¿A poco no les ha pasado que están de chismosos en las redes sociales y de pronto ven publicaciones llenas de amor desbordado, cariño, entusiasmo y hasta «buenas vibras» entre las personas? De pronto algo sucede, yo culpo directamente a todas las plataformas porque no nos ponen al día de inmediato, como cuando se te pasa el cumple de un amigo porque el maldito Facebook no te avisó y en teoría es su responsabilidad después de ser tu proveedor número uno de información ajena, y entonces todo se vuelve un cagadero.
Aquellas publicaciones del clásico: «te amo, eres el amor de mi vida (frase utilizada para sus últimas 5 parejas)»; «amiguita, recupérate pronto, ya te extrañamos»; «amigolo, te ves súper delgado»; «amiga, estás guapísima»; «amiguis, estamos súper conectados, por eso te quiero tanto», pasan al olvido y, de pronto un día, con tu pecho sano, entras a las redes y te encuentras con una muy mal orquestada indirecta que termina siendo algo como:
-Gracias, Dios, ya no sabía ni cómo terminar la relación (claramente está dolid@).
-Nunca me pude enamorar y eso que le eché ganitas (seguro lo publica y ya le está rogando por mensaje de texto porque ya l@ bloquearon de todas las plataformas).
-Ojalá que la operen del cerebro (minutos antes le festejaste su última idea creativa).
-Aunque la gata se vista se seda… (morías por su vestuario y jamás te quedó).
-Qué feo que parezca tamal mal amarrado (la verdad sí está mal amarrado).
-Siempre dije que era un imbécil (obvio nunca tuvo las yemas para externarlo).
-La verdad es que ahora estamos mejor solos (solos solos solos como…ustedes ya se la saben).
Y así hay un sinfín de ejemplos que podemos encontrar, además aplica para una gama impresionante de sectores, ex-novi@s, ex-amig@s, ex-emplead@s, ex-mantenid@s y todo lo que se les ocurra. Seguramente, lo primero que piensas es en realizar la técnica del descarte, sí, esa en que dices para tus adentros: «ok, no es para mí», y ahí es cuando empiezas a disfrutar el show, es más, hasta le das «me gusta» o, ya si quieres que te cuenten bien, le pones hasta un «me encanta», ese viejo truco para cerciorarte que de verdad no es para ti, por si es que en una borrachera se te fueron las patas y hablaste de más.
Una vez ya limpi@ de toda culpa, te acuerdas que fulanit@ tiene un muy mejor amigo que casualmente ya no sale en las fotos de perfil, es más, aprendieron a usar photoshop y en lugar de cortarse la panza o el cachete, recortaron al nuevo muy mejor enemigo. Y qué decir de los socialmente conocidos como los nuevos ex-novios que, cabe mencionar, un fin de semana anterior posteaban algo como «aquí con el amor de mi vida», «mis días sin ti no serían iguales», «eres lo mejor que me ha pasado», «la lluvia se disfruta mejor a tu lado», la realidad es que ahora la única lluvia que les quedará es la de sus ojos inundándose por tanto maldito berreo.
Sean honestos, ¿no creen que se ven ridículos?, lo más triste es cuando ven que en efecto, aquellos creativos de frases facebookeras llenas de poesía son personas de arriba de los 30 años. No se burlen, es real, vaya, ni en la secundaria me tocó ver ese tipo de cosas y créanme que hice muchas ridiculeces pero no pendejadas de ese tipo.
Ahora bien, con tanto personaje en redes sociales, he pensado que deberían considerar crear algún tipo de premios para otra categoría especial, «los que son de ida y vuelta», esos que publican una sarta de burradas, los atoran y al final su pobre personalidad solamente les da para responder un «pero es que no lo puse por ti», «se malinterpretó», «es que solamente comenté una publicación ajena pero jamás diría algo así». Imagínense esa alfombra roja: estaría realmente de lujo, sería el evento del siglo, todos mordiéndose entre todos pero, eso sí, sonriendo ya con la quijada trabada y chismoseando algo como:
-¿Ya viste qué gorda está? / ¡Amigola te ves increíble!
-¿Y a esos quién los invitó si nadie los aguanta? / ¡Qué gusto verlos, ya se les extrañaba!
-Tal para cual esos dos / ¡Amiguis se ven súper bien juntos, hacen bonita pareja!
A raíz de eso, la verdad aquí entre nos reconozco que alguna vez asistí a una invitación por dos cosas súper importantes: la primera era por no perderme todos los chismes que se iban a decir hasta de conocidos, que entre ellos eran muy mejores amigos; y la segunda, porque si no llegaba seguramente yo iba a ser parte de esa tragaderas de gente.
Aunque al final sabía que por más tarde que me fuera de todos modos me iban a destrozar, ya saben que casi no sucede. Además, es típico que tienen un grupo de WhatsApp, un sub-grupo, otro mini-grupo y por último «el máster grupo»; dentro de los anteriores el orden de los integrantes es:
- Todos somos amigos, que son parientes, amigos, conocidos y agregados culturales.
- Parientes, amigos, conocidos (los agregados culturales aquí son despedazados).
- Parientes y amigos (aquí la misión es acabar a los conocidos y agregados culturales).
- Amigos casi hermanos (aquí se destroza hasta la familia ajena, pero jamás a la propia).
Lamento decirles que todos, absolutamente todos somos esos «agregados culturales», conocidos y hasta parientes, que en éste momento estamos siendo destrozados en algún bonito grupo de WhatsApp pero, por otro lado, siéntanse contentos, poderosos y orgullosos porque, sin duda, ustedes también tienen sus grupos divididos.
Así que, aunque la mayoría hemos llegado a decir esa clásica frase de «no hagas lo que no quieras que te hagan», y puede ser que algunos sí la sigan al pie de la letra, sepan que todos los demás no lo van a hacer, sobre todo sus «amigos» más cercanos, me refiero a esos que nada más se aparecen en quincena o cuando necesitan trabajo, esos sin duda son los primeros que muerden la mano que te dio de comer.
Pero lo interesante de todo ese show cómico-mágico-musical, al final del día, será voltear y ver cuántas personas siguen a tu alrededor, cuántas te siguen respaldando, cuántas siguen creyendo y confiando en tu palabra; pero si después de hacer tus cuentas tu resultado es 5, y uno de ellos es tu pareja, créeme que algo estás haciendo mal. ¿A poco no?