco Antonio Martínez
Hoy aprovecho este espacio para contarles la historia de esta hermosa tradición de fin de año.
Según lo narra Marco Polo en su libro Il millione, también conocido como Los viajes de Marco Polo, las piñatas son originarias de China, en donde se utilizaban para las celebraciones de año nuevo. Posteriormente, Marco Polo llevó esta tradición a Italia en donde se adaptó a las festividades de la cuaresma.
Existen distintas versiones sobre el origen de la piñata, una de ellas se relaciona con los viajes del expedicionario Marco Polo a China, quien observó una tradición en la que se acostumbraba romper la figura de un buey relleno de semillas en el marco de la fiesta del año nuevo chino.
Al darse a conocer esta tradición en Europa, los españoles la importaron al Nuevo Mundo.
A su llegada los antiguos mexicas celebraban durante el invierno, en el mes de diciembre, no sólo a Quetzalcóatl, sino también el advenimiento de su principal deidad, Huitzilopoztli, durante el mes Panquetzaliztli.
Estas fiestas duraban veinte días, iniciaban el 6 de diciembre y terminaban el 26 del mismo mes. Eran mitotes solemnes que estaban precedidos por 4 días de ayuno y en las que se coronaba al dios Huitzilopochtli poniendo banderas en los árboles frutales.
Esto es a lo que llamaban el “levantamiento de banderas”. En el gran templo ponían el estandarte del dios y le rendían culto. El pueblo se congregaba en los patios de los templos, iluminados por enormes fogatas para esperar la llegada del Solsticio de Invierno.
El 24 de diciembre por la noche y al día siguiente 25, había fiestas en todas las casas.
Se ofrecía a los invitados una rica comida y unas estatuas pequeñas de pasta llamada “tzoatl”.
Por esa razón y aprovechando la coincidencia de fechas, unos de los primeros doctrineros agustinos, promovieron la sustitución de personajes y así desaparecieron al dios prehispánico y mantuvieron la celebración, dándole características cristianas.
Los primeros misioneros dentro de la llamada Conquista espiritual de México, en el siglo XVI, trataron de enseñar a los indios la nueva religión por medio de representaciones teatrales parecidas a los “autos de fe” de su país de origen. Se atribuye a Fray Diego de Soria a finales del siglo XVI, las primeras “jornadas”, como se llamaban entonces, en el convento de Acolman, para recordar el camino de José y María de Nazaret a Belén.
La celebración se fue enriqueciendo de la costumbre franciscana de representar con imágenes este pasaje bíblico. De estas celebraciones y de los Autos de Fe europeos surgieron las pastorelas y los villancicos y desde luego Las Posadas.
En 1587, fray Diego de Soria obtuvo del Papa Sixto V la bula autorizando la celebración en el Virreinato de la Nueva España de unas misas, llamadas de aguinaldo del 16 al 24 de diciembre y que se realizarían en los atrios de las iglesias. Junto con las misas se representaban escenas de la Navidad. Luego de la Misa se realizaban festejos con luces de bengala, cohetes, piñatas y villancicos.
Las posadas se llevaban a cabo los nueve días previos a la Navidad, simbolizando los nueve meses de espera de María. Al terminar, los monjes repartían a los asistentes fruta y dulces como signo de las gracias que recibían aquellos que aceptaban la doctrina de Jesús.
En el siglo XVIII, la celebración, aunque no dejó de realizarse en las iglesias, pasó a tomar más fuerza en los barrios y en las casas, y la música religiosa fue sustituida por el canto popular.
La ceremonia consiste en una procesión desde las Iglesias o en las casas particulares donde se lleva en andas a los Santos Peregrinos, o sea a las imágenes de María y José algunas veces acompañados de un burro o guiados por un ángel.
En algunos lugares varias familias con anterioridad se reparten Las Posadas, es decir cada noche una familia distinta organiza “la posada” y los peregrinos irán pidiendo ser recibidos de una casa a otra.
Durante la procesión, los participantes iluminados por pequeñas veladoras caminan detrás de los Santos Peregrinos rezando el Santo Rosario.
Luego en los atrios o en los patios se cuelgan y se rompen las piñatas, ollas decoradas que con papel de china, toman múltiples formas que se rellenan de frutas, cacahuates y dulces.
Con el paso del tiempo, la piñata pasó a ser un elemento infaltable en las fiestas mexicanas.
La piñata tradicional se elaboraba con una olla de barro que era decorada con colores brillantes, hoy en día ya se hacen de periódico con engrudo o hasta de cartón. A esta misma se adhieren siete conos o picos que terminan dándole la forma de una estrella. La piñata se rellena con dulces y frutas de temporada. Para romperla se cuelga de un lazo o cuerda que la mantiene en lo alto; el reto consiste en quebrarla con un palo mientras se tienen los ojos vendados.
El significado religioso de la piñata está presente en sus elementos decorativos; por una parte, el forro que la recubre, al ser de colores llamativos, es asociado con la tentación, mientras que los siete picos que sobresalen sobre su superficie se vinculan con los pecados capitales. El hecho de romper la piñata con los ojos cubiertos implica un acto de fe, en el que la fortaleza del individuo debe prevalecer para vencer la tentación del pecado.
Los dulces y frutas que se utilizan como relleno de la piñata simbolizan los dones y regalos celestiales por haber vencido al mal, de tal manera que, al romper la piñata, se recompensa a los fieles por no abdicar en su lucha contra el demonio.
Espero que les haya agradado esta narración a mis apreciables lectores, si gustan compartirme alguna historia amena de su comunidad o hacerme algún comentario, ya saben que está a su disposición el siguiente número de WhatsApp que es el 22 25 61 95 41 o me pueden enviar un correo electrónico a la cuenta de marco_anthony@hotmail.com Estoy a sus órdenes para quien guste un recorrido por sitios turísticos de interés de Puebla, se despide de ustedes su humilde servidor..