Pablo Ximénez | El País
En la capilla de bodas rápidas Viva Las Vegas siempre habrá un Elvis. Que vuelva a haber bodas, está por ver. El dueño, Ron Decar, ha visto desaparecer el negocio de un día para otro. No decaer, desaparecer. En los últimos dos meses de cierre por el coronavirus ha perdido 600 bodas. El pasado miércoles, Decar mostraba las modificaciones que ha hecho en este establecimiento clásico de Las Vegas. Tiene la intención de reabrir el día 15, de acuerdo con las fases de desescalada de la cuarentena en el Estado de Nevada. Ha puesto pegatinas en el suelo para medir la distancia entre los invitados. Se sentarán separados dos metros en los bancos de la capilla. Habrá gel desinfectante. Decar se seguirá vistiendo de Elvis, pero con mascarilla. “Nosotros estamos en el negocio de juntar a la gente, no de separarla”, se lamentaba.
El concepto de normalidad en Las Vegas ya era discutible antes de la pandemia. Normal, no es. Pero la imagen de estos días roza lo surrealista. Todos los casinos de la ciudad están cerrados por orden del Estado. Los pocos hoteles que funcionan no tienen servicios y operan al 5% de su capacidad. La comida solo se sirve a domicilio. El aeropuerto está desierto. En el famoso Strip, la calle de los hoteles y casinos, familias de residentes pasean en bicicleta con los niños por mitad de la calzada. Los adolescentes hacen carreras en monopatín entre los casinos. No hay música, ni fuentes, ni nada que anunciar. Es como si alguien hubiera dejado abandonado un enorme decorado, vacío y silencioso en medio del desierto.
Detrás de ese decorado se está gestando una catástrofe económica y, posiblemente, humana. La región de Las Vegas tiene dos de los tres millones de habitantes de Nevada. El Strip de Las Vegas es el corazón económico del Estado. La autoridad de turismo de la ciudad calcula que 368.000 empleos (el 37%) dependen del turismo. Las Vegas tiene 150.000 camas de hotel (más que Nueva York) con una media de ocupación del 90%. El turismo generó 57.600 millones de dólares en 2018, el 51% del PIB del sur de Nevada.
La ciudad entera depende de actividades que están paralizadas y, además, no van a volver en un futuro cercano: hoteles, restaurantes, juego y espectáculos. Lo que en otros lugares es una parte de la economía, en Las Vegas es la economía, sin más. Alan Feldman, exejecutivo de MGM y experto en Juego Internacional de la Universidad de Nevada, lo califica de “devastación total”. “Es un cierre completo. Trato de cuidar las palabras porque me empiezan a faltar. ‘Sin precedentes’ ya no vale. Es una destrucción competa de todo”.
En el caso de la capilla Viva Las Vegas, depende en un 29% del turismo internacional para sobrevivir. Sobre todo de España. “Yo he casado a Alaska y Mario, vestido de Elvis, dos veces”, afirma Decar. La pareja de celebrities españolas se casó en esta capilla para su programa de televisión y desde entonces es un destino muy popular. Alaska y Mario aparecen en el luminoso de la calle. “Este verano no van a venir españoles”, se lamenta. Ni europeos en general. Ha recibido una ayuda federal de 10.000 dólares, pero es consciente de que es un parche. “El dinero no va a quitar a la gente el miedo a viajar”.
Las cifras de desempleo en EE UU son pavorosas. Esta semana ha llegado al 14,7%. Las Vegas envidia esa cifra. El paro en Nevada ha pasado del 4% al 22% entre febrero y mayo. El 80% de las bajas son en la región de Las Vegas. Nadie se libra de la situación. Una portavoz de Caesars Entertainment detalla que el 90% de su plantilla se ha ido a casa. “No estamos generando ingresos”, afirma. Caesars es un gigante del turismo, dueño de Caesar’s Palace y el hotel Paris, entre otros. De los 60.000 empleados afiliados al sindicato de hostelería de Las Vegas, la Unión Culinaria, el 98% está sin trabajo, afirma su portavoz, Bethany Khan. Algunas grandes marcas, como Wynn, han aceptado pagar las bajas, pero la mayoría no.
