Muchas veces pensé que, si Dios me quisiera, entonces me darÃa la fuerza que necesitaba para dejarte sin voltear a ver. Â
[su_divider size=»2″]Además:[/su_divider]
Promete que ya no vas a pensar en llamarle cuando llegues temprano a tu casa, tampoco en acomodar tus perfumes en el orden que a él le gustan.  Â
Que ya no vas a pensar en él cada que te inviten a un lugar al que fueron juntos, ni mucho menos en la canción que cantaste a gritos frente a él cuando apenas podÃas ponerte de pie.   Â
Trata de que nunca se den cuenta de que dejaste de usar tu ropa favorita, la que él te regaló.  Â
Esconde bajo la cama las cosas que le diste para nunca volverlas a ver. Elimina las fotos que tenÃan juntos, incluso deberás ocultar las que tenÃas impresas.  Â
OlvÃdate de las noches, las mañanas y las tardes porque todo en ellas te lo van recordar a la fuerza.  Â
DespÃdete de los lugares, donde se dieron el primer beso, donde planeaban vivir juntos y el de la primera vez que se pelearon.   Â
Ya no pienses en lo más cursi que hizo, y por ningún motivo creas que existÃa una manera de arreglar los problemas que tenÃan.   Â
OblÃgate a que te dejen de gustar las cosas que te compartió y no vuelvas a tomar el camino que los llevaba a casa.  Â
Ya no vistas los colores que le gustan, tampoco te pongas la camisa en la que él decÃa que te veÃas mejor. Â
No veas las paredes pintadas en ese tono, abandona bajo tus pies las promesas que le hicieron a Dios mismo.  Â
No extrañes el calor y la tranquilidad de compartir la cama, ni los juegos torpes en los viajes de camión.  Â
Deja de decir las palabras que inventaron y finge que no sentiste su olor en una chamarra tuya.  Â
Procura que ya nada en tu vida tenga algún contacto con él, y cuando llores, ya no pienses que va a ir contigo para decir alguna tonterÃa que te haga sentir mejor.  Â
No deberás recordar las cosas malas que pasaste, pero tampoco en lo bueno. La verdad eso es lo que duele más.  Â
Evita pensar en las cosas que ahora le faltan a tu vida para estar completa.  Â
Ya no vas a acordarte de él cuando tengas frÃo en la noche, ni cuando busques las palabras correctas para decirte que sà puedes hacer algo en tu vida.   Â
Procura que jamás vuelva a salir su nombre de tus labios cuando hables con tus amigos, trata de no verte preocupada cuando te pregunten cómo te sientes y nunca le muestres a nadie- ni a ti misma- que duele y dolerá.Â
Porque si bien no lo hace ahora mismo, los piquetes en el pecho van a llegar tan de súbito como lo hace una enfermedad letal.   Â
El arte de la negación: cuando nunca te enseñan a llorarÂ
Deja de imaginar su voz y olvÃdate de cómo era. Si puedes, también borra su cara de tu mente, para que, si lo vuelves a ver, no lo reconozcas.  Â
Trata con todas las fuerzas que acumules, que no se llenen los vacÃos de la mente y dejar que los recuerdos se queden en los lugares para que puedas dejarlos todos ahÃ, tan lejos de ti como sea posible.  Â
Seguro que todo se volverá tan confuso que, si el pasado fuera futuro, serÃa la mejor de las noticias. Â
Intenta escribir en una libreta las malas palabras que te dijo para darles la vuelta, aunque la pluma en tu mano derecha tiemble, el papel se moje y tus pies no se dejen de mover. Â
Guarda la hoja amarilla y arrugada donde, por lo pronto no la encuentres y búscala cuando la necesites. Â
También, el corazón temeroso dará un vuelco esperando un buen mensaje sin éxito, esperará tanto que se secará como el árbol que plantaste en su casa. Â
Que, devorado por las alimañas, la voluntad del mal por seguir será más fuerte que el deseo por parar.Â
Y si no puedes olvidar el recuerdo de los destellos dorados que mostraba la hojarasca a pie de la carretera -ese que te obligó a enamorarte– por lo menos olvida el calor que te dejó. Â
Eso que sobrepasó el deseo de querer y superó al inmenso libro de palabras de consuelo que guardabas en la estanterÃa, nunca dejará de ser una bella apologÃa a lo que pensabas que era el amor.  Â