Jorge Galindo | Elena Reina | EFE | El País
En los momentos más críticos de la pandemia en el país, México ha anunciado sus planes de vuelta a la normalidad. El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha informado sobre un sistema de tres etapas, como han hecho otros países afectados en el mundo, que comenzó esta semana con los llamados “municipios de la esperanza”. Un término que agrupa a una lista de 323 localidades de diferentes Estados en las que, según el propio Gobierno, no se ha detectado un solo contagio en 28 días y cuyos vecinos tampoco han registrado un caso de la covid-19. Las autoridades han anunciado que estas zonas “libres” de virus serían las primeras en retomar sus actividades a partir de este lunes, si así estaban de acuerdo también las autoridades locales.
Sin embargo, según los propios datos que hace públicos el Gobierno federal sobre el avance de la pandemia y que muestra EL PAÍS en los siguientes gráficos, en un 67,3% de ellos, es decir, en 217 municipios, no se ha hecho ni siquiera una prueba diagnóstica hasta el 19 de mayo. ¿Cómo pueden, entonces, estar seguros de que ahí no hay contagios y asumir el riesgo que implica abrir sus puertas a la normalidad? Además, 11 municipios de la lista han registrado una suma de 16 casos en las últimas cuatro semanas.
La mayoría de los municipios catalogados por el Gobierno como listos para abrir son municipios rurales, muchos de ellos alejados de núcleos urbanos y donde la vida normal era ya una realidad después de que se declarara la emergencia. También, se trata de zonas con escaso acceso a los servicios básicos de salud. Los gobernadores y alcaldes de al menos siete entidades han declarado que no seguirán la línea de las autoridades federales y la mayoría permanecerán cerrados. Los riesgos de abrir en estos lugares, mantiene el Gobierno, son mínimos. Algunos expertos sostienen, no obstante, que el virus llegará inevitablemente: “Es cuestión de tiempo”, señala Gerardo Chowell-Puente, profesor de Epidemiología y Bioestadística de la Universidad Estatal de Georgia (EE UU).
El director general de Epidemiología de la Secretaría de Salud, José Luis Alomía, ha respondido en una entrevista a este diario que “es imposible y no creemos que ningún país haya identificado el 100% de los casos. Por supuesto que se puede escapar algún contagio, pero esto pasa en cualquier parte del mundo”. También ha añadido que en México las pruebas solo se toman a pacientes sospechosos de tener la enfermedad, y la mayoría de ellos (un 90% de los que reciben un test) son graves o requieren hospitalización. Son los enfermos graves los que piden una prueba y no el Gobierno, según su protocolo, el que busca posibles contagios. Es por eso que consideran un riesgo mínimo la reapertura, pues —en contra de lo que señalan muchos especialistas en el mundo— si en esas localidades no ha habido pacientes graves, “es altamente probable que no haya habido casos”.
Algunos de los Estados donde pertenecen los “municipios de la esperanza” que han rechazado la propuesta del Gobierno se encuentran en Oaxaca, Jalisco, Yucatán, Guerrero, Chihuahua, Tamaulipas y Puebla. Como ha sido el caso de Guerrero, donde su gobernador Héctor Astudillo (del PRI, opositor a López Obrador) ha informado que sus 81 municipios “van a permanecer en la sana distancia y con el quédate en casa cuando menos hasta el 1 de junio”. También en Jalisco, el gobernador Enrique Alfaro (de Movimiento Ciudadano) ha señalado: “Aquí no habrá municipios que abran y otros que no porque a alguien en un escritorio de la Ciudad de México se le ocurrió decirlo”.
Las cifras que el Gobierno hace públicas —en un ejercicio de transparencia notable para otros países del continente— y que EL PAÍS muestra en los gráficos de este texto, arrojan no obstante más dudas sobre esta primera fase de la “desescalada”.
