Cientos de personas creen que la pandemia ya terminó y organizan fiestas y reuniones masivas, sin tomar en cuenta que el SARS-CoV-2 es un virus que muta rápidamente. A casi dos años de iniciada la pandemia, las variantes han avanzado: la alfa de rápida propagación, la beta que evade el sistema inmunitario, y luego gamma, delta, lambda, mu y, más recientemente, Ómicron.
Con cada infección surgen nuevas oportunidades para que el virus evolucione, así jamás detendremos la pandemia. Hasta la fecha, más de 237 millones de personas han sido infectadas por el virus y 4,8 millones han muerto, 700.000 de ellas tan solo en Estados Unidos, no lo olvidemos.
Según los científicos es extremadamente improbable que logremos erradicar este virus, y es difícil predecir cómo serán los siguientes años… y las siguientes décadas.
¿Cómo ocurren las mutaciones?
Los virus son máquinas de reproducción que toman posesión de nuestras células y las utilizan para hacer copias de sus propios genomas. Algunas veces, al replicarse cometen pequeños errores, que podrían compararse a un error de dedo cuando escribimos en un teclado.
En la mayoría de los casos, estos errores no benefician en nada al virus; muchos son nocivos y desaparecen rápidamente. Pero en algunas ocasiones, el virus se saca la lotería genética y encuentra una mutación que le da cierta ventaja. Entonces, esta versión mejorada del virus es capaz de superar a sus pares y dar origen a una nueva variante.
Entre los incontables cambios que puede realizar el coronavirus hay tres posibilidades preocupantes: que se haga más transmisible, que sea más hábil para evadir nuestro sistema inmunitario o que se haga más agresivo y produzca enfermedades más graves.
Sin embargo, los científicos no esperan que este proceso se prolongue indefinidamente. Lo más probable es que haya ciertos principios biológicos básicos que limiten la capacidad infecciosa de cada virus, dependiendo de sus propiedades intrínsecas. Los virus que se adaptan bien a los seres humanos, como el sarampión y la influenza estacional, no se siguen haciendo más infecciosos, subrayó Bloom.
Al parecer, la variante delta evade a algunos anticuerpos, pero hay otras variantes, en particular la beta, que son todavía más hábiles para evadir estas defensas. Por ahora, la variante delta es tan infecciosa que ha logrado ganarles terreno a estas variantes más escurridizas, por lo que ha limitado su propagación.
No obstante, a medida que más personas desarrollen anticuerpos para combatir al virus, las mutaciones que le permiten evadir a estos anticuerpos serán todavía más ventajosas.
La buena noticia es que hay muchos tipos distintos de anticuerpos, así que no es muy probable que una variante con solo unas cuantas mutaciones nuevas se les escape a todos, enfatizan los expertos.
El sistema inmunitario ha evolucionado de tal forma que tiene muchos trucos bajo la manga para contrarrestar la evolución del virus. Ciertas células T, por ejemplo, destruyen a las células infectadas por el virus, y así ayudan a reducir la gravedad de la enfermedad. En conjunto, las células T que tenemos pueden reconocer por lo menos entre 30 y 40 partes diferentes del SARS-CoV-2, según han descubierto los investigadores.
Y luego están los linfocitos B, que dan origen a nuestro ejército de anticuerpos. Incluso después de eliminar la infección, el cuerpo sigue produciendo linfocitos B durante un tiempo, introduciendo deliberadamente pequeñas mutaciones genéticas.
El resultado es una colección enormemente diversa de linfocitos B que producen una serie de anticuerpos, algunos de los cuales podrían ser una buena combinación para la siguiente variante que aparezca.
Lo más difícil de predecir es si el virus se volverá más agresivo, es decir, si provocará una enfermedad de mayor gravedad, afirmaron los científicos.
Es muy pronto para saber si el SARS-CoV-2 se hará más virulento en el largo plazo. Sin duda, podría haber intercambios entre la agresividad y la transmisión: las variantes que producen enfermedades muy graves muy rápido quizá no se propaguen demasiado lejos.
Claro que hay que recordar que este virus se propaga antes de que las personas enfermen de gravedad. Mientras siga siendo así, el virus podría hacerse más agresivo sin sacrificar su eficacia de transmisión.
Es esperanzador el hecho de que las vacunas contra el SARS-CoV-2 en este momento sean más efectivas de lo que jamás han sido las vacunas contra el resfriado. Incluso las vacunas de primera generación ofrecen protección sustancial contra la enfermedad, y hay muchas opciones para mejorarlas, ya sea mediante cambios en las dosis y los plazos, con ajustes específicos para nuevas variantes o el desarrollo de nuevos enfoques, como aerosoles nasales, que puedan funcionar mejor para detener la transmisión.
Una infección posvacunación o una dosis de refuerzo podrían ayudar a reforzar nuestra inmunidad y enseñar a nuestro cuerpo a reconocer nuevas mutaciones, haciéndonos menos vulnerables a la siguiente variante que aparezca.
Entre tanto, conforme el número de huéspedes completamente vulnerables siga bajando y la transmisión se ralentice, el virus tendrá menos oportunidades de mutar.
Por desgracia, hay muchas zonas del mundo donde la gente no se ha vacunado y este virus ya demostró que puede sorprendernos.
Con información de New York Times