Por Zeus Munive Rivera / @eljovenzeus
Fotos: esimagen.m
Lilia Cedillo arribó a la BUAP con toda la legitimidad posible: es universitaria desde 1984, es investigadora, ha sido catedrática toda su vida, ha ocupado puestos como vicerrectorías. Conoce las necesidades de los académicos, de los alumnos, del personal administrativo. Dirigir el rumbo universitario no es tarea fácil y menos porque la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, desde que era el Colegio del Estado Poblano, ha sido protagonista de diversas batallas ideológicas, políticas y de debate crítico. En su historia ha pasado por momentos de luz y de oscuridad, pues incluso en algún momento, el extinto Partido Comunista Mexicano lo usó como bastión ideológico, o más adelante el PRI trató de infiltrarse en las estructuras de gobierno de los universitarios.
No obstante, al ser una institución de educación media superior y superior es la que ha formado a la mayor parte de los poblanos y actualmente se disputa los mejores lugares del país como una de las universidades con mayor nivel académico.
Lilia Cedillo llega con el respaldo de los directores de las unidades académicas, con el apoyo de los estudiantes y el personal administrativo. ¿La razón? La comunidad de la máxima casa de estudios se vio representada por una catedrática e investigadora, por alguien que representa sus intereses. A diferencia de sus antecesores, más allá de ponerles calificativos positivos o negativos, muchos de ellos venían de la burocracia dorada. Ya habían dejado mucho tiempo atrás las aulas o los laboratorios y se dedicaban más a los temas políticos. Solo Enrique Agüera, que aún dirigía la Facultad de Administración cuando pasó a la Secretaría General, para después asumir el control universitario. Lilia Cedillo dijo en sus primeras entrevistas ya como rectora para el periodo 2021-2025 que no piensa dejar de dar clases. Y es algo que hay que aplaudirle, porque si bien la administración central de una institución como la BUAP demanda mucho tiempo, atención y esfuerzo, habla de una mujer comprometida con lo más importante y para lo que está hecha: la educación.
La comunidad de la máxima casa de estudios se vio representada por una catedrática e investigadora, por alguien que representa sus intereses.
Se acabó el dispendio del culto a la imagen, se acabaron los excesos y los gastos superfluos que eran la característica de otros tiempos, es momento de la academia, de la organización, de los conflictos con los gobernantes en turno o el uso de la Rectoría como trampolín político para un puesto de elección popular como ocurrió en el pasado. Lilia Cedillo entra para beneficiar a sus compañeros. Para fortalecer la academia. Para poner en alto un símbolo poblano como es la universidad pública. La BUAP es parte de nuestro inconsciente colectivo, porque es un símbolo. La imagen de las escaleras del edificio Carolino es ya parte de nuestra formación, es un símbolo, es parte de nuestra tradición. Hayamos o no hayamos estudiado en la máxima casa de estudios de Puebla. Además, la rectora ha mandado buenos mensajes a los demás actores políticos del estado. Desde un principio se sentó con el gobernador Miguel Barbosa, quien le reiteró su apoyo total a la comunidad universitaria; hay buena relación con el alcalde Rivera Pérez, pero sobre todo ha puesto a disposición de la vida poblana la investigación y el análisis que se desarrolla en esta gran institución educativa. Lo que se sabe es que de aquí en adelante se promoverá mucho la actividad universitaria tanto en las ciencias como en las artes, pues su equipo de comunicación institucional está buscando replantear la difusión de todas las actividades académicas, deportivas y culturales que se han generado en la casa de estudios. En otros tiempos se buscaba más el culto al ego de los encargados de llevar el rumbo académico y aun así, la BUAP seguía siendo una gran institución educativa. Quizá en la historia de la institución tuvo puntos críticos como en los años setenta y parte de los ochenta, en los que grupos porriles dañaron la imagen, aunque, eso hay que reconocerlo, aunque hubiera toma de camiones, suspensiones de clases, tomas violentas del edificio Carolino como en 1976, que la encabezó Carlos Talavera y varios militantes del PST, que eran patrocinados por Luis Echeverría Álvarez. Enfrentamientos como el de 1973, que provocó la escisión de un grupo de estudiantes y académicos que se fueron a crear otra universidad con el respaldo del gobernador Bautista O’Farril.
La universidad ha sido protagonista de muchas batallas: la autonomía universitaria, el apoyo a los lecheros y la salida del general Nava Castillo de la gubernatura de Puebla; la caída de Rafael Moreno Valle en 1969 (abuelo del exgobernador poblano); la toma violenta del edificio Carolino en 1976 apoyada por Luis Echeverría para sacar a los comunistas de la BUAP; el apoyo en su momento a movimientos como el de la 28 de Octubre; la caída de Samuel Malpica. Así como la limpia que hiciera José Doger Corte y el regreso a la institución y a la academia. Ahora es el turno de una mujer, la primera mujer que llevará el destino de la casa de estudios y que se espera que sea de las mejores rectoras en la historia de la universidad para bien de Puebla
El nuevo rostro de la BUAP
A partir del pasado 4 de octubre, Lilia Cedillo Ramírez es la primera mujer que dirigirá el rumbo de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Su llegada al puesto rompe con muchos paradigmas y da un giro total de 180 grados porque, a diferencia de sus antecesores, ella proviene de la academia y no de los puestos de la llamada “burocracia dorada”. Fue desde finales del año pasado que se barajaron varios nombres para la sucesión de Alfonso Esparza Ortiz. En primer lugar, estaba su equipo más cercano, como era la entonces abogada general Rosa Isela Ávalos Méndez, el tesorero universitario, Óscar Gilbón Rosete, y el secretario general, José Carlos Bernal Suárez.
