No es nada nuevo, sabemos que el cine y las series se han nutrido de la literatura desde sus inicios, la relación entre lo audiovisual y las letras es un canal abierto, fructífero, muchas veces sinónimo de calidad, otras tantas de éxito de taquilla o de audiencia.
Pero ¿Quién y cómo se escogen las novelas? ¿Qué pactos hay con los autores? ¿Se cambian los finales? Todo esto lo aclaran en entrevista, Verónica Fernández, Directora de Contenidos Originales de Netflix, y Carlos Montero, showrunner, guionista y escritor.
¿Cómo encuentran las novelas candidatas a convertirse en series o películas?
V: Hay un equipo en Netflix que se dedica a buscar libros semanalmente, en todo el mundo, incluso libros sin publicar porque las editoriales nos pasan las sinopsis.
¿Cómo se llama ese oficio de buscadores de novelas?
V: Son scouters, que básicamente están leyendo todo el rato. Tú les puedes pedir, «búscame comedias románticas que se hayan publicado recientemente», y se ponen a ello. Es un equipo internacional y nosotros contactamos con los que están en Ámsterdam.
¿Qué papel juegan las editoriales?
V: Yo tengo reuniones periódicas con ellas para hablar de los libros que tienen entre manos. Pero también los propios autores nos envían sus novelas. Aquí hay un equipo de locos ejecutivos, entre los que me encuentro, que nos vamos a las librerías y leemos todo el rato en busca de esa novela que podamos adaptar. Al aumentar tantísimo la producción, la relación que ha habido siempre entre literatura y cine o series se ha multiplicado. Y de verdad que vamos a buscar las historias adonde estén.
¿Hay autores que escriben más pensando en la adaptación que en la propia novela?
V: A algunos sí se les nota mucho.
C: Cuando escribo una novela, generalmente es porque veo muy difícil llevar esa historia a la pantalla. Pero es verdad que yo soy más guionista que escritor y no puedo evitar que mis personajes se definan más por la acción y por el diálogo que por la instrospección.
¿Qué requisito debe tener una historia para que sea adaptada?
V: Es importante que la trama no tenga que ver con un pensamiento demasiado interno o ensayístico, porque la novela te permite una instrospección que no siempre se puede llevar a la pantalla. Aunque es difícil, pero no imposible.
¿Cuál es el obstáculo más habitual? ¿Que la editorial pida mucha pasta? ¿Que el autor se niegue?
V: Lo primero puede pasar, que los derechos de adaptación sean carísimos y no interese a nivel local. Pero por mi experiencia ha sucedido más que el autor no quiera. Los hay que venden los derechos y no quieren saber nada, pero otros están muy pegados en busca de fidelidad, como los guardianes de lo que realmente quieren contar para que no se pierda. Al adaptar una novela, siempre se van a ganar, perder y transformar cosas. Eso es algo que un autor que vende sus derechos tiene que entender. Si no, que no los venda.
C: Cuando hablamos de un bestseller, para la plataforma o la productora es más fácil arriesgarse porque sabes que vas a tener a muchos lectores cautivos que se convertirán en espectadores. Si se ha gastado el dinero en los derechos, evidentemente van a empujar para que la peli o la serie salga adelante.
¿Cómo son los acuerdos con autores superventas?
V: Con cada creador se establece un tipo de contrato. Puede ocurrir que lleguen a ser productores ejecutivos. O pueden ser consultores. Depende del grado de compromiso que ellos quieran… y que queramos nosotros, claro, porque si lo que piden es que no se cambien ni una coma, pues no puede ser.
LOS PUNTOS CALIENTES DE LA ADAPTACIÓN
¿En qué partes suelen surgir conflictos?
V: Hay algo que parece una tontería pero es común a todas las adaptaciones: la duración. Por ejemplo, Mateo Gil sacó seis capítulos de un cuento. Pero hay veces que una novela se te queda corta y tienes que inventar nuevas tramas. Siempre hay un problema de síntesis o de necesidad de alargar que no es fácil de manejar.
¿La solución a ese dilema es más creativa o más de laboratorio?
V: El objetivo es buscar la medida perfecta para contar la historia con libertad en el formato para no estirar lo que no da para más. A veces pretendemos hacer una serie de una novela y te das cuenta de que no, que da para una película.
C: En general, es más fácil adaptar una novela a una serie que a una película. Pero es cierto que, si la novela tiene 500 páginas de instrospección, te salen dos capítulos con suerte.
¿Se valora cambiar los finales para esquivar la psicosis con los spoilers y mantener la capacidad de sorpresa?
V: En eso la psicología humana es muy sabia: si no sabes nada, todo te va a parecer sorprendente; si conoces cómo acaba, disfrutas adivinando lo que va a pasar. Si se dan cambios porque mejoran la narrativa, estupendo, pero no creo que nadie altere el final de una adaptación para sorprender a los lectores de esa novela.
¿Un libro malo puede dar una buena serie?
C: Siempre se pone el ejemplo de Psicosis, que es una novela bastante normalita de la que surgió un peliculón. Hay más casos de novelas que son «sin más» pero hay algo en ellas con las que un director o un guionista se obsesiona y le saca un partido que en las páginas apenas se veía.
Con información de Squire