Por Carlos Peregrina
No señores, no se confundan, en pleno siglo XXI vivimos en los años ochenta pero con más tecnología. Los locutores de la radio hablan como si estuviéramos en esa década. Las series más buscadas son Stranger Things, Luis Miguel y todo lo que nos recuerde esos terribles años, que no es que fueran malos, es que el tiempo se detuvo ahí.
Los noticiarios en la mañana son como Hoy Mismo que conducía Guillermo Ochoa, nada ha cambiado al estilo de DeporTV o Acción, solo que Canal 5 ya es una porquería de canal, las estaciones más escuchadas son de oldies, en las que sigue sonando Madonna o Miami Sound Machine o Aha.
Nunca he entendido por qué la gente escucha a un grupo de covers llamado Matute. Alguna vez fui a una reunión en la que había gente de entre 25 a 33 años. Y en el momento en el que el Bacardí ya había hecho lo propio, sonaban éxitos del llamado rock en tu idioma, ya saben canciones de Miguel Mateos, La Unión, La Trinca, Soda Estéreo, Hombres G y un largo etcétera.
Se me ocurrió, de pronto, poner las canciones originales y se hizo un silencio en esa pequeña tertulia.
Uno de los asistentes preguntaba con el rictus de molestia:
-Y eso, ¿Qué es?
-La versión original, – respondía emocionado el casi treintañero-
-Ah, ok, es que me gusta más la de Matute.
-Yo caí en silencio.
Matute sólo repite canciones que se escucharon a mediados de la década ochentera con un toque demasiado fresa, sin la fuerza original, sin la inspiración; vamos es como ir a un pub en la que cantan November rain de Guns and Roses y sienten que son muy roqueros.
Más allá de la primera temporada de Luis Miguel, en la que vimos a Luisito Rey explotando a El Sol, la escenografía, la vida misma de esa época en la que estaba llena de yuppies, de políticos que detestamos con el tiempo, incluidos el “Negro” Durazo, el hijo de Miguel de la Madrid o uno de los descendientes de los Alemán, esos que influían socialmente porque en las escuelas se replicaba esa actitud abusiva, clasista, racista, machista, elitista y todo lo que termina en “ista”.
Las telenovelas que repitieron la lucha de los buenos contra los malos; la chica pobre que entra a trabajar a un hogar rico y que se enamora del heredero. Mientras la familia maltrata a la joven que tiene una mamá enferma y un hermanito que debe sostener.
“¡Semos pobres, pero honrados!”; dirá en algún momento la sirvienta que le recrimina al heredero que ya le declaró su amor eterno. En la vecindad en la que la muchacha vive, siempre apoyada por el tendero. Un viejo gordo y bonachón, que se preocupa por ella, la portera que llevará puesto un mandil y un pañuelo amarrado a la cabeza, quien siempre le reza a la virgencita para que la ayude, pero al final, el amor todo lo puede y se casan para vivir por siempre felices.
Para los nostálgicos cuarentones y más, que seguramente ya recibieron al menos su primera dosis de Pfizer o Astra Zeneca, todo esto ya es conocido. Crecimos en una época en la que solo había tres o cuatro canales de televisión; salíamos a jugar a la calle futbol, toro, a los encantados, los quemados, escondidillas, así como canicas y trompo.
Crecimos con programas como En familia con Chabelo, quisimos ser sobrinos del tío Gamboín, veíamos a Gloria Calzada en Estrellas de los ochenta, escuchamos W Radio, Rock 101, o estaciones locales que repetían el mismo formato.
Cuando uno asiste a un lugar a tomar una cerveza y escuchar rock, la situación no es nada distinta. No hay nuevas propuestas musicales; solo son covers en inglés cantados por unos tipos de pelo largo y barba que repiten a AC/DC, Guns and Roses, Metallica y canciones en español como el ADO del TRI.
Nada nuevo, es una réplica de los ochenta.
Y a todo esto, ¿Por qué?
¿Por qué reproducir en Alexa éxitos de los ochenta?, ¿por qué seguir escuchando estaciones de radio de puros oldies?, ¿por qué seguir viendo telenovelas o series de televisión como Narcos y Narcos México, que solo trata de los años ochenta?
No es que fueran malos los ochenta, pero tampoco fue la mejor época de la vida. Veníamos de una cruda moral por los hippies de los sesenta y setenta. Era la cruda del verano del amor y las comunas, era el desencanto de la guerra de Vietnam, era la resaca por tanta creatividad. Era la conformación de la política neoliberal.
Los años ochenta se fueron hace casi 40 años, pero en nuestra cabeza sigue sonando el bajo de Another one bites the dust con Queen.
Ojalá algún día superemos esto, mientras, disfruten a Matute, quien no entiende un carajo de lo que fueron los ochenta y lo presentan como grupo de secundaria de escuela católica, que hizo una kermés por el día del Estudiante.