Por Carmen Aranda (@karmaranda)
Imaginen estar en la otra mitad del mundo, donde no hablan español, todo es diferente, nadie te entiende y de momento algo te hace voltear y se te dibuja una sonrisa en el corazón. Acabas de escuchar tu idioma, pero no sólo es español, es español mexicano. Ese español tan característico, con un poco de “chingón” y otro poco de “güey”. Quieres voltear para saludar porque llevas dos semanas sin escucharlo y la nostalgia de estar de regreso en casa te ha sacado una pequeña lágrima de cocodrilo. Quieres contarles a los que escuchaste hablar todas tus experiencias, preguntarles qué hacen ahí, si también están de vacaciones y a dónde se dirigen. Lo único que quieres es chismear con alguien que te entienda. Volteas rápidamente antes que desaparezcan, tienes la emoción marcada en una sonrisa y en dos segundos desaparece.
“¡Ay, Carmen! Siempre es lo mismo”, me regaño a mí misma por caer en la trampa en la que he caído por años. “Pero, ¿qué es lo que tengo en la cara que no se alegran como yo?”, me vuelvo a preguntar lo mismo que me he preguntado antes y sigo sin llegar a una respuesta. O tal vez tengo la respuesta pero no la quiero aceptar o solo creo que esta vez será diferente.
https://giphy.com/gifs/miseleccionmx-1fhLtdJo9iU7yKeHLN
A lo largo de mis viajes, he tenido la suerte de encontrarme mexicanos en el camino y no necesariamente han sido experiencias agradables.
Como algunos de ustedes ya lo saben, hace unos años tuve la oportunidad de vivir en Medio Oriente y desde ahí me di cuenta que los mexicanos no somos tan unidos como nos gusta presumir. Yo iba con esa idea en mi cabeza, que los mexicanos nos unimos cuando nos necesitamos (estando fuera del país, claro). Para mi sorpresa o mala suerte, no fue así. Debo aclarar que esta ha sido mi experiencia y que no estoy generalizando.
Mientras viví allá tuve más amigas y amigos de otras partes del mundo y la minoría eran mexicanos. Cuando salía a un centro comercial y escuchaba mexicano me alegraba pero al momento de hacer plática era la misma expresión de “¿Tú también vives aquí?” “¡No, cómo crees!, sólo vengo por el clima de 50 grados (sarcasmo) ¡Pues claro que también vivo aquí!”, me gritaba internamente. Y es aquí mi pregunta, ¿por qué los mexicanos cuando vivimos o visitamos otro país (sobre todo lejano) pensamos que somos los únicos pudientes? ¿Por qué tenemos ese aire de grandeza y superioridad? ¿Acaso no es padrísimo que más mexicanos estemos saliendo del país para aprender, culturizarnos y abrir nuestro mundo?
He visto tantas otras nacionalidades emocionarse por escuchar su idioma, por platicar y compartir lo que han hecho durante su viaje, bueno, hasta se comparten comida y tristemente no veo la misma respuesta con nosotros.
Hace unas semanas me encontraba en Madrid y después de caminar todo el día me subí a un autobús turístico para terminar de ver la ciudad. Platicando con mi papá, de momento una pareja (les calculé 70 años) nos interrumpieron para contarnos la mitad de su vida. Eran unos mexicanos visitando España por primera vez; ahorraron 5 años y estaban de visita por todo Europa. Después de Madrid irían a París y después a Londres. Yo me emocioné al escuchar París y les pasé una lista de restaurantes y cafés que tenían que probar ahí. Por poco nos dan la bendición y se bajaron en el museo del Prado. Podrán imaginarse mi cara, toda sorprendida. Nunca me había pasado con mexicanos.
Al día siguiente en el metro escuché «mexicano» y al igual que la pareja de abuelitos me atreví a hacer lo mismo. Dos chavas, tal vez de mi edad, me miraron de arriba para abajo, como si fueran la mismísima realeza. ¡Qué ofensa! Me daban ganas de gritarles “¡Par de mamonas!”. Al final el karma hizo lo suyo, estaban súper perdidas, iban en la dirección contraria a su destino y no sabían cómo regresar. Y como vieron que yo llevaba una aplicación con las rutas del metro, ahí sí me hablaron bonito.
¿Qué nos pasa, mexicanos? o ¿qué nos pasa, millennials? ¿Acaso creen ser los únicos pudientes para viajar por el mundo? Me da tristeza y coraje al mismo tiempo. Nos hace falta mucho: viajar mucho, conocer mucho, aprender mucho. Vayas de crucero por el Caribe o a turistear por Europa, no significa que ya lo sabes todo.
Si algo he aprendido por mis viajes es a ser humilde. Sí, he viajado a muchos países, he vivido en diferentes continentes, he experimentado las cabinas de primera clase, pero eso no me da el derecho de ver a la gente de arriba para abajo. ¿Acaso yo sé el sacrificio que la gente hace para estar ahí? Por supuesto que no. El mundo es demasiado grande como para tener esos aires de grandeza y los ojos vendados.
Si alguno de ustedes que me está leyendo piensa viajar, a donde sea, escojan ser unos mexicanos chingones. De esos que ayudan a los que están perdidos, los que hacen plática bonita y no hacen como si les hablara la virgen. Unámonos a la hermosa comunidad viajera, la verdadera, la que es sencilla y humilde y unida, así como muchas otras nacionalidades que he conocido. Seamos orgullosos de conocernos y tengamos pasión por compartir experiencias y aventuras. Pongamos más en alto el nombre de México sin importar lo que piensen los demás. Tenemos mucho de qué presumir, entre eso, nuestros buenos modales, ¿o no?