El lema ‘La Esperanza de México’ y su versión local ‘La Esperanza de Puebla’ -con el cual se identifica al partido Morena- se ha convertido en un mero anhelo para sus seguidores en el estado.
Al menos en Puebla, el partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) está despedazado por dentro y, en consecuencia, la esperanza será difícil de alcanzar mientras no exista una cohesión.
Resultará complejo que exista unión cuando el partido está de moda. Va en boga con nuevas afiliaciones de personas que buscan ser políticos, y están bien esa búsqueda, pero la política se trata de alcanzar acuerdos.
Es así que por la misma efervescencia de los morenistas resulta complejo lograr coincidencias, y cuando en el plano local obtienen algunas, a nivel nacional el partido las rechaza.
Un ejemplo de esto fue la designación del coordinador estatal de Morena, Luis Miguel Barbosa Huerta, que se traduce como el virtual candidato a la gubernatura de Puebla. Resultó un personaje impuesto, sin militancia oficial pues hacía poco había renunciado al PRD, y a quien las bases del partido no quieren y ahora les cuesta trabajo reconocer.
Lo aceptan para no generar división y un desmoronamiento público.
Hablando de las bases, son las personas que cada fin de semana salen a “brigadear”, a tocar puertas como si fueran testigos de Jehová. Son gente con una convicción que quisieran otros partidos, que religiosamente asisten a cada convocatoria que les solicita.
Paradójicamente, son ellos a quienes el partido no ha escuchado, no los ha volteado a ver y, aun así, continúan en su militancia, en su trabajo de fin de semana.
A algunos de ellos en agradecimiento, o como si fuera premio de consolación, el partido les dará algunas candidaturas, seguramente porque se las habrán ganado, pero ello no traerá la esperada cohesión interna.
Por fortuna para los morenistas aún hay tiempo: prácticamente seis meses para retomar el rumbo. Aunque al final, la esperanza que siempre buscaron será difícil de conseguir.