¡No! ¡Las mujeres de la prehistoria no se pasaban el dÃa barriendo la cueva! ¿Y si resulta que también pintaron Lascaux, cazaron bisontes, tallaron utensilios e idearon innovaciones y avances sociales? Las nuevas técnicas de análisis de los restos arqueológicos, los recientes descubrimientos de fósiles humanos y el desarrollo de la arqueologÃa de género han cuestionado muchas de las ideas y clichés heredados.
No todos los hombres son misóginos, pero hay que señalar que desde comienzos del siglo XX, el reconocimiento de lo femenino en su alteridad ha topado con un rechazo casi generalizado, y que todavÃa hoy existen resistencias. ¿Es que las mujeres, al igual que ciertas «razas», no tienen historia propia, como postulaban los antropólogos evolucionistas del siglo XIX, que clasificaban a los humanos en categorÃas superiores e inferiores? En su «escala de los seres humanos», la mujer siempre está un peldaño por debajo. Asociada a lo primitivo y a lo salvaje, se ha percibido como una amenaza. En 1912, Sigmund Freud afirma abiertamente: «La mujer es muy diferente del hombre, incomprensible, enigmáticva, singular, y por todo ello, enemiga». Hasta mediados del siglo XX, tanto las publicaciones cientÃficas como las obras literarias, artÃsticas o filosóficas difunden los estereotipos más negativos sobre las mujeres. En este terreno nace la prehistoria como disciplina, en la realidad, en la imaginación y, en el cruce de ambas, en la ideologÃa. Al excluir a la mitad de la humanidad, la visión de las conductas en las sociedades prehistóricas ha resultado falseada durante más de un siglo y medio. Para explicar la invisibilidad de las mujeres prehistóricas a menudo se ha presentado la idea de que los restos arqueológicos apenas proporcionan elementos que permitan asignarles una función social y económica. ¡Pero si ocurre lo mismo con los hombres! Sin tener más pruebas, se los describe sin embargo como cazadores de grandes animales, inventores que fabrican utensilios y armas, que dominan el fuego, artistas, incluso guerreros y conquistadores de nuevos territorios. Afirmaciones basadas, en parte, en las conductas de los pueblos cazadores- recolectores modernos, de las que nos han informado los etnólogos desde el siglo XIX. Ahora bien, esos pueblos también tienen una larga historia. A lo largo de más de diez mil años, sus tradiciones han cambiado: ¡no son humanos prehistóricos! Â
La prehistoria es una ciencia joven, que nace a mediados del siglo XIX. Es probable que los roles desempeñados por los dos sexos, descriptos en los primeros textos de esta nueva disciplina, tengan más que ver con la realidad de la época que con la del tiempo de las cavernas. Es justo el momento en que las teorÃa médicas se combinan con los textos religiosos. Asà pues, a la inferioridad «de orden divino» que aqueja a las mujeres se le añade una inferioridad de «naturaleza», ya que para todos estos médicos, las mujeres poseen una identidad anatómica y fisiológica que les confiere temperamentos y funciones especÃficas. Si damos crédito a estos cientÃficos, las mujeres serÃan fÃsicamente débiles, psicológicamente inestables, y estarÃan menos dotadas para los inventos por ser menos creativas. Estos son algunos de los clichés que se transmiten a lo largo de los siglos, no solo a través de los textos sagrados y la literatura sino también de las obras cientÃficas. Su predominio en la conciencia y la cultura colectivas ha dado lugar a la discriminación y la subordinación de las mujeres, que en la sociedad solo desempeñan un papel biológico, pasivo y marginal, aunque desde la segunda mitad del siglo XVIII, la cuestión de los derechos, especialmente a la educación, haya sido objeto de debate. Esta postura cientÃfica servirá de justificación a las ideologÃas antifeministas, que proponen la exlcusión de las mujeres de las actividades sociales y polÃticas y su permanencia en el hogar, limitándolas asà a las tareas maternales y domésticas. Los prejuicios respecto a las mujeres, transmitidos de generación en generación, parecen haberse propagado en numerosas culturas, impregnándolas en profundidad. Paralelamente, algunos arquetipos de lo femenino, que también se basan en prejuicios a veces inconscientes, se observan en numerosos mitos fundacionales de las sociedades. El paradigma naturalista de la diferencia de los sexos no sólo ha provocado la diferenciación en el acceso al saber y su producción, sino que también ha marginado o demonizado a las mujeres que denominaban ciertos conocimientos (calificándolasd a veces incluso de «brujas»). En este contexto es donde se elabora el enfoque de los pioneros de la disciplina.
«Toda la historia de las mujeres ha sido hecha por los hombres» escribÃa Simone deBeauvoir. Como era de esperar, la visión de los humanos prehistóricos es masculina. Los primeros prehistoriadores reproducirán en su objeto de estudio el modelo patriarcal del reparto de los roles entre los sexos. Esta visión marcada por el género llega hasta principios de la segunda mitad del siglo XX, periodo en el que el estudio de la evolución humana sigue siendo una esfera intelectual dominada básicamente por hombres.
Ya que ninguna prueba tangible permitÃa diferenciar las tareas y los estatus según el sexo, los prehistoriadores han dado una visión binaria de las sociedades prehistóricas: hombres fuertes y creadores y mujeres débiles, dependientes y pasivas. Los hombres se han presentado como los garantes de la supervivencia de su comunidad y los actores del «progreso», esa «transformación gradual hacia mejor» de la que habla Montaigne en sus Ensayos de 1588. Sin embargo, las investigaciones han demostrado que los objetos prehistóricos eran polisémicos y no necesariamente representativos del sexo de un individuo. En las tumbas, la asociación casi sistemática de las armas con lo masculino y las joyas con lo femenino es rechazada hoy en dÃa.
Las mujeres de la prehistoria, olvidadas por la investigación durante más de un siglo y medio, se han convertido en tema de estudio por derecho propio -en los libros dedicados a la prehistoria, la mujer como tema no aparece hasta principios del siglo XXI- y empiezan por fin a salir de la invisibilidad en que se las habÃa mantenido. Nuestro objetivo es devolverles el lugar que les corresponde en la evolución humana. Â
(Con información de Página 12)