¿Cómo por qué un día domingo cualquiera nos enteramos de que desmantelan un narcolaboratorio de metanfetaminas que está en medio de un fraccionamiento que fue considerado de lujo hasta hace unas décadas? Hablamos de La Calera.
No sólo eso, detuvieron a 14 presuntos delincuentes, armas largas, polvos blancos. Total, que esto no es algo como para tomarlo a la ligera.
Surgen muchas preguntas: ¿de quién es la casa de La Calera?, ¿quién la rentó o quien la compró?, ¿desde cuándo cocinaban?, ¿hay funcionarios o políticos involucrados?, las autoridades municipales ¿sabían de la existencia? ¿Empresarios que tuvieran que ver?
¿Cómo es que un día nos despertamos con tanta información?
Para los que nacimos en Puebla en los años setenta, ochenta o antes, ese tipo de incidentes no ocurrían. Los principales delitos que se reportaban eran asaltos, robos de autopartes, pero existía mucho más control.
Fue hace una década cuando Puebla se transformó en una ciudad en donde las casas de más de 100 millones de pesos comenzaron a construirse, aparecían Ferraris, edificios, empresas factureras por todos lados, marcas carísimas que se comenzaron a vender, pero por el poder adquisitivo era imposible acceder a ellas.
Recuerdo que el analista y académico Fernando Montiel escribió por allá del 2015 un artículo para e-consulta en el que comparaba a Puebla con Bogotá en los años ochenta, cuando el narcotraficante Pablo Escobar se apropió de Colombia. La respuesta del morenovallismo, por cierto, no se hizo esperar y mandaron a sus periodistas y propagandistas a minimizar lo previsto por Montiel pero, al final, lamentablemente no mintió el autor del artículo, Puebla se estaba colombianizando.
Tan sólo el año pasado nos enteramos que una funcionaria del PRI estatal fue detenida por estar involucrada con una banda del crimen organizado.
Ahora, aunque suena a chunga para redes sociales cuando se publican las acciones de #lacapitalimparable de Pepe Chedraui, la verdad es que va más allá. Tan sólo la semana pasada nos enteramos que algunos integrantes de un grupo de élite de la policía municipal —llamado ROCA— han estado involucrados en algunos asaltos o delitos.
También va más allá de que el equipo de comunicación social o los encargados de redes de la Secretaría de Seguridad Pública posteen un boletín en el que recuperaron dos botellas de Bacardí, mientras asaltan por tercera vez a la tienda Juguetrón, ubicada en el bulevar 5 de Mayo, robaron a los comensales de un restaurante ubicado en Zavaleta y un largo etcétera.
Es en serio que anunciaron con bombo y platillo que recuperaron dos botellas de Bacardí; borraron el tuit, pero muchas personas se quedaron con la captura de pantalla. Y no es que no detengan a un borrachín que se robe unas botellas, pero ante la percepción de inseguridad, es un despropósito.
Nos enteramos por el periodista Ricardo Morales que mientras se realizaba el operativo en La Calera, el presidente municipal regresaba de una fiesta en la Ciudad de México porque asistió a un convivio con su gran amigo Elías Ayub.
Tampoco se trata de decir que no vaya al baile o pachanga, el señor alcalde es humano y por un tema familiar tendría que acudir, empero, sus asesores no lo aconsejan bien y tendría que ser él quien ponga el ejemplo.
Porque podría ocurrir que este comentócrata que está leyendo en este momento deje de escribir sobre #laciudadimparable o que deje de criticar a los policías que recuperan botellas de Bacardí, pero los delitos podrían seguir ocurriendo y eso sería imparable, verdaderamente imparable.
¿Qué ocurrió en Puebla para que de pronto ya existan narcolaboratorios como si fueran taquerías en cada esquina? ¿Quién lo permitió? ¿Desde cuándo operan? ¿En qué momento abrimos los ojos y nos despertamos en medio de esto?