Una pregunta sin ánimo de incomodar a nadie: ¿y nadie va a investigar la repentina prosperidad de la exdelegada del Bienestar en la región de Libres, Anallely López Hernández?
Porque, casualmente, renunció justo cuando coincidió con la detención de Nazario N., presunto integrante del crimen organizado. Casualidades de la vida, dirán algunos.
¿Y nadie le va a echar un vistazo a sus ingresos y egresos?
¿A cómo un funcionario que gana veinte mil pesos al mes logra estrenar una camioneta Jeep, viajar a Las Vegas y vestir de marca como influencer de Polanco?
Ni la oposición ha dicho nada. Es como si no hubiera ocurrido absolutamente nada.
Si uno lo observa con calma, el de la exdelegada es casi un caso para Harvard. Hoy en México, con veinte mil pesos mensuales apenas si alcanza para pagar la renta, el súper y el internet… pero ella, al parecer, descubrió la fórmula mágica.
Y no, no es acusación de nada—porque no nos consta—, aunque ella jure y perjure que su vínculo con el empresario Nazario N. era puramente laboral.
Quizá allá en la región de Oriental y Libres son muy ahorradores.
En ese mismo tenor, otro misterio: el presidente municipal de Oriental, Fidel Flores Concha, dijo en su informe que Nazario N. “es parte de mi equipo”. Y ahí sigue, tan tranquilo, tan sonriente, como si nada hubiera pasado.
Son de esas escenas que parecen salidas de La Rosa de Guadalupe: una rosa blanca, un airecito divino y todo se resuelve.
Un milagro, como el de Jesús multiplicando los panes y los peces… pero aquí, con veinte mil pesos, alcanza para lujos, viajes y cero preocupaciones.
¿Habrá una investigación de la Secretaría de Anticorrupción y Buen Gobierno?
¿Una llamada, al menos, desde la Secretaría de Economía o de alguna universidad para preguntarle su secreto financiero?
¿O será que leyó El Secreto, decretó y el universo conspiró a su favor?
Mientras tanto, la justicia ya alcanzó a la exsecretaria de Finanzas María Teresa Castro Corro: inhabilitada por veinte años y sancionada con una multa de 363 millones de pesos, tras invertir 600 millones en un banco que ya estaba por quebrar.
Y aquí la pregunta incómoda: ¿la entonces secretaria de la Función Pública, Amanda Gómez Nava, no vio nada? ¿No escuchó nada? ¿No olió el desastre?
Pequeño detalle: Amanda Gómez terminó como Auditora del Estado, o sea, la encargada de vigilar el dinero público.
¿Andará tranquila por Puebla? ¿Visitará el Valle de Catrinas en Atlixco? ¿Se detendrá por unos taquitos de cecina con todo —salsa, cebolla y cilantro— mientras recuerda los 600 millones evaporados?
Porque a cualquier ciudadano común, por un error en la declaración anual, no tardan en llegarle requerimientos, multas y hasta amenazas de embargo… y por mucho menos dinero.
Aclaremos: estas preguntas no buscan ofender a nadie ni acusar a alguien.
Pero como cualquier mortal uno ve la rueda girar, y girar, y girar… y se pregunta y se pregunta y se pregunta…

