Pito, reata, chile, pinga, garrote, tiene mil nombres pero solo una forma, la de una champiñón. Tal vez los hombres nunca se han planteado esta pregunta pero resulta que para la ciencia sí es importante: ¿a qué se debe su parecido con un champiñón?
Un grupo de científicos de la Universidad Estatal de Nueva York, descubrió que cuanta más forma de champiñón tiene un pene, mejor.
Para poder probar esta teoría se sirvieron de un pene de látex, una vagina artificial y una mezcla de maíz con almidón que pudiera asemejar la consistencia que tiene el semen.
Al hacer diferentes pruebas con diferentes formas de glandes, comprobaron que aquellos que eran más marcados, podían llegar a extraer hasta el 90% de la mezcla preparada anteriormente. Mientras que cuando entre el glande y el tronco del pene no existía una diferencia de forma (el surco balano-prepucial no estaba tan marcado), la cantidad de mezcla que se lograba extraer con un empuje era de un 35%.
Por lo tanto, la forma más o menos “achampiñonada” importa y podía suponer en el pasado un elemento que diferenciaría a quienes procrearan con más facilidad de quienes apenas conseguían dejar embarazada a una hembra.
El líder del estudio, el profesor Gordon Gallup, también se refirió entonces a que el empuje en el coito también era un punto importante de análisis. Hasta el punto de que los estudiantes que participaron en él reconocieron que el sexo con su pareja podía llegar a ser más enérgico si se sospechaba que la pareja podía ser infiel. Según Gallup, “lo que ocurre es de forma inconsciente se quiere purgar la vagina de la pareja”. Es decir, eliminar cualquier traza que pueda existir de la competición de otras parejas sexuales que pudieran dejar embarazada a la mujer.
Por lo tanto, se trata de toda una lucha por la paternidad… si nos ponemos en modo cavernícola, claro.
Con información de Esquire