Por Carlos Peregrina
Pareciera que las emociones que tenemos naturales que tienen que ver con enojo, tristeza, dolor, preocupación, estrés, ansiedad, flojera, están mal porque a alguien se le ocurrió que los que tienen esas sensaciones son personas tóxicas y están perdidos.
Cuando alguien tiene una pérdida, no falta el comentario de “échale ganas”, “ánimo”, “esto te pasa porque quieres”. Si una persona tiene problemas de obesidad no faltará quien le diga “pues es que debes comer poquito de todo y nivelar los carbohidratos”. Como la persona que sufre de sobre peso se siente mal por lo regular no contesta pero ese tipo de comentarios no ayudan, al contrario, generan más estrés.
Las personas con obesidad han buscado miles de métodos para bajar de peso, han hecho dietas radicales, se han metido a gimnasios, han corrido en parques, han hecho todo lo que está a su alcance pero, a veces, se desesperan y al no encontrar resultados se dan por vencidos.
Los gorditos saben que están así porque descuidaron su alimentación, porque no hicieron ejercicio, y por muchas razones de salud, si fuera fácil bajar de peso, ya lo hubieran hecho, créanme. Es como si a un alcohólico o a un adicto a drogas le dijeran “pues deja de tomar o deja de meterte coca”. Créanme, las adicciones no es un tema sencillo que se puede manejar solo con el puro pensamiento.
Habrá sido a mediados de la primera década del siglo XXI cuando llegó a la sociedad una teoría llamada “El Secreto”. Se vendían videos y libros en los que nos decían que por fin se revelaba la neta del éxito y todo se reducía a “decretar”. Una persona se ponía a pensar de manera decidida sobre lo que quería y, por arte de magia, se le concedía, porque el universo (según esta visión) conspira a tu favor.
Además, decían que los grandes científicos, empresarios, pensadores, inventores, artistas eran parte de “El Secreto”. Y de pronto todo se puso en un “decrétalo”. Pero resulta que en la cabeza de un ser humano común y corriente hay miles y miles de pensamientos de todo tipo, hay personas que tienen algunos de estos que son intrusivos, es decir, que no controlan y tienen que ver con su formación en la infancia.
El bulliying al infante no se da solo en la escuela, se da en la casa por los papás, tíos, primos, hermanos, vecinos y a veces hasta de las señoras que ayudan con la limpieza. Los papás, quizá sin querer, son los primeros en mal tratar y ofender a sus hijos.
Se dan dos fenómenos, la extrema violencia verbal, física o juntas o se da el no poner límites a los chamacos y solo son premiados. De ahí que con esa educación, los niños crecieron y generaron pensamientos que no son necesariamente provocados adrede por la persona y obviamente generó mucha ansiedad, depresión, preocupación y un largo etcétera.
Entonces, llegamos que una persona que tiene emociones naturales como son tristeza, ansiedad, molestia y que no todo el tiempo está feliz es mal visto por aquellos que promueven la felicidad impuesta.
Los seres humanos que tienen reacciones normales ante pérdidas, caídas, tienen miedo de expresarlas porque piensan que son mal vistos por otros que todo el tiempo se la pasan presumiendo viajes, parejas, comidas, etcétera.
Ahí entran las redes sociales y sus grandes mentiras: uno abre Facebook, Twitter, Tik Tok, Instagram y todo es felicidad. Muchas mujeres guapas con cuerpos muy admirables salen en traje de baño, leggins, minifaldas y nos ponen frases de superación.
Hay post en internet que supuestamente son de Julio Cortazar, John Lennon, Mahatma Gandi, Gabriel García Márquez y tienen dibujos o fotos de bebés, flores, piolines, y todo es paz, amor, felicidad, salir adelante, y otro largo etcétera.
Quien no a veces se pregunta cómo es que hay gente que se la pasa subiendo fotos de viajes por playas, yates, países de Europa todo el tiempo. ¿No trabajan?, ¿en qué trabajan?, ¿Para quién trabajan? O fotos de reuniones, alcohol, fiesta. ¿El hígado aguanta tanto? ¿Cómo le hacen para estar ahí? ¿De cuánto es la línea de la tarjeta de crédito? ¿Cómo le hacen?
Pero, además, muchos de los que suben ese tipo de contenido se dedican a postear frases de superación. Todo ello, en un ser humano común y corriente no le genera alegría, en el fondo, genera mucha tristeza y preocupación porque no puede ser como esos “influencers”.
Muestra su vulnerabilidad porque no puede admitir públicamente que no puede ser como ellos, felices todo el tiempo. Nuevamente la zanahoria se la colocaron al burro en la parte de enfrente y tiene que lidiar con ello porque quiere esa meta, a como dé lugar, porque las redes sociales, los grupos dedicados a sacar dinero con asociaciones, sectas, libros de autoayuda aprovechan todo esto para sacar dinero y poner en puntos de debilidad a quien cae presa de esos deseos.
La felicidad entonces se convierte en una imagen posteada en redes sociales, sea de comida, viajes, coches, chiles en nogada, diplomados, conciertos de música, porque debe obtener un like, un comentario, algo de parte de los demás internautas para sentir que existen. Es una lucha constante para buscar llamar la atención para que nos vean y nos comenten ya que sin ello sentimos que no estamos.
La felicidad se volvió un like.
Que se rían de nuestras ocurrencias, que nos vean con odio en Twitter por nuestra soberbia intelectual, que vean una fotografía de un libro y un café para que piensen los demás que somos cultos, que nos hagan caso al menos porque todo el tiempo subimos memes.
Y la verdadera felicidad, no la que nos dice la actual sociedad que es, queda hecha a un lado. Entramos a la competencia de quien postea la mejor frase con el mejor piolín, porque no podemos pasar socialmente como lo que somos, seres vulnerables.
Uno debe estar consciente que no se debe ser feliz por imposición social, se vale estar triste, se vale enojarse, se vale sentir. Tampoco debería una persona frustrarse porque nunca le salió lo de “El Secreto” o logró ser millonario con los libros de autosuperación, debemos saber que la vida es un juego de altos, bajos, regulares, que nos equivocamos y que otros también lo hacen, que hay gente bien intencionada y gente que no, que hay envidias, lealtades y traiciones.
No se vale jugar con la mente de los seres humanos con frases positivas, si esa fuera la solución en este planeta, créanme que estaríamos en otro mundo, pero no, una cosa es enfrentar uno sus miedos, enojos, asumir responsabilidades y otra es dejarse ir por las malditas redes sociales que nos engañan a cada rato.
El único secreto es que no hay secreto. Y que quien inició ese movimiento seguramente está hinchado en billetes por todos los libros y conferencias que hizo, no porque hubiera descubierto el hilo negro o el agua tibia.
Muchos de los que se dedican al coaching (incluso el coercitivo) se dedican solo a sacar dinero y a aprovecharse de la vulnerabilidad de las personas en este tiempo que todo no es duradero y se evapora rápidamente.