Por Juan Gerardo Sampedro
Mario Alberto Mejía es un periodista que se ha forjado un buen oficio a lo largo de los años. Sólo el trabajo cotidiano (y su incursión en los talleres literarios como el de Carlos Illescas) puede hacer de un periodista un verdadero periodista. Está bien: lo remarco para que se entienda algo: no necesariamente siendo egresado de una escuela de periodismo se adquiere el colmillo y la práctica. No: hay que estar muy atento a lo que se dice, se oye y se ratifica mediante la investigación necesaria y entonces dejarla plasmada en el papel. Las condiciones, los nexos, los engranajes han llevado la pluma a la mano de un Mario Alberto Mejía a quien conocí personalmente cuando publicaba para un diario de excelente circulación (en ese momento lleno de noticias universitarias), dirigido por el conocido camarada Gabriel Sánchez Andraca, una columna que intituló El Ferruco, mucho antes de que pensara en la ya tradicional La Quinta Columna que es (a decir de otros colegas periodistas) una colaboración que se debe leer casi de manera obligada. Hoy aparece en 24 Horas pero anteriormente estuvo en otros medios.
Desde la FIL me llegó la aventura del periodismo ficción de Mario Alberto Mejía: Miedo y asco en casa Puebla, un texto que abarca sólo una parte de la historia política (y sus rizomas) de este estado que ha estado en la mira nacional e internacional desde hace mucho por la importancia de éste para la definición de muchas situaciones que cambian o transforman el rumbo del país: lo político redunda en todo lo demás: en lo económico, en lo cultural, en la propia vida cotidiana.
El Miedo y asco en casa Puebla deja ver el estilo del autor que proviene desde la columna El Ferruco. Enumero: información de privilegio, la manera de adentrarse a los temas o la intuición (aquí está el meollo de este libro) para lograr, trátese del género que se trate, hacer de la realidad una ficción.
Hace tiempo que Mario Alberto Mejía ha venido escribiendo sus columnas valiéndose de esa facilidad desarrollada a través de los años: una especie de periodismo que no he leído en otros lados (sólo si logran plagiarlo) y que él ha –digámoslo– inaugurado: un periodismo imaginativo (se acerca mucho al cuento o la novela) en el que los «hipócritas lectores» (es decir, usted o yo que lo leemos y como él mismo nos ha clasificado) reconocemos, a través de guiños y referentes reales, a qué personajes o situaciones hace mención.
Veo que en la portada de Miedo y asco en casa Puebla se hace notar que se trata del primer capítulo. Ya en las planas interiores nos explica que ha reconstruido sus propias columnas escritas en El Universal y otros medios con el fin de agrupar en un primer tomo lo que ha ido transcurriendo poco a poco a lo largo de la a veces conflictiva historia de la región.
Ameno, pulcro, también discreto porque no lo dice todo y deja que el lector concluya, Mario Alberto Mejía nos obsequia un entramado que se logra leer sin titubeos, sin pausas, imaginándose los hechos. No son Los sexenios felices, como el título de Carlo Coccioli los que van y vienen entre la tinta de sus páginas. Es más que nada el periodismo de ficción donde la ficción también se vuelve persona, personaje y mito. Ficción da la realidad en un oficio como el de Mario Alberto Mejía, en el del periodista que observa e informa, es tarea que no todos hemos aprendido. Difícil, pero ahí está.