El tema de la Ley de Ciberseguridad —ideada por José Luis García Parra e impulsada por Laura Artemisa García Chávez—, más allá de los golpes y los sombrerazos, los gritos y las consignas, dejó en claro algo: muchos de los opositores a esta reforma del Código Penal no buscaban realmente defender los derechos humanos. Su verdadera necesidad era otra: exposición mediática, reflectores, ventaja política.
Más que oposición fue oportunismo.
Una vez abierto el debate para modificar el artículo 480, algunos activistas —de sofá— aprovecharon la tribuna y los foros no para plantear una reforma integral en materia de ciberseguridad, sino para tomarse la foto. La foto acompañado del aplauso fácil. La que los haga pasar a la historia como los grandes críticos.
Porque, ya se sabe: la foto es la foto.
Es más rentable levantar pancartas y empuñar un megáfono que proponer, ahondar, argumentar, debatir o discutir. Y lo peor: su teatralidad terminó por polarizar y politizar el tema.
Tanto, que, si un académico veía áreas de oportunidad para perfeccionar el polémico artículo, salía espantado al notar que los mismos que hoy se rasgan las vestiduras, en 2024 se tragaron enteritas las encuestas de Massive Caller y creyeron que Xóchitl Gálvez iba a ganar la presidencia.
Lo que hicieron fue exhibirse ante el Señor Sistema. Solitos, por su necesidad de protagonismo.
Sin estrategia. Sin narrativa. Y cuando el debate empezaba a madurar, ellos lo regresaron al círculo rojo, a ese orinal de debate público llamado X —o Twitter, como gusten llamarle—.
Si usted, lector, sale a comprar unas tortas y jamón para el lunch de su hijo y le pregunta al tendero: “¿Qué opina de lo que dijo Susana Riestra en el Congreso sobre la Ley de Ciberasedio?”, lo más probable es que mientras envuelve los productos no sepa quién es la diputada panista.
Y menos que sepa de qué se trata la reforma. Pero si le explica que la normativa busca evitar que se acose, estafe o engañe por internet, o que se exponga a menores a contenido sexual… ¿cuál cree que será su respuesta?
La oposición quedó exhibida —incluidos algunos personajes que se decían aliados, pero esa es otra historia—. Nunca supieron hilvanar un discurso. Todo quedó en Twitter. Y la pregunta que flota es: ¿de verdad querían modificar el artículo… o sólo buscaban la foto porque ya están calentando motores rumbo al 2027?
Desde la semana en que se aprobó el artículo 480 lo dijimos en este espacio: no se trata de una ley mordaza ni de un atentado contra la prensa. Lo respalda la Constitución, lo confirma la jurisprudencia. Ninguna norma local está por encima de la CPEUM. Y sí, los periodistas, caricaturistas y creadores pueden seguir criticando, parodiando, opinando.
Tampoco somos ingenuos, sabemos que hay políticos y funcionarios de piel delgada y mecha muy corta, pero ese tema se tendría que exponer en otro momento y en otro contexto para no ensuciarlo.
¿Y dónde estaban todos esos políticos que hoy gritan “¡censura!” cuando Rafael Moreno Valle modificó la ley para que el director de Comunicación Social pudiera demandar a quien osara criticar al poder? ¿Ya se les olvidó?
Insistimos: no hubo estrategia de los opositores. No era por los Derechos Humanos. Era por la selfie, el video, el aplauso. Quizá no todos, como siempre, hay gente bien intencionada, pero lamentablemente eclipsada por el activista de sofá... o el panista que aún cree que le creemos.