Por Linda Romero Orduña, doctora en Sociología y profesora de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Hoy en día es muy común escuchar y referirnos al término selfie o selfies. Este se ha incorporado a nuestras vidas cotidianas no solo como una palabra más de nuestro vocabulario dentro y fuera de las social media, sino también como una práctica social que todos hemos realizado en algún momento. Incluso, podría asegurar que hasta el momento, cada vez son menos las personas que nunca se han tomado una selfie o participado en alguna. Si bien, muchos de nosotros nos hemos vuelto casi expertos en tomarnos selfies, desde el manejo de la cámara, de la pose y de los filtros, hasta en la aplicación de efectos y animaciones especiales, y no nos representa ninguna dificultad postearlas o asignarlas como fotos de perfil en nuestras redes sociales (aunque a veces sí nos cuesta trabajo elegir la mejor selfie entre todas las que nos tomamos en un mismo instante), muy pocos sabemos cuál es la historia de las selfies. ¿Cómo surgieron? ¿Cuándo se utilizó por primera vez el término selfie? ¿Existe algún antecedente histórico de alguien que haya querido tomarse una selfie —o algo parecido— en alguna época anterior a la nuestra? Comencemos a explorar las respuestas a estas interrogantes.
Recordemos que el término en inglés selfie se refiere a una fotografía tomada a uno mismo y actualmente producimos con mayor frecuencia a través de nuestros smartphones o teléfonos inteligentes. Si buscamos este término en la versión en línea del Diccionario Oxford encontraremos que, además de indicarnos que dicho término se refiere a un autorretrato fotográfico o autofoto que se comparte en redes sociales, agrega una muy curiosa anotación que dice que las selfies ocasionales son aceptables, pero que la publicación diaria de nuevas selfies es completamente innecesaria. ¡Ups! ¿Cuántos de nosotros acostumbramos bombardear diariamente las redes sociales con nuestras selfies? ¿Sabías que incluso han habido quienes aseguran que existe una enfermedad mental llamada selfitis, que padecen quienes acostumbran tomarse y publicar varias selfies al día y diariamente? Quizá muchos estaremos o no de acuerdo con que tomarse demasiadas selfies no implica como tal un padecimiento, trastorno o enfermedad mental que deba ser tratado médicamente, pero creo que todos coincidimos que hay quienes caen en los excesos y que estos necesariamente tienen efectos negativos tanto en la salud física, mental y emocional de quienes incurren en ellos. Incluso, como socióloga les puedo decir que esto no solamente es un problema que deba ser visto como algo meramente individual; se trata de un fenómeno social cuyas causas y consecuencias son también sociales y habría que pensar sobre lo que estamos haciendo como sociedad.
Como tal, la palabra selfie fue utilizada por primera vez el 13 de septiembre de 2002 en un post de un joven australiano donde describía la foto que se había tomado al caer y lastimarse la boca en una borrachera de cumpleaños. Este fue publicado dentro de un foro en línea de la Australian Broadcasting Corporation (ABC) y decía al final del post: “lo siento por el enfoque, fue una selfie”. En el 2004 reaparece el término selfie en Flickr, pero se popularizará en redes sociales hasta el 2012, y en 2013 se considerará como la palabra del año por el Diccionario Oxford.
Así fue como el término selfie pasó de ser una palabra usada esporádicamente en redes sociales a convertirse en tendencia de moda a través de los hashtags y luego a ser la denominación mundial para un autorretrato fotográfico, independientemente del idioma que se hable en cada país. Día con día se incorporan nuevas variantes de este tipo de fotografías que se vuelven populares en internet y se diseminan por las redes sociales de manera viral. Por ejemplo, las de alguien poniendo cara de pato (duckface) o posando frente al espejo de manera sexy, mostrando en primer plano su cabello (helfie) o su trasero (belfie); las de famosos en grupo; las de políticos, deportistas y empresarios; las de una actividad en particular —welfie (entrenamiento) y drelfie (borracho)—; de elementos de mobiliario —shelfie y bookshelfie—; las artísticas o creativas, grotescas, aventuradas, etcétera.
Históricamente, tanto el retrato como el autorretrato fueron ejercidos por importantes artistas de la escultura, pero sobre todo de la pintura a petición de los ricos y poderosos de su época que deseaban inmortalizar su imagen, y donde los artistas aprovechaban para incluir su imagen en alguna parte de su obra, por ejemplo, en Las Meninas (1656) de Diego Velázquez, él se autorretrata trabajando en dicho lienzo. No obstante, fue hasta 1839 que Robert Cornelius produjo el primer autorretrato fotográfico llamado daguerrotipo. Posteriormente, se sabe que fue Anastasia Nikoláyevna Románova —la Gran Duquesa de Rusia de 13 años, hija menor del Zar Nicolás II y Alejandra Fiódorovna—, la primera joven en realizarse un autorretrato fotográfico con la ayuda de un espejo. Esto sucedió el 28 de octubre de 1914 y en la carta de ese día que le escribió a su padre, Anastasia le contó lo difícil que fue tomarse la foto porque le temblaban las manos. Finalmente, con la aparición de la cámara de cajón portátil de Kodak Brownie bajo el eslogan: “you push the button, we do the rest”, la práctica del autorretrato se popularizaría durante la década de 1950. Pero sería hasta el siglo XXI con la introducción de los smartphones y el mejoramiento de sus cámaras frontales cuando las selfies se volverían completamente conocidas y parte importante en nuestras actividades cotidianas.
Aún queda mucho más por descubrir sobre las selfies, pero mientras tanto preguntémonos: ¿qué más quisiéramos conocer sobre ellas? Y ¿qué será lo que ellas nos están diciendo sobre nosotros mismos, como individuos y como sociedad?