El País
La reciente entrada en Brasil de cinco soldados venezolanos sospechosos de un ataque contra una base militar, el pasado día 22 en el sur de su país, ha renovado las tensiones bilaterales. Son cientos los uniformados que han abandonado sus unidades para cruzar a los países vecinos, sobre todo a Colombia, durante los últimos meses en respuesta a un llamamiento de Juan Guaidó, reconocido por más de 50 países como presidente de Venezuela. Esta vez la repercusión es distinta ya que Nicolás Maduro les ha vinculado directamente con el asalto a un puesto avanzado en el sur del país en el que murió un uniformado y fueron sustraídos fusiles y lanzacohetes, la mayoría de los cuales ya han sido recuperados, según él.
El pasado fin de semana Maduro reclamó a Brasil la entrega de los cinco militares. Venezuela inicialmente culpó del ataque a Colombia, Perú y Brasil, que, aunque están gobernados todos por opositores del chavismo, han negado tajantemente su participación en el atentado. En un discurso ante militares, Maduro se refirió al asunto y reveló que los soldados venezolanos fueron perseguidos hasta el mismo linde. «Nuestro Ejército llegó hasta la frontera, y vio a los atacantes terroristas de aquel lado. Tuvimos un dilema: entrar y capturarlos y traérnoslos o respetar la frontera y la soberanía de Brasil. Tomamos la decisión correcta de acuerdo con el derecho internacional. El territorio brasileño es sagrado», manifestó, según ha informado la agencia France Presse. Pero sí reclamó su entrega porque “un desertor que entra en otro país debe ser devuelto inmediatamente”.
Los cinco militares fueron localizados el pasado 26 de diciembre por el Ejército brasileño durante una patrulla en el entorno del único puesto fronterizo entre ambos países en los más de 2.000 kilómetros de frontera común. Las autoridades brasileñas informaron de que estaban desarmados y que, tras ser interrogados en la frontera, comenzaron a tramitar sus solicitudes de asilo, según un comunicado conjunto de los ministerios de Exteriores y Defensa. Aunque la nota ministerial no incluyó ninguna referencia al ataque mortal a la base venezolana, una fuente militar brasileña sí reconoció en declaraciones a Reuters que los recién llegados eran sospechosos de haber participado en el asalto.
Caracas también apeló ante el Gobierno del presidente brasileño Jair Bolsonaro a la cooperación antiterrorista y a la legislación internacional: “Venezuela espera tener una mayor colaboración por parte de las autoridades de Brasil como resultado de la cooperación que debe imperar entre los Estados en la lucha contra el terrorismo y las amenazas a la paz social”, según una nota del ministerio venezolano de Exteriores.
El ataque del 22 de diciembre contra una instalación militar en Gran Sabana, una zona amazónica remota ubicada al sur de Venezuela, cerca del puesto fronterizo de Pacaraima, causó la muerte de un soldado. Los asaltantes robaron además 120 fusiles y nueve lanzacohetes, de los que 111 escopetas y ocho lanzacohetes han sido recuperados.
Aunque Brasil fue uno de los primeros países en reconocer a Guaidó como presidente y es uno de los más activos en su demanda de que Maduro abandone el poder para resolver la grave crisis económica, política y social en la que está inmersa Venezuela, se desmarcó de los que airearon la posibilidad de una intervención armada. En paralelo, mantiene un operativo en la zona fronteriza para acoger a los civiles, y militares, que huyen de la catastrófica situación y recientemente dio asilo a 21.000 venezolanos en un solo día. Un gesto alabado por la ONU en un momento en que países como Colombia o Perú, que han acogido a muchísimos más venezolanos que Brasil, endurecen las condiciones para que se instalen en su territorio.