“La <pequeña muerte> tiene poco que ver con la muerte… con el frío horror de la muerte… Pero ¿Resulta desplazado la paradoja cuando el erotismo está en juego?”- Georges Bataille (Las lágrimas de Eros, 1961)
Memento mori: Recordatorio de mortalidad.
Petite mort: Pequeña muerte. Eufemismo francés para el orgasmo.
Resulta que tuve que hacer una enorme pausa sobre el tema de “le amour”… ya sabes, cosas de la vida. Independientemente, en un increíble viaje que acabo de hacer, surgió en mi el “memento mori”, pues, aunque no estuve a punto de morir, pensé mucho en eso (táchame de fatalista). Así que, hice lo que siempre hago cuando el sentimiento me gana: racionalizo y lo hago académico. Así pues, escribí este pequeño ensayo que, apenas vuelvo a leer y por eso hago esta nota. Si parece demasiado formal, seguro lo es (en parte será tarea algún día jaja).
Lo primero que pensé hace unos días fue que: Nacemos para morir. No hay novedad en eso a pesar de que, generalmente, nos escapa ese pensamiento de la memoria y preferimos ignorar tan fundamental aspecto de nuestra existencia. Muchos argumentarán que es la muerte lo que le da significado y movimiento a la vida (Tolkien, 1977). Otros, no creen que sea la muerte en sí la que nos mueva, sino el recuerdo de la misma, el memento mori, aquel que nos retorna al sentir una pequeña muerte que nos vino de la euforia y la pasión.
Lo anterior es el posicionamiento de Georges Bataille, quien dentro de su obra “Las Lágrimas de Eros”, argumenta cómo el erotismo (eros= placer/vida) ha sido tan característico del humano como lo han sido el caminar erguido, la falta de pelaje y el uso de herramientas, ya que todas estas características nos diferencian del resto de los animales (no convirtiéndonos en algo superior y sin sacarnos de nuestra condición animal); para Bataille, la gran diferencia es la comprensión del uso y la finalidad. Lo primero a lo que el humano le dio uso fue a la herramienta, adjudicándole finalidad, acto siguiente, vio reflejado el uso de su vida y la finalidad de la misma, se hizo consciente de su propia muerte.
Entonces, la muerte no es más que aquello que los humanos (e incluso los neandertales) distinguieron y a lo que brindaron un carácter, lo que nos hace temerle. Y, ¿En qué forma es el temor y respeto a la muerte similar al erotismo? Ó siendo más puntual: ¿Cómo deviene la vibrante energía del erotismo del macabro pesar de la muerte?
Hay que proponerse el hecho de que la muerte y la vida no son opuestas, sino parte de un continuo, así como lo es la tristeza y la alegría. Dentro del erotismo podemos encontrar la risa así como en la muerte (en su expresión de humor negro), y también podemos encontrar el llanto. Podrá argumentarse que la naturaleza de cada emoción es distinta; un llanto desconsolado no puede igualarse a un llanto de completo gozo, sin embargo, ambos eventos se dan cuando en nuestra vida común, dentro del status quo, hay un arranque de violento rompimiento a la rutina, y posteriormente, nos llevará a la consciencia del complemento (erróneamente llamado: lo contrario); como menciona Bataille:
Inicialmente, el deseo incontenible, exasperado, no puede oponerse a la vida, que es su resultado; el acontecer erótico representa, incluso, la cima de la vida, cuya mayor fuerza e intensidad se revelan en el instante en que dos seres se atraen, se acoplan y se perpetúan. (…) Esos cuerpos enredados (…) van en sentido contrario a la de la muerte que, más tarde, los condenará al silencio de la corrupción.
Cruel ironía aquella que nos dice cómo nuestra ferviente pasión, tan característica del “estar vivo/a” deviene de aquello que tanto tememos de una forma u otra. Sin embargo, no es ilógico y mucho menos anti-natural. La ansiedad por la vida ha sido el principal argumento dentro de la proposición freudiana de las pulsiones de Eros y Tánatos, la cuál puede definirse cómo:
“El nacimiento nos empuja a la vida, donde el “Trieb” consiste en procurar la satisfacción de nuestras necesidades, difícil tarea pues son ilimitadas. Desde la perspectiva Freudiana de 1920, la vida es fuente de dolor, desorden, caos, tensión de la cual el sujeto inconscientemente buscará librarse. Así, el actuar de la Pulsión de Muerte dirigirá todo su esfuerzo en eliminar aquello que aumenta la tensión psíquica, tratando de reducirla al mínimo (Estado de Nirvana). Así, como cualquier otro instinto, la Pulsión de Muerte buscará la satisfacción, esa que de forma completa solo le es posible a través de la muerte, el grado cero de la tensión, ese estado de paz que ha precedido a la estimulación, es decir, la recuperación de un estado de alivio anterior.” (Castro Meléndez, 2011).
Consideramos, entonces, que nuestro “Oh. Es cierto. Algún día moriré.” Nos surge la ansiedad consciente o inconsciente por vivir, y en la máxima expresión de nuestras pasiones, cuándo sentimos el erotismo en cada poro y la sexualidad a flor de piel, al momento de sentir que hemos conquistado a la misma muerte (tan pequeña como sea), la sentimos nuestra, manipulable, inofensiva, y podremos sentirnos plenos… quizá inmortales.
Bibliografía:
Bataille G. (1961) Las lágrimas de Eros. Tusquets Editores México. 1ª edición.
Castro Meléndez (2011) Pulsión de Muerte: nostalgia por la armonía perdida. Wimb lu, Rev. Electrónica de estudiantes. Esc. De psicologíaa, Univ. Costa Rica, 6(1): 23-38, 2011/ISSN:1659-2107
Tolkien J.RR. (1977) El Silmarillion, Recuperado de: http://www.pu.if.ua/depart/Inmov/resource/file/samostijna_robota/J.R.R.%20Tolkien%20-%20El%20Silmarillion%20(con%20apendice).pdf