Sin embargo, el rector de la máxima casa de estudios sostenía una mala relación con el gobernador Miguel Barbosa Huerta, situación que provocó una crisis dentro de la BUAP, por lo que las fichas con las que jugaba Esparza podrían complicar aún más la relación con el jefe del Ejecutivo poblano. Fue entonces que se comenzó a indagar a un perfil totalmente académico que tuviera el respaldo de cada uno de los directores de las facultades, que fuera bien visto por la comunidad académica, que además conociera muy bien la vida interna y que también contara con el visto bueno del sector administrativo. La respuesta fue unánime: se requería de una mujer que desde su ingreso a la BUAP participara en la academia y la investigación, que hubiera ocupado puestos administrativos y que, sobre todo, supiera el quién es quién de la institución. En plena pandemia por la COVID-19, Lilia Cedillo era la encargada de llevar a cabo la investigación sobre la pandemia que cada día nos pone en alerta por nuevos contagios o casos de muertes. Su relación con la comunidad científica y académica era de respeto. Los universitarios consultados se veían representados por alguien que era como ellos. Que sabe de las carencias en las aulas, que conoce los pormenores de lo que ocurre desde un salón hasta cómo se toman decisiones en el Consejo Universitario.
A la universidad ya no le convenía jugar como lo habían hecho José Doger, Enrique Doger y Enrique Agüera, que sus sucesores salían de puestos administrativos que sirvieran para cuidarles las espaldas y que les protegieran ante las autoridades por los abusos cometidos durante sus gestiones. Fue en 1989 cuando Samuel Malpica fue derrocado como rector por el sistema. Se ha dicho que su caída era parte de una decisión desde Los Pinos, pues el sistema de una universidad popular ya no era lo conveniente. Malpica, militante de la vieja izquierda junto con el Suntuap, fueron los últimos eslabones que quedaban vivos ante el neoliberalismo. En esa época, la BUAP entró en crisis y tras la llegada de José Doger Corte se eliminaron viejos vicios que ya permeaban en la universidad poblana. Primero, corrieron a muchos fósiles de las preparatorias y facultades. Segundo, fueron desapareciendo las casas de estudiantes; tercero, se empoderaron a grupos que controlarían a la comunidad estudiantil; cuarto, se acabó la mezclilla y llegaron los trajes, las corbatas, las camionetas Windstar último modelo para vicerrectores, funcionarios de primer nivel y directores de las facultades. Se estableció un nuevo acuerdo con los gobiernos estatales: la universidad era responsable de su vida interna, del uso de sus recursos, de sus decisiones políticas y solo se consultaría con el gobernador si vetaba a los sucesores. La única incursión era no el voto, pero sí el veto para elegir sucesores. José Doger limpió la imagen universitaria. Se acabaron los anuncios en los periódicos locales en los que solicitaban egresados de diversas licenciaturas, pero con la condición de no haber salido de la BUAP. Doger decidió apoyar a su primo Enrique. Aunque en un origen no era su candidato. Enrique Doger Guerrero compitió con un investigador de la BUAP, Pedro Hugo Hernández Tejeda, por la rectoría a mediados de los años noventa. Se dividieron los grupos. Doger tenía todo el apoyo de Manuel Bartlett, con quien mantuvo una relación muy cercana.
Con Pedro Hugo estaban los de la vieja izquierda, la familia Vélez Pliego. Al final, Doger se impuso sobre su adversario y más tarde lo volvió un aliado suyo ya en la Rectoría. Enrique Doger fue más inteligente y promovió la reelección en la BUAP. Cuando aún vivía el exrector Alfonso Vélez Pliego, decía siempre “tenemos que revivir a Madero y su antirreeleccionismo aunque sea en sesiones espiritistas”. Enrique Doger elaboró un cambio en el estatuto y el Congreso del estado aprobó la reelección universitaria. Entonces, la vida académica continuó sin más aspavientos. Agüera era director de la Facultad de Administración, había militado en el Partido Comunista y tenía poco tiempo de afiliarse al PRI. Doger, al inicio, lo vio con buenos ojos. Viajaron fuera del país, se hicieron amigos, cómplices y socios en obra pública. Doger, entonces, jugó por la alcaldía de Puebla. Lo hicieron priista de un plumazo por órdenes de Melquiades Morales, a quien conquistó. Mario Marín fue el candidato a gobernador de Puebla y no tenía buena relación con Doger. Una vez que ganaron, Marín la gubernatura y Doger la alcaldía, se cuenta que en una ocasión fue el nuevo presidente municipal de Puebla quien le dijo a su sucesor: “no seas tonto, acércate a él, necesitas del gobernador para llevar bien a la universidad”.
