1. Este año se celebran las elecciones más grandes de toda la historia de la democracia mexicana. “¡Bah! ¬–expresarán muchos- siempre dicen lo mismo desde que tengo memoria, cada proceso electoral, lanzan sus quinielas los partidos, los candidatos, la prensa, y ahora hasta el internet nos bombardea con su entusiasmo democrático, con ésta su nueva elección histórica”. Pero es verdad, este año la fiesta de la democracia se celebra en grande, y como anuncia el menú del Instituto Nacional Electoral, el próximo 6 de junio se elegirán “300 diputaciones de mayoría relativa, 200 de representación proporcional, así como 15 gubernaturas, 30 congresos locales, además de ayuntamientos, regidurías, sindicaturas y juntas municipales”. Es verdad, serán las elecciones más grandes de la historia del país, la ciudadanía votará para renovar más de 21 mil cargos a lo largo de territorio nacional.
En unos días seremos los invitados al banquete electoral más grande e importante de la democracia mexicana hasta el momento, aunque posiblemente también sea el proceso más polarizado de las últimas décadas, y es que serán las elecciones que darán, o no, de una vez por todas, la directriz del país a la izquierda morenista. Empero, el hecho de que el partido y sus candidatos, que también visten inconfundible color del ejecutivo, consigan una mayoría avasalladora en el legislativo, en los estados y municipios, no podríamos pensarlo como el exitoso resultado de un ejercicio plural. Mucho menos se puede creer que la democracia ideal está cerca de la penosa repetición del cacicazgo unipartidista que distinguió la historia del siglo pasado en México.
Por supuesto, quien sea defensor de la democracia y el liberalismo republicano, estará en completo desacuerdo del regreso de ese gran monstruo que monopoliza todos los colores e ideologías, en una sola trinchera política. Pero como ha escrito un famoso filósofo de tiempos inmemoriales: “¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha? Los mismos hombres, las mismas guerras, los mismos tiranos, las mismas cadenas, los mismos farsantes, las mismas sectas ¡y los mismos, los mismos poetas!”.
2. Este año ha sido muy excéntrico, no sólo por la crisis sanitaria provocada a nivel mundial por el SarsCOV2, si no también porque en medio de la pandemia (sí, porque aún no termina, aunque usted no lo crea) se lleven a cabo las elecciones más grandes de todos los tiempos en México. Empero, así como las circunstancias del sistema sanitario en el país han sido bien develadas con el tema de la COVID19, siempre es curioso que mientras en otros países el virus aún cosecha miles o centenas de muertes por día, en el nuestro, en algún tipo de milagroso episodio, y en cuanto arrancaron las campañas, la curva comenzó a descender drásticamente. Me encantaría especular más al respecto pero no es el momento de hacerla de epidemióloga. Pero aconsejo precaución, o un ligero escepticismo frente a lo que sucede con el mero objetivo de prevenir posibles contagios. Hay que preguntarse si será posible que de la misma manera en que oficialmente se mantuvo una cifra enigmática, voluble, misteriosa, o mejor dicho, inexacta de los fallecidos a causa de la COVID19 (cifras más realistas hablan de más de medio millón de muertos, frente a la mitad de ellos, emitidas por la Secretaría de Salud, ¿acaso serían capaces de volver a hacer algo así en el futuro? La respuesta solo dios la sabe.
Lo que se anuncia con mucha pompa, cual si fuera una campaña electoral -pero no piensen mal, qué tipo de inhumana ponzoña lucraría con la salud pública para fines electorales-, es la campaña de vacunación, que aseguran va muy bien. Va tan menos mal que con la misma estrategia -pero a la inversa-, que el Subsecretario de Salud, el Dr. López Gatell utilizó para subestimar la cifra real de fallecidos, ahora sobreestima la cifra real de vacunados. No nos engañemos, la mayoría de las vacunas se aplican en dos dosis, a lo que nos queda -hoy mediados de mayo, momento en que cierro este artículo- un poco más del 90% de la población vacunada.
Pero qué tal las selfies en redes sociales de las y los ciudadanos vacunados, agradeciendo al “estado” la bienaventurada noticia, cantando himnos homéricas al salvador de Macuspana y su corte de burócratas por hacer “bien” su trabajo, que por supuesto están obligados a hacer siempre, y por qué no, deberían hacer con mayor rapidez: ¡Amig@ date cuenta!
3. Pero como he dicho antes, las campañas van, y no sólo la campaña de vacunación sino también las campañas políticas que desde distintos frentes, partidos y candidatos se han ido construyendo bajo el propósito de volverse los próximos ganadores en el seis de junio. Sin embargo, quizá debido al fuerte estrés provocado por la pandemia, una parte importante de la estrategia política ha preferido dejarse guiar por el histrionismo más que por la seriedad de propuestas acordes a la necesidad de los ciudadanos. Pero esto no es una novedad, no es que los candidatos de un año a otro se hayan vuelto bufones, o que el legislativo haya decidido volverse más un circo que el ágora para discutir y aprobar políticas públicas.