Molestina Rivera, inmigrante dominicana de 57 años, trabaja arreglando habitaciones en el hotel Bellagio a 20 dólares la hora. La mandaron a casa el 16 de marzo con dos semanas de paga. No tiene ahorros y no ha recibido ningún ingreso desde entonces. “La oficina de desempleo de Las Vegas no contesta el teléfono”, se queja. Todos sus compañeros están igual. “He dejado de pagar la renta y el carro. Solo pago la luz y el agua, lo primordial para vivir”. Rivera está deseando volver a trabajar, pero por otra parte teme estar en primera fila de los contagios. “Viene gente de todo el mundo. Nosotros estamos más en peligro porque estamos todo el día en las habitaciones, tocamos las almohadas y las sábanas, hablamos con los clientes”. La Unión Culinaria ha pedido a todos los hoteles que primen la seguridad antes de reabrir.
Rivera ha empezado a ir a por comida al banco de alimentos del sindicato. Las colas de gente como ella empiezan a verse por todo Las Vegas. Los tres casinos de la cadena Station se han convertido en centros de reparto de comida mientras están cerrados. Larry Scott, director ejecutivo de la ONG Three Square, que organiza estos repartos de comida, cuenta que en los primeros días del cierre asumieron “cientos de toneladas” de comida perecedera de los casinos. Después, la no perecedera. “Ahora ya no recibimos nada de ellos”. Sigue habiendo comida gracias a donaciones, por ahora. Three Square reparte más de 500 toneladas de comida a la semana.
“El principal cambio que hemos visto es en las marcas de los coches que hacen cola para recoger comida”, dice Scott. “Eso te dice que todas las clases sociales están afectadas”. Según Scott, hay un 12% de personas con dificultades para encontrar comida en Nevada. “Los análisis dicen que puede subir a un 14%. Lo que vamos a ver son muchos meses en los que los trabajadores pobres van a caer en la pobreza severa”.
En el refugio de Las Vegas Rescue Mission se junta cada día la cara más miserable de Las Vegas, personas sin hogar crónicas, para recibir comida y cama. Heather Enge, directora ejecutiva de la organización, cuenta que dan 1.000 comidas al día. Vieron subir los números en marzo, pero en abril bajaron, porque la gente empezó a recibir las ayudas federales. “En un par de semanas los números volverán a subir”, pronostica. “Si somos honestos, ninguno de nosotros estamos a más de un par de pagas de una vida diferente”. Eso es lo que lleva Las Vegas sin ingresos, dos meses.
Recuperar la actividad económica en Las Vegas pasa por una condición ineludible: recuperar el juego. No se puede levantar el resto de la economía sin ese pilar. “El juego es entre el 30% y el 40% del negocio del Strip”, afirma el exejecutivo de MGM Alan Feldman. “Los buenos hoteles y los espectáculos en directo existen por el juego. Nadie más se puede permitir montar producciones así”. ¿Cómo se juega sin tocar las cartas, o las fichas, o los dados, o sentado a metros de distancia, o sin poder ver la cara a los demás jugadores? Toda la economía de la ciudad descansa sobre una actividad aparentemente incompatible con el distanciamiento físico. El hotel casino Wynn ha sido el primero en publicar un protocolo sobre cómo piensa reabrir. Se desinfectarán las fichas y las tragaperras. Se quitarán asientos. Habrá gel desinfectante en las mesas, los huéspedes llevarán mascarilla…
Pero una timba de póker con mascarillas y desinfectante sobre la mesa es, como poco, anticinematográfico. La realidad es que “el concepto normal ya no existe”, afirma Feldman. “Los casinos tendrán que pensar hasta qué punto se puede usar la tecnología, para jugar por vídeo con un dealer, por ejemplo”. Feldman cree que hay que empezar a “ser creativos” e imaginarse ese futuro para el negocio. “También había quien pensaba que los lectores de periódicos jamás renunciarían a la experiencia del papel”, razona Feldman. “Tenemos que hacer 20 años de innovación en los próximos 2 años”.