A finales del siglo XVI Puebla estuvo asolada por un monstruo: una enorme serpiente que estaba dispuesta a devorar a todos sus habitantes.
Don Pedro de Carvajal, uno de los hombres más acaudalados de la época, no creía en esos “cuentos de indios”, hasta que una noche, al regresar a su casa, encontró a la bestia que acababa de devorar a su hijo pequeño y estaba a punto de hacer lo mismo con su hija Teodora. Al defenderla, don Pedro quedó muy malherido, pero logró ahuyentar al espantoso ser.
Un valiente caballero español, pretendiente de la mano de la bella Teodora de Carvajal, se impuso la noble tarea de matar al monstruo. Acompañado de feroces perros de presa, el caballero se internó en las entrañas de la ciudad para encontrar el escondite de la bestia y así lo hizo. Tras una encarnizada batalla, en la que la enorme serpiente devoró a los perros del valiente guerrero, éste le cortó la cabeza de un certero golpe.
En medio de la lúgubre noche, el caballero regresó a la ciudad, donde colgó en el dintel de la puerta de don Pedro la cabeza del monstruoso ser y, como premio a su esfuerzo, le fue otorgada la mano de la bella Teodora, quien con enorme felicidad aceptó casarse con el audaz vengador de su pequeño hermano y de la ciudad entera. Desde entonces, Puebla no volvió a preocuparse por ningún monstruo…salvo de alguno que otro político.