Esta tendencia de “despolitización” del ejercicio de poder, o mejor dicho “desprofesionalización” de nuestros candidatos, ha ocurrido ya desde hace algún tiempo, al inicio parecía perseguir un fin más o menos comprensible, ante el hartazgo ciudadano frente a sus representantes, los partidos parecieron abrirle la puerta a hombres y mujeres nacidos de la voz de esa insatisfacción y esa crítica que demandaba nuevas formas de hacer política. Empresarios, comerciantes, profesores, artistas y hasta futbolistas, en resumen, ciudadanos que jamás habían estado en la trinchera del poder político ni habían tenido experiencia en la administración pública, deciden tomar entre sus manos el destino del país, esto como una combativa ante los “políticos profesionales” que a pesar de sus años de trayectoria ejerciendo el presupuesto público, habían sido una completa decepción.
Estos “antipolíticos” poco a poco se han ido volviendo, en algunos casos, como lo escribiría Habermas en enemigos de la política, porque son hombres y mujeres que toman decisiones desde la completa ignorancia del reto que significa administrar hasta el distrito más pequeño. Uno de los casos más emblemáticos de un “antipolítico” lo podría ser Donald Trump, quien siendo un ciudadano y un empresario millonario, que supo leer muy bien el cansancio de la población de seguir siendo gobernada por el mismo gremio político que recicla a sus candidatos y a las esposas de su candidatos en cada proceso electoral. Así fue como Trump, ayudado también por los millones de dólares invertidos a su campaña, logró pagarse su propia candidatura y empoderarse también como una figura de poder, volviéndose presidente de los Estados Unidos.
4. Sin embargo, este tipo de euforia y entusiasmo ante la antipolítica, conformada por estos nuevos “técnicos” del poder, que se han vuelto más bien autómatas, o títeres de las figuras de poder del pasado, o de los grandes monopolios partidistas que no dejan de usar a esos “ciudadanos comprometidos” como mera pantalla para ganar curules y legitimar la democracia ciudadana. Estos “Técnicos” ciudadanos que llegan al poder, parecen ir creciendo en número, aunque ello no sé si significaría una evolución del ejercicio democrático, menos aún si esos “ciudadanos de a pie” (sin experiencia política previa) tienen una exitosa carrera por ejemplo en los medios, o en el deporte. Bajo esta ansía de poder hemos visto desfilar candidatos y precandidatos que van desde actores de televisión, jugadores o exjugadores de futbol, cantantes populares, hasta, sí, valga la sorpresa, conocidos y no tan conocidos influencers, o estrellas del soft porno, por no decir, emblemáticas figuras del bonito arte de las nudes.
En este sentido, y poniendo el telón para que la política actual se vuelva más bien un espectáculo antes que un proyecto común y serio de nación, pues me gusta pensar esta dinámica subsumida dentro de una sociedad que también le apuesta a los mensajes faciles, a las dinámicas populistas que rayan en el ridículo, antes que a la reflexión, o a le polémica derivada realmente por propuestas que rompen con la inercia del pasado. El filósofo Byung-Chul Han cree que la política contemporánea esconde los problemas, las negatividades sociales, para alinearlas al engaño de que todo va bien. El ejercicio de la política usará lo que esté a la mano para terminar de una vez por todas con esas vocecillas rebeldes que exigen una forma distinta de gobierno, para cerrarle el paso a cualquier tipo de oposición, aunque incluso tenga que disfrazar a sus candidatos de oposición, de payasos, o de estrellas porno con aspiraciones políticas.
Este ejercicio “jocoso” del poder, esta vulgarización de la democracia por supuesto que tiene un fin, y es el de despolitizar por entero cualquier espacio, escribe Han, «confirmar y optimar tan solo lo que ya existe», y mantenerlo por décadas si es posible.
5. Ante esta disyuntiva que nos pone a elegir entre un político con experiencia (pero acusado de actos de corrupción), y un ciudadano sin ninguna experiencia en la administración pública pero popular por sus videos de TikTok o sus fotos en Only Fans, pues la decisión se torna muy difícil. Quizá sólo queda apostarle un poco al criterio personal y como desde hace algunos años “votar por el menos peor”.
O también podríamos poner algo de cuidado a uno que otro opinólogo o analista político, esto es, cultivar en lo posible la crítica y seguir velando por la libertad de expresión y la labor intelectual. Recordando que dicha labor no significa hacerle la fiesta al poder, sino volverse crítico y señalar las contrariedades del mismo. La labor del intelectual demanda actuar como una voz que está comprometida sólo con el análisis riguroso y ético de las decisiones tomadas por quienes regulan la «Unidad» del estado. Aunque desde el púlpito escolar se aplauda toda mala estrategia, el «Rey» jamás los volteará a ver; y el intelectual aplaudidor sólo quedará como el siervo, no solicitado, del movimiento inhumano del Estado. El deber del intelectual, del escritor, y del filósofo es tener más empatía con sus iguales, que por supuesto no son los representantes de estado sino los ciudadanos comunes, la gente de a pie que espera reflexiones lúcidas y críticas, una brújula o luz en el camino para saber por quién votar, no alabanzas a la inmundicia y a la basura política.