Por Marco Antonio Martínez
En los mercados se ve ya la Fiesta de Muertos, las mandarinas, las naranjas, los plátanos, y qué decir de la olorosa y el encendido color de la Flor de Muertos como hoy la llamamos, la creencia de nuestros antepasados de que sus seres queridos ya finados, regresaban en esta época de celebraciones, ellos desde agosto empezaban sus celebraciones, divididas en fiesta de los chicos y después fiesta de los grandes.
Hoy en día sobre todo en las comunidades y la gente de origen humilde de las ciudades aún siguen conservando esa creencia, en donde el ánima querida de su familia viene del inframundo a visitarlos y por supuesto a degustar de un banquete con sus familiares, y para ellos se les dedica un día en especial de acuerdo a la muerte que tuvieron en vida. La iglesia católica no ha podido erradicar esta creencia que se ha mezclado con la festividad de los Fieles difuntos y Todos Santos sobre todo.
La flor que no puede faltar es el Cempasúchil, que se tiene la idea que sirve para iluminar el camino del ánima hacia el panteón que está enterrado y desde la puerta de la casa donde habitó y así pueda llegar, además del incienso que limpia la estancia, libre de espíritus malignos y deje el sendero libre, además de que purifica al alma, por eso y más hoy les cuento la hermosa leyenda de la Flor de Cempasúchil.
Mientras que Tonatiuh, el dios del sol, hacía su recorrido por el cielo, descubrió a una hermosa doncella bañándose en las aguas de un río. Ella se llamaba Xóchitl y era tal su belleza que el dios sol decidió visitarla en persona. Una noche, cuando Xóchitl regresaba del río cargando sobre su cabeza un cántaro con agua, un apuesto mancebo ataviado con ropajes de color dorado le salió al paso. A partir de este momento, Xóchitl y Tonatiuh quedaron prendados el uno del otro, todas las noches se encontraban a la orilla del río para demostrarse su afecto. Xóchitl le preguntaba a su amoroso compañero por qué no revelaba su nombre ni su procedencia, ni cuál era la razón de que sólo se reunieran por las noches, y él respondía que llegado el momento le haría saber la causa de todo aquello. A pesar de su felicidad. Ella comenzó a llenarse de dudas sobre su misterioso enamorado. Por veinte noches consecutivas disfrutaron de su amor. Y tras el último encuentro el gallardo mancebo se despidió de madrugada, prometiendo regresar al anochecer siguiente. Pero en esta ocasión Xóchitl lo siguió sin que él se diera cuenta.
Tonatiuh, llegó al pie de una alta montaña y, antes de subir a ella. Se quitó su fachada humana mostrándose con toda su radiante presencia de astro rey. Xóchitl miró esta transformación llena de asombro, y a causa de aquel resplandor magnífico, quedó ciega de inmediato. Mientras Tonatiuh, ataviado como el sol brillante del nuevo día, ascendía hacia las alturas para iluminar el mundo, Xóchitl comenzó a vagar entre las tinieblas y a causa de su ceguera cayó en una barranca y murió al instante. Cuando Tonatiuh llegó a la mitad de su viaje y buscó a Xóchitl entre los habitantes de la Tierra, descubrió lleno de dolor su cuerpo ya sin vida. El dios sol, incapaz de hacerla volver de la región de la muerte, derramó una lágrima luminosa que, al caer sobre el cuerpo de su amada, la convirtió en una flor de veinte pétalos y de un color amarillo intenso. El color amarillo es la luz que ilumina las tinieblas del más allá, y los veinte pétalos representan el número de días que Xóchitl y Tonatiuh se amaron. Cuentan que así nació el Cempasúchil, la flor de los muertos.
Por eso y más aquí les dejo este verso:
Ustedes me dicen, entonces, que tengo que perecer
como también las flores que cultivé perecerán.
¿De mi nombre nada quedará,
nadie mi fama recordará?
Pero los jardines que planté, son jóvenes y crecerán…
Las canciones que canté, ¡cantándose seguirán! »
Huexotzincatzin.
El Cempoalxóchitl en Tiempos Prehispánicos
Con motivo de la leyenda compilé esta información de tiempos prehispánicos y el uso de la Flor de Cempasúchil.
En las veintenas (meses del calendario solar de los nahuas) de junio a septiembre: tecuilhuitontli, huey tecuílhuitl, tlaxochimaco o miccaílhuitl (“fiesta de los muertitos”), xócotl huetzi o huey miccaílhuitl y ochpaniztli, se utilizaban flores de cempoalxóchitl en las más diversas formas: racimos, guirnaldas, sartales, cadenas, estandartes, ya fuera para ofrecer a las personas o para adornar patios, estatuas en los templos y nichos en las casas. En las veintenas que caían entre fines de septiembre y noviembre: teotleco, tepeílhuitl y quecholli, se recordaba y festejaba a los muertos en las tumbas, aunque no se utilizaban flores de cempoalxóchitl. De todo esto se deduce un cultivo intensivo de estas plantas, que no siempre se relacionaba con el culto a la muerte, especialmente con el Día de Muertos actual.
Espero que les haya agradado a mis apreciables lectores, y como siempre les hago la invitación para compartirme alguna historia amena de su comunidad o hacerme algún comentario, pongo a su disposición el siguiente número de WhatsApp que es el 22 25 61 95 41 o me envíen un correo electrónico a la cuenta de marco_anthony@hotmail.com. Estoy a sus órdenes para quien guste un recorrido por altares u ofrendas de Puebla en estas festividades de Muertos, se despide de ustedes su humilde servidor.