Otro problema que plantean los datos es que no solo la mayoría de “municipios de la esperanza” no ha tenido una prueba diagnóstica, sino que 11 de los que sí han tenido test, han detectado contagios en las últimas cuatro semanas, siempre según las cifras de la Secretaría de Salud.
Tal es el caso de Cañadas de Obregón (en Jalisco), con 22 pruebas realizadas y 4 personas infectadas (tres niños y un hombre de 52 años) que ingresaron al sistema el 14 de mayo; también Capulálpam de Méndez (Oaxaca) con el caso de un niño de un año detectado el 13 de mayo; en Charcas (San Luis Potosí) una mujer de 52 años, registrada en su base de datos el 11 de mayo; en Santiago Amoltepec (Oaxaca), un hombre de 59 años detectado este domingo. Y el caso de un hombre de 62 años fallecido el pasado 10 de mayo en Chamula (Chiapas), también positivo por la covid-19 y otra mujer de 61 años que murió de la enfermedad el 13 de mayo en Moctezuma (Sonora). Todos estos y otros más, están en la lista de “municipios de la esperanza” del Gobierno, pese a que tienen contagios y estos se dieron en los últimos 28 días.
El doctor Alomía ha explicado a este diario este miércoles que pudo haberse dado “un desfase entre la información que suben a la base de datos las autoridades estatales” según los casos registrados en sus laboratorios y la que ellos manejaban cuando hicieron el anuncio el fin de semana. “Revisaremos los datos para actualizar la lista», ha señalado. En cualquier caso, las cifras que este periódico ha manejado hasta el 19 de mayo son las mismas de las que disponen y disponían entonces las autoridades.
“Más que municipios de la esperanza, han sido municipios de la suerte. Han tenido suerte si el virus no llegó todavía, en el mejor de los casos, que es improbable. Porque seguramente haya habido pacientes relativamente leves y quizá no generaron mucha transmisión y no ha llegado a los más vulnerables; o sí, y se hayan muerto sin un diagnóstico. En cualquier caso, debemos asumir que el virus va a llegar de cualquier manera. Que es cuestión de tiempo”, explica Gerardo Chowell-Puente, profesor de Epidemiología y Bioestadística de la Universidad Estatal de Georgia (EE UU). Y añade: “Ahora que van a abrir se puede asumir de que la probabilidad se va a incrementar cinco o 10 veces más. Más bien, hay que ir preparando a la gente para la nueva normalidad: uso correcto del cubrebocas, mantener la distancia social, higiene de manos…”.
El infectólogo Alejandro Macías, encargado de la estrategia del país contra la epidemia de la influenza H1N1 en 2009, coincide en que es solo cuestión de tiempo que estos municipios presenten más casos e insiste en la necesidad de medir bien la magnitud de la pandemia. “Las pruebas no solo sirven para sacar cuentas ni para determinar dónde está la actividad. Se trata de un instrumento de navegación de los países para poder abrir las actividades, que debería ser regionalizado y sectorizado. Si no estamos midiendo nada, estamos a ciegas”.
Uno de los motivos por el que estos municipios presentan falta de pruebas, según los expertos, se debe a la forma en la que estas se toman en México. Las cifras también muestran cómo en la mayoría de los municipios donde se realizaron test, una gran mayoría salieron positivos, en algunos casos todos. Esto quiere decir que en muchos de ellos solo se están haciendo pruebas a quienes presentan un cuadro severo de síntomas, pero no a sus contactos o familiares. De manera que el control de la pandemia no está garantizado. El ejemplo lo observamos en cuatro municipios de Oaxaca, considerados “de la esperanza”, donde se hizo solo una prueba en cada uno de ellos y no obtuvieron ni un caso negativo.
“No existe una estrategia de control, existe una para medir el pulso de la epidemia, con el sistema Centinela, pero si no reaccionan cuando detectan un caso, si no hay rastreo entre sus contactos, más pruebas para detectar también a asintomáticos… Así no se puede frenar la transmisión. Además hay pacientes a los que si se les detecta rápido la enfermedad, con que se aíslen, coman bien o dejen de trabajar, podrían tener mejores oportunidades de recuperarse”, añade Chowel-Puente.