En una charla, fuera de grabadoras, que sostuvo quien esto escribe, le pregunté al alcalde poblano: —¿Y te hizo caso? —Yo le dije a Agüera que le tendiera la mano, pero no que le diera las nalgas. Agüera rompió con Doger. Así como Enrique rompió con su primo José Doger Corte. Agüera, además, se volvió más marinista que Mario Marín. En un discurso en una preparatoria dijo que la Universidad Autónoma de Puebla era una “fábrica de marines”. Recordemos que, aunque a nivel federal, había ganado Vicente Fox la Presidencia de la República por Acción Nacional, la realidad es que las prácticas priistas de adorar al líder del Ejecutivo eran normalizadas.
Agüera apoyó a Marín en el escándalo Lydia Cacho y apostó por Javier López Zavala por la gubernatura de Puebla; también intentó bloquear a Rafael Moreno Valle, pues una vez que el panista fue al Consejo Universitario, al candidato albiazul le quitaron el aire acondicionado, mientras que a López Zavala lo impulsó con todo: dinero, camionetas, personas para mítines, camiones. La jugada le salió mal y vivió el verano del descontento con el nuevo gobernador. Se tuvo que sentar con el operador de Rafael Moreno Valle, Eukid Castañón y acordaron llevar la fiesta en paz. Agüera, entonces, apostó por la alcaldía de Puebla por el PRI y decidió dejar en su interinato a su entonces tesorero Alfonso Esparza Ortiz. Esparza asumió su cargo y trató de ser equilibrado, pues su anterior jefe se iba a la alcaldía y el gobernador poblano impulsaba a Antonio Gali Fayad. Agüera pierde y termina por buscar el destierro en Miami. El exrector, además, tuvo que salir porque nunca se aclaró la muerte –en plena campaña– de Samuel Malpica Uribe, quien fue asesinado a balazos afuera de su casa en la colonia San Manuel. Hay versiones que indicaban que un operador agüerista que estaba en la Facultad de Administración envió a dos jóvenes a hablar con el exrector Malpica, pero las cosas salieron mal. Cuando lo abordaron afuera de su casa, Malpica sacó una pistola de diábolos y los encargados de mediar con él sacaron sus pistolas y lo asesinaron. El crimen nunca se esclareció. La llegada de Esparza Ortiz a la BUAP dio un giro significativo en su forma de hacer política. Le dio voz a los universitarios. Al inicio Rafael Moreno Valle intentó mermarle el poder y Tony Gali se alió con algunos adversarios del nuevo rector: Guillermo Nares.
Rodríguez, César Bermúdez, alias “El Gallo” y Nicéforo Rodríguez Gaitán, alias “El Mazoco”. Al final, Esparza y Moreno Valle trascendieron y fumaron la pipa de la paz. Esparza sacó las manos de los procesos políticos y evitó a toda costa la liga con partidos como el PRI y el PAN. Inició la era del esparcismo en el que se acabaron las prácticas como el culto al ego que promovían sus antecesores desde José Doger hasta Enrique Agüera. El problema con Esparza llegó cuando, por primera vez, el equipo de futbol de Lobos de la BUAP apareció en primera división y cedió los derechos del equipo al constructor Mario Mendívil, y segundo, cuando Miguel Barbosa Huerta se hizo gobernador. Mendívil se peleó con Esparza por el manejo del equipo Lobos y entraron en un conflicto jurídico que poco a poco fue ganando el rector. Aunado a ello, a la Auditoría Superior del Estado arribó un contador público llamado Francisco Romero Serrano, con quien Alfonso Esparza nunca tuvo buena relación. El auditor inició una serie de investigaciones y acusaciones en contra de Esparza. El rector, por su parte, participó en una marcha a principios del año 2020 de más de 80 mil estudiantes en la que exigían a la administración estatal más seguridad para los estudiantes. Esta situación tensó más la liga entre Esparza y el gobierno del estado. A Esparza quien lo respaldó en su momento fue la esposa del presidente López Obrador, Beatriz Gutiérrez Müller, pues en el segundo informe de labores del universitario, en su segundo periodo al frente de la casa de estudios, le levantó la mano como si fuera un triunfador. Esa imagen se tomó como un respaldo político. La comunidad universitaria determinó no buscar a nadie de su grupo cercano, para sacar a la BUAP de los conflictos que ya estaban latentes y apostó por la rectora Lilia Cedillo, quien, por su parte, hizo todo con su nuevo equipo para ganar la Rectoría de la casa de estudios. Lilia Cedillo, además, mantiene una buena relación con el gobernador Miguel Barbosa. Su llegada fue aplaudida por muchos sectores de la sociedad ya que, además, se prevé un nuevo comienzo en una nueva era universitaria. Cedillo conoce bien la historia de su alma mater. Llega con muchas esperanzas y con el respaldo de académicos e investigadores. Su promesa es una universidad austera y quitar a los operadores del pasado que fungían como intermediarios con la comunidad. Llega a darle un nuevo giro, pues además, es la primera mujer que arriba a la oficina central del icónico edificio Carolino.