Nuestras madres nos enseñaron a comer con la boca cerrada, sin hacer algún ruido. “Tronar la boca” como comúnmente se dice en México, es una falta de educación. Entonces, ¿porqué rayos, ahora las personas disfrutan escuchar las mordidas, balbuceos y sonidos extraños?
El ASMR es el fenómeno del internet que consiste en ver videos o escuchar audios para ayudar a reducir el estrés, dolores de cabeza o el insomnio. Miles de personas los escuchan para calmar su ansiedad y tranquilizarse. Si escribimos las siglas ASMR en el buscador, encontraremos publicaciones de autores que acumulan miles de suscriptores, y que van desde los cinco minutos de duración hasta las diez horas.
El ASMR (Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma del inglés) es reconocido como un hormigueo o cosquilleo en la cabeza causado por ciertos sonidos e imágenes que desencadenan una sensación agradable e inducen a la relajación y el sueño.
El susurro del relato de un verso, un jabón siendo pelado, gente comiendo, gotas de lluvia, brochas siendo frotadas, la superficie siendo rascada, papel siendo estrujado de forma delicada o la voz tenue de diferentes personajes son algunos de los sonidos captados por micrófonos de gran potencia y luego subidos a plataformas como YouTube, Tik Tok o Spotify.
Para Lorena Pastor, psicóloga, psicoterapeuta y directora asociada del Centro Thijs & Pastor, los videos o audios ASMR pueden funcionar solo para pacientes con sentidos más estimulados y para quienes les sea fácil relajarse.
Este tipo de audiovisuales los mira Carlos, de 16 años, para “relajarse” y dormir casi todas las noches. Indica que los sonidos que escucha le generan “tranquilidad”.
La psicóloga Martha Martínez comenta que nada en extremo es bueno: “Es normal que nos da curiosidad ver lo que hacen los demás, de ahí a que solo sea lo único que hagamos por supuesto que es un problema psicológico”. Aunque aclara que ver estos videos no se puede considerar como una actitud fetichista, ya que “el fetiche es un objeto al que se le rinde culto. No es el caso”.
Pero afirma que los padres sí deben ubicar límites a sus hijos para observar este tipo de contenidos: “Los hijos deben tener su horario cotidiano, el cual debe ser cumplido y llevado a cabo con la rigurosidad necesaria para formar buenos hábitos, bajo esta premisa los hijos no deberían tener tiempo para ver este tipo de videos que no conducen a nada positivo y que pueden sencillamente despertar el morbo de observar la vida ajena”.
Educar emocionalmente a los jóvenes serviría de mucho, pero para eso se necesita que los padres dejen de ser analfabetos emocionales. Añade que cuando el padre se sienta a ver un partido de fútbol, una novela, una serie, es lo mismo que realiza su hijo al ver videos ASMR, por ejemplo: “Los adultos debemos reeducarnos y decidir que cuando haya un partido de fútbol no lo voy a ver y, en cambio, voy a jugar fútbol con mi hijo. Entonces, en vez de que los chicos estén viendo jugar videojuegos, es mejor que ellos jueguen. O en vez de ver gente haciendo tarea, que padre e hijo se sienten a hacer la tarea juntos”.