“Es muy riesgoso abrir con tan poca información. No es sorpresa que en estas localidades entre más lentamente el virus, muchas de ellas son comunidades rurales y alejadas. El problema es que pueda empezar un brote del que no nos demos cuenta y cuando podamos hacer algo sea demasiado tarde”, apunta el infectólogo Macías. “Vemos que cuando empiezan a tomar medidas es cuando sienten que se colapsan los servicios de salud. Pero el efecto de esas medidas observadas tarde tiene una latencia de dos y tres semanas. Las acciones tienen que venir desde antes”, añade.
Otra cuestión que plantean los datos es la cantidad de municipios, no considerados en esta lista, que han realizado pruebas y que no han detectado contagios. Hay al menos un 24% localidades en el país en esa situación, pero no han sito catalogados como “de la esperanza”. El criterio de que las comunidades vecinas no pueden estar contagiadas para que un municipio figure en la lista puede explicar por qué hay un gran número de localidades (más de 500) que pese a presentar cero contagios y al menos una prueba en su territorio, no han clasificado para “la esperanza”.
“En cualquier caso, el criterio de la colindancia tiene poco sentido, por la naturaleza de esta enfermedad. Esto sería lógico si fuera exclusivamente sintomática, porque se podría detectar más fácil. Pero así lo único que deben hacer es muestrear y darse cuenta de si hay circulación entre quienes no presentan síntomas”, explica el infectólogo Macías. Por su parte, el jefe de Epidemiología del hospital privado ABC en la capital mexicana, que enfrenta la epidemia en su centro cada día, Francisco Moreno, apunta que “estos municipios no son como países, no hay fronteras, ¿si llegan de otro pueblo que no sea aledaño lo pondrán en cuarentena? Es demasiado difícil controlarlo”.
El microbiólogo y vocero de la Comisión de expertos de la UNAM para la covid-19, Mauricio Rodríguez, considera que aunque están asumiendo riesgos, el Gobierno trata con esto de minimizarlos todo lo posible: “Saber que los vecinos no están contagiados disminuye el riesgo. Y están identificando niveles de riesgo. Están tratando de apuntalar las medidas lo más que se pueda”. Y añade: “Lo primero que me preocupa de esas localidades es que están alejadas de los servicios médicos, de la infraestructura hospitalaria y también alejadas del virus. Precisamente porque están alejadas de todo. Considero que es demasiado optimista, casi ambicioso, querer tener ese nivel de control de los contagios por municipios, cuando son muchos los factores que pudieran alterar esa ecuación”.
Sin embargo, las autoridades están teniendo en cuenta el número de casos para tomar las primeras medidas de esta vuelta a la normalidad. Para estos 323 municipios, el análisis de sus propios datos les animó, aparentemente, a decidir una reapertura inmediata —pese a que queda en manos del Gobierno estatal o local si acata o no esa recomendación—. La falta de detección real de la pandemia puede incrementar los riesgos de que en estas zonas donde, de ser optimistas, no hubo ningún caso, haya brotes venideros y precisamente muchas de estas localidades son las más vulnerables para enfrentarlos. Oaxaca, por ejemplo, es la entidad que cuenta con más “municipios de la esperanza” —también con más municipios en general— y sin embargo, es de las más pobres del país y con menos acceso a los servicios de salud.
La falta de pruebas en dos de cada tres municipios catalogados como “sin contagios”, además de otro 22% de ellos que han realizado entre una y dos desde el inicio de la epidemia, marca un precedente de cómo el Gobierno está midiendo la magnitud de la enfermedad en el país. México se asoma a una nueva normalidad con los ojos tapados, al menos en sus “municipios de la esperanza”.