¿Quién no ha mirado embelesado la foto de Jim Morrison con el torso descubierto? El magnetismo del mÃtico cantante logró arrebatar, con estas icónicas fotografÃas, la lujuria, admiración y devoción de sus fanáticos.
El principal responsable de provocar estas emociones fue el fotógrafo Joel Brodsky, quien en 1967 fue contratado por Elektra Records para fotografiar a la sensación musical del momento en la costa oeste americana: The Doors.
Con el cuidado artesanal y minucioso que caracterizarÃa a su trabajo, se dispuso a realizar el encargo en su propio estudio. Era, sin ninguna duda, el conjunto más prometedor con el que habÃa tenido que lidiar hasta la fecha, por lo que la necesidad de obtener un buen resultado era clave a los dos lados de la lente.
Ambas, música e imagen, fueron un rotundo éxito. La contraportada fue nominada para los premios Grammy por su originalidad. En dicha instantánea, aparecen combinados retratos individuales de los músicos en una cuádruple exposición que requerÃa de bastante habilidad técnica en los tiempos pre-photoshop. Otro logro de la back cover, más terrenal, pero no menos glamuroso, fue ser la primera fotografÃa de un álbum en ser colocada en los grandes carteles publicitarios de Sunset Strip en Hollywood.
Con una segunda sesión llegó el escándalo. Realizada también en 1967, la jornada comenzó con total normalidad. Primero se harÃan las fotos de grupo y después se pasarÃa a las individuales. En la fase grupal todos se mostraron muy cooperativos y sabedores de la importancia del aspecto visual en el mundo de la música.
En el turno de los retratos de cada músico, Brodsky puso deliberadamente a Jim al final, con la intención de exprimir el tiempo que fuese necesario sin tener a nadie más para después. El plan, a priori a fisuras, no contemplaba que una estrella del rock, a sus 23 primaveras, se mantuviese sentado en la sala contigua haciendo sudokus hasta que llegase su turno. El bueno de Jim se bebió hasta el lÃquido de revelado y cuando se acercó su momento estaba completamente borracho. A pesar de ir tropezándose con el equipamiento del estudio, pudo sacar todo el arsenal de poses que llevaba dentro y dejar para la posteridad un catálogo memorable.
Cuenta el autor de las imágenes con cierta burla, que nunca hubiese imaginado que de tal borrachera saliesen tan icónicas fotos. Remarca que la más emblemática de todas, la que nos atañe, ocurrió casi al final de la jornada.
El fotógrafo, satisfecho a pesar del etÃlico final, llevó las imágenes a la revista Village Voice unas semanas después, quienes publicaron un artÃculo con una foto del carrete. La respuesta no se hizo esperar. Cerca de 10.000 preguntas, peticiones, solicitudes, anhelos, súplicas y gritos en el cielo acerca de la seducción hecha carne. La misma instantánea serÃa rescatada para la portada del famoso recopilatorio The Best of The Doors de 1985. En tiempos recientes, el autor donó la imagen para ser subastada y recaudar fondos en ayuda a niños que han sufrido abusos.
Tras estampar su denominación de origen en covers de otros grandes como MC5, Iggy Pop and The Stooges, Van Morrison o Isaac Hayes, de ser fotógrafo residente del sello Stax, y sumar 400 portadas, puso fin a su periodo musical después de colaborar con Kiss en 1975. Cansado de las excentricidades de los artistas y viendo reducido su trabajo en las portadas tras la introducción del CD, pasó a realizar proyectos para el mundo de la moda y la publicidad.
Precursor del estilo conceptual en la elaboración visual de los discos, abrió una senda seguida por grandes nombres de la fotografÃa como Annie Leibovitz o David LaChapelle.
El fotógrafo Joel Brodsky transformó al Rey Lagarto en el Joven León, como asà bautizó a la sesión, y elevó a Jim Morrison a la categorÃa de Dios en la tierra. De hecho, ha sido muy comentada la intencionalidad del cantante en la postura a lo Jesucristo en la cruz, de MesÃas que ha venido a salvar al mundo musical del aburrimiento eterno.
Con información de Musikalia