Algunas mamás buscan desesperadamente en redes: comida coreana, accesorios, música, clases de baile de K-pop y clases de coreano. El no saber por qué tanto fanatismo por el K-Pop nos hace sentir incomodos o tal vez desactualizados.
Pero seamos sinceros, la mayoría de los integrantes son delgados, tienen el mismo peinado y maquillaje y cantan igual, ¿cómo saber entonces a quién seguir?
Como se ha visto en otras épocas con otras agrupaciones alrededor del mundo, los grupos de K-pop también fueron creados para impulsar modas y productos, básicamente puro marketing. En Estados Unidos las estrellas nacen, en Corea del Sur se fabrican. Existen academias de ídolos que instruyen a los aspirantes en canto, baile, idiomas, ejercicio, buenos modales, uso de redes sociales y trato con la prensa.
El grupo surcoreano más exitoso de la historia, BTS, presume de practicar entre 12 y 15 horas al día.
Los alumnos empiezan su formación en torno a los 11 años y, gracias a un software de simulación, la discográfica puede estimar cómo sonará su voz y qué aspecto tendrá su cara una década después.
En la academia, los padres deben solicitar permiso anticipado para visitar a sus hijos. Tirar la toalla no es una opción, no solo por la vergüenza que eso causaría en su familia, sino porque tendrían que pagar los gastos de su formación hasta entonces como penalización.
La única forma de salir de una academia es convertido en una estrella o fracasando en el intento. Una vez al mes, los ejecutivos de la compañía evalúan el progreso de los alumnos y expulsan a los que no cumplen las expectativas. Pero los que sí consiguen graduarse son máquinas perfectas de hacer pop con una energía entusiasta que jamás flaquea (tienen cámaras apuntándoles constantemente) y unas coreografías sincronizadas que les hacen parecer clones digitales.
¿Qué hay detrás de la aparente perfección?
Los alumnos se pesan cada mañana y cada noche, y un profesor va diciendo su peso en voz alta. Si sobrepasa su peso ideal le darán agua en vez de comida La cantante de Oh My Girl JinE tuvo que tomarse un periodo de descanso cuando la anorexia la llevó a pesar poco más de 30 kilos con una estatura de 159 centímetros. Sojung, de Ladies’ Code, contó que su dieta diaria consistía en una naranja, 15 tomates cherry y un trozo de calabaza y que llevaba un año sin tener la regla.
“Perder peso hace que tus ojos y tu nariz sobresalgan más, y por tanto te vuelves más destacable del resto”, asegura el maquillador Park So-jung. El objetivo es que las chicas tengan aspecto de muñecas a la disposición del consumidor: sus largas piernas y sus caras simétricas alimentan la fantasía de la Lolita oriental.
Para alcanzar esa imagen, las academias animan a sus alumnas a someterse a cirugías plásticas. Corea del Sur es el país con más operaciones estéticas del mundo (el 50% de las mujeres entre 20 y 30 años se ha retocado). La cirugía en los párpados es un regalo de graduación habitual de los padres surcoreanos a sus hijos cuando terminan el instituto.
El Gobierno coreano promueve la tendencia
El fenómeno del K-pop ha sido utilizado por el Gobierno como un arma diplomática. La banda EXO actuó para Donald Trump, su contrato les impedía declinar la invitación, considerada un honor al estar sirviendo a su país. Red Velvet ejercieron como embajadores de buena voluntad con un concierto en Corea del Norte para Kim Jong-un. El Gobierno coreano creó un comité de mil millones de euros para promover el K-pop y se estima que el país recibe cinco dólares por cada dólar invertido.
Los famosos “kpopers” son motivo de orgullo nacional y representan un país próspero y cosmopolita, pero manteniendo los valores tradicionales de trabajo duro, familia, amistad y amor romántico. Su actitud sobre el escenario es humilde, a diferencia de las estrellas del pop occidentales que exhiben una energía dominante y de superioridad.
En los grupos tampoco hay líderes ni se estimulan las identidades individuales, en sintonía con la mentalidad surcoreana de contribuir a la comunidad en vez de perseguir el triunfo individual.
Pero esta presión está dejando víctimas por el camino, uno de los integrantes de SHINee, Kim Jong-hyun, se suicidó en diciembre de 2017. El cantante había hablado abiertamente sobre su depresión y sobre la angustia de la fama que sentía.
La cantante Sulli se quitó la vida tras meses de críticas por haber expresado opiniones feministas, mientras que Goo Hara se suicidó al no soportar los ataques de sus fans por haber denunciado a un exnovio que amenazaba con publicar un vídeo sexual de ambos.
Graduarse en una academia no significa el final de la explotación, sino el inicio de otra. Según los contratos de siete años, el artista no puede expresar opiniones políticas que no sean de patriotismo, ni tener relaciones sentimentales, ni acudir a ningún sitio sin supervisión de la empresa. Se estima que la vida comercial de un ídolo del k-pop nunca supera los siete años, porque hay que darle paso a las próximas generaciones.
Con